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El reloj marcaba las 5:47 a.m. cuando Sofía entró a su oficina. Había dormido menos de tres horas, pero el cansancio no era una opción cuando el futuro de su imperio pendía de un hilo. Laura ya la esperaba, con su laptop abierta y una expresión de gravedad en el rostro.
-Dime que es sólido. -exigió Sofía, sin perder tiempo.
Laura giró la pantalla
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