Sombra de un Amor Prohibido
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Capítulo 5 Entre las Sombras

La lluvia comenzó a caer cuando Hugo y Isabel salieron de la oficina, las gotas golpeaban el cristal de las ventanas de la camioneta que los llevaba al lugar más seguro que Hugo había considerado: una de sus propiedades en las afueras de la ciudad. La atmósfera era densa, como si el clima mismo estuviera reflejando el estado de ánimo que ambos compartían. Mientras el vehículo avanzaba por la carretera, los faros iluminaban la oscuridad de la noche, creando sombras que parecían alargarse de manera ominosa.

Isabel observaba la lluvia, pero su mente estaba en otra parte. Las revelaciones de esa noche la habían dejado más inquieta de lo que podía admitir. Había llegado al punto en que Hugo ya no parecía ser el hombre que ella conocía. Había una energía en él, algo en su postura y en sus ojos, que revelaba más de lo que estaba dispuesto a decir. Pero, ¿qué había detrás de todo esto? ¿Qué tan profundo estaba el riesgo en el que se encontraba atrapado?

A lo largo del trayecto, Hugo no dijo una palabra. El silencio entre ellos era casi palpable. Isabel no estaba segura de si él quería hablar, o si simplemente no sabía cómo empezar a desvelar lo que realmente ocurría. En un giro inesperado, algo dentro de ella lo impulsó a romper ese silencio.

-Hugo, ¿quién más está involucrado? -preguntó, sin volverse a mirarlo. Sabía que esta era la pregunta que ambos temían hacer. Si Javier Marín estaba involucrado, ¿quién más en su círculo cercano estaba traicionándolo? ¿Qué tan lejos se extendían las sombras de esta conspiración?

Hugo tomó un largo suspiro, como si estuviera reuniendo las fuerzas para contestar, pero luego guardó silencio. Isabel observó cómo su mandíbula se tensaba, y aunque no pudo ver su expresión, sabía que había algo que le costaba compartir. De pronto, Hugo rompió el silencio, pero su voz era apenas un susurro, como si temiera que alguien pudiera escuchar.

-No lo sé, Isabel. No sé si Marín es el único o si alguien más en mi círculo está involucrado. Lo que puedo decirte es que la amenaza es real, y no solo para mí, sino para ti también. Alguien quiere acabar con todo lo que hemos construido, y yo... -su voz vaciló, pero pronto se recompuso-. No puedo permitir que eso suceda.

Isabel lo miró por un momento, percibiendo la tensión en sus palabras. Lo conocía bien, y sabía que detrás de esa fachada de hombre de negocios invulnerable, había una vulnerabilidad que, hasta ahora, había sido casi imperceptible. Estaba claro que no solo estaba luchando por su imperio, sino por su propia supervivencia. De alguna manera, él la estaba involucrando en todo esto, y aunque sentía el peso de la responsabilidad, algo más crecía dentro de ella. La conexión entre ellos, ese lazo que había sido inevitable desde el principio, se estaba volviendo más difícil de ignorar.

No solo se trataba de la empresa o de los secretos que ahora parecían llenar cada rincón. Se trataba de algo más. Algo mucho más profundo, que crecía con cada mirada y cada palabra que intercambiaban. Isabel luchaba contra el impulso de preguntar, de decir lo que sentía, pero no podía. El peligro que acechaba no solo a Hugo, sino a ella misma, los mantenía a ambos en una cuerda floja.

El vehículo continuó su marcha mientras Hugo parecía sumido en sus pensamientos. Isabel sintió la necesidad de hablar, de decir algo que disipara la creciente tensión entre ellos, pero cuando sus labios se abrieron, las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. La emoción que compartían parecía flotando en el aire, sin forma ni claridad.

Cuando finalmente llegaron a la propiedad, Hugo la guió hacia una sala de seguridad en la planta baja, un lugar al que Isabel nunca había estado antes. El interior era sombrío, iluminado solo por las luces frías de las pantallas de computadoras y los monitores que mostraban diversas cámaras de seguridad. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Isabel fue el tono de urgencia en los ojos de Hugo cuando la condujo hacia una de las estaciones de trabajo.

-Mira esto -dijo él, señalando la pantalla. Los ojos de Isabel siguieron su dedo hasta que vio lo que él le mostraba. La imagen de un hombre encapuchado, de pie frente a una computadora, con la luz de la pantalla iluminando su rostro parcialmente. En ese momento, no pudo identificarlo, pero había algo en esa postura que la hizo sentir incómoda.

-¿Quién es él? -preguntó Isabel, mientras su corazón latía con fuerza en su pecho.

-No lo sé -respondió Hugo, apretando los puños-. Pero esto no es un simple sabotaje. Alguien está observando cada uno de mis movimientos. Sabía que algo se tramaba, pero ahora... esto ha escalado.

Isabel sintió una oleada de frío recorrer su cuerpo. No solo estaban enfrentando un problema dentro de la empresa, sino que alguien los estaba vigilando de cerca, con una precisión alarmante. Esto ya no era solo una amenaza empresarial. Era personal.

-¿Cómo podemos estar seguros de que no hay más de ellos? -preguntó Isabel, su voz más baja ahora.

Hugo la miró fijamente, y en sus ojos se reflejaba un miedo que Isabel nunca había visto antes. Sabía que la situación era mucho más grave de lo que Hugo le había permitido ver hasta ahora.

-No lo sé -admitió él, la vulnerabilidad en su tono era casi palpable-. Pero voy a hacer todo lo posible para detenerlo. Y no dejaré que te pongan en peligro.

Isabel sintió una mezcla de alivio y miedo al escuchar esas palabras. Era como si Hugo, por fin, se estuviera abriendo a ella de una manera en la que nunca lo había hecho antes. Pero lo que más la desconcertaba era cómo todo esto estaba afectando su propio juicio. Las emociones que compartían, ese tira y afloja entre lo profesional y lo personal, ahora parecían tener un costo más alto que nunca.

El teléfono de Hugo vibró en la mesa, interrumpiendo el silencio. Miró la pantalla rápidamente y luego alzó la vista hacia Isabel. Un nuevo desafío estaba a punto de comenzar.

-Es el momento de actuar -dijo Hugo, su voz firme, pero con una amenaza latente detrás de cada palabra. Isabel sabía que las decisiones que tomarían a partir de ese momento podrían cambiarlo todo, no solo para ellos, sino para todos los involucrados. El peligro ya no era una sombra distante; ahora, era real.

Y lo peor de todo era que, al parecer, ella ya estaba atrapada en él.

                         

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