Sombra de un Amor Prohibido
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Capítulo 2 En el Umbral de la Oscuridad

La mañana siguiente llegó con una brisa fría que calaba hasta los huesos. Isabel se despertó temprano, como siempre, a pesar de las largas horas que había pasado trabajando el día anterior. La noche había sido inquietante, llena de pensamientos dispersos que no lograba organizar. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Hugo, veía sus ojos fijos en los suyos, como si buscara algo más que una simple respuesta profesional.

¿Qué era eso que la unía a él? ¿Por qué su corazón latía de una forma tan errática cuando él estaba cerca? El temor de que la situación fuera más peligrosa de lo que había imaginado la mantenía alerta, pero el deseo también jugaba un papel crucial en su mente.

El teléfono sonó a las ocho de la mañana, y un suspiro escapó de sus labios al ver el nombre en la pantalla: Hugo Pérez. Sabía que este día no sería igual a los demás, y que algo estaba por suceder. Tras un breve vacilamiento, contestó.

-Isabel, necesitamos hablar. -La voz de Hugo sonaba más grave que nunca, como si cada palabra estuviera cargada de un peso que ella no lograba entender completamente-. Te espero en la oficina a las diez.

Isabel asintió, aunque él no podía verla. Colgó el teléfono y se quedó mirando la pantalla en silencio durante un largo rato. ¿Qué estaba sucediendo realmente en la empresa? Las amenazas de las que Hugo le había hablado parecían más cercanas de lo que ella pensaba. Pero, por encima de todo, sentía esa opresión en el pecho, esa creciente necesidad de estar cerca de él, de entender sus miedos. Como si, en medio de la tormenta, solo él pudiera calmarla.

A las diez en punto, llegó al edificio de la empresa, que dominaba la ciudad con su arquitectura imponente. El lujo y la modernidad se reflejaban en cada esquina, pero dentro de esos muros de cristal, se ocultaban secretos, intrigas y tensiones que no todos conocían. Isabel entró en el lobby y tomó el ascensor hasta el último piso. El corazón le palpitaba con fuerza, como si de alguna manera, todo lo que había sucedido hasta ese momento estuviera llevándola a una inevitable confrontación.

Al llegar, el personal de seguridad la saludó con una cortesía fría. Nada en este lugar era casual. Cada persona parecía tener un papel definido, y a Isabel, aunque estuviera ocupando un puesto importante, la consideraban solo una pieza más del engranaje de Hugo Pérez.

Cuando entró en su oficina, Hugo la esperaba, de pie junto a su escritorio, con una expresión que reflejaba más preocupación que confianza. Aquel hombre, que siempre parecía tener todo bajo control, ahora parecía vulnerable de una manera que le era difícil ocultar.

-Gracias por venir. -Hugo le indicó que se sentara, y ella obedeció, notando cómo sus ojos se posaban en ella con una intensidad incómoda-. Hay algo que necesito que sepas.

Isabel se cruzó de brazos, incapaz de ocultar la ansiedad que se había apoderado de ella.

-¿De qué se trata? -Preguntó con un tono más firme de lo que se sentía. Había algo en él, algo que la hacía perder la compostura, y eso la aterraba.

Hugo suspiró profundamente antes de hablar.

-Lo que te conté ayer no fue todo. Hay personas dentro de la empresa, gente en quien confiaba, que están trabajando en mi contra. He recibido amenazas directas, y no solo eso, parece que alguien está filtrando información confidencial a nuestros competidores.

Isabel se quedó en silencio. Todo aquello era mucho más grande de lo que imaginaba. Sabía que los negocios a gran escala siempre estaban envueltos en rivalidades y disputas, pero no pensó que Hugo, su primo, estuviera siendo atacado de esa manera.

-¿Y qué vas a hacer al respecto? -preguntó, tratando de mantener la calma, aunque una creciente sensación de vulnerabilidad la envolvía. La situación parecía más grave de lo que él había dejado entrever.

Hugo la miró, sus ojos claros brillaban con una determinación oscura.

-Voy a investigar a fondo. Pero no puedo hacerlo solo. -Se acercó un paso hacia ella-. Necesito que trabajes conmigo en esto. Quiero que estés atenta a cualquier detalle, cualquier movimiento raro. Nadie puede saber que estás involucrada, pero tu puesto te permite acceder a información que yo no puedo. Y, honestamente, no sé a quién más confiar.

Isabel tragó saliva, el peso de sus palabras resonando en su mente. No podía negar lo evidente: Hugo la necesitaba más que nunca, y ella no podría apartarse, no podría dejarlo solo. Pero también sabía que este peligro, esta incertidumbre que los rodeaba, los pondría a ambos al borde de algo que ni siquiera podían imaginar.

-Lo haré. -Respondió, aunque sus palabras sonaron más vacías de lo que quisiera. Su compromiso era claro, pero algo en su interior sentía que se estaba adentrando en una situación mucho más peligrosa de lo que había anticipado.

Hugo asintió, un gesto que parecía aliviar la tensión entre ellos, pero solo en la superficie. Un silencio incómodo se instaló en la oficina, uno que ninguno de los dos parecía dispuesto a romper. La atracción que sentían el uno por el otro estaba presente, no solo en los gestos, sino en cada palabra no dicha. La cercanía entre ambos era ahora un campo minado, y sabían que cualquier paso en falso podría destaparlo todo.

Finalmente, Hugo rompió el silencio.

-Isabel, quiero que sepas que, aunque estamos en una situación complicada, no quiero que esto te ponga en peligro. Cualquier cosa que necesites, cualquier momento en que sientas que esto te está sobrepasando, solo tienes que decirlo.

Ella levantó la mirada, encontrándose con sus ojos. Algo en su tono le hizo sentir que él no solo la veía como su asistente, sino como algo más. Algo que, quizás, él también temía.

-Lo sé. Y no te preocupes. -Isabel intentó sonreír, pero su mente no podía dejar de pensar en lo que estaba en juego. Estaba atrapada entre la lealtad a su familia y el deseo de protegerlo a él.

A medida que Hugo se alejaba, Isabel no pudo evitar preguntarse si, a pesar de todo lo que implicaba este riesgo, su vida ya había cambiado de forma irreversible. No solo por las amenazas externas, sino porque algo más, algo más profundo, se estaba gestando entre ellos. Y esa tentación, esa atracción prohibida, ya no podía ignorarse.

            
            

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