Divorciada, Luego Esposa Mimada de un CEO
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8
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Capítulo 8 Capítulo 8

"Caín, ¿fue tu madre la que llamó hace un rato?".

Ceres lo tomó del brazo. Se dio cuenta de que Lucía lo había estado llamando los últimos días. Cada vez que Caín respondía la llamada, el semblante se le ponía serio e intrincado.

"¿Tu madre nos mencionó a mí y a nuestra hija?".

Entraron juntos al centro comercial más grande del este de la ciudad. Ceres lo tomó nerviosamente del brazo y habló con resentimiento: "Es muy probable que Charlize le haya hablado mal de mí a tu madre".

De repente, al oír el nombre de Charlize, Caín se detuvo. "Caín, ¿qué pasó exactamente?".

Caín miró a la niña, que lo tenía agarrado por la mano izquierda, y respiró hondo. "Nada". No quería hablar mucho delante de su hija.

Miró hacia el ascensor y dijo: "Ceres, lleva a nuestra hija a dar un paseo. Te espero en la zona de fumadores". Se veía inquieto.

Ceres sintió que algo andaba mal con él y decidió preguntarle por la noche. Le sonrió y lo estrechó en un abrazo. "Tú deberías llevar a Jana al área de recreación infantil, en el quinto piso. Ella siempre quiere jugar contigo".

Ceres miró a la niña, que parecía tenerle mucho miedo. Su pequeño cuerpo se encogió sobre Caín y, con su manita, tiró de la ropa de él por un borde. Inmediatamente dijo en voz baja: "Papá, quiero ir al lugar para los niños".

Caín le acarició la cabeza y pensó durante unos segundos. "Entonces, vamos al quinto piso".

Pasó una mujer de mediana edad y miró a la niña y a Caín, y dijo: "Tu marido y tu hija son muy bonitos".

Con expresión todo vanidosa, Ceres los llamó, a los dos, que ya se habían apartado mucho. "Jana, no dejes que esas hermosas chicas se aproximen a papá".

Desde donde estaba, la niña respondió y asintió con miedo.

Ceres estaba de buen ánimo y fue a las tiendas de ropa del segundo piso. Se dirigió directamente a una marca italiana de ropa masculina. "¿Ya está listo el traje que pedí que reservaran para mi esposo?".

Fue al mostrador y se pavoneó con su tarjeta de miembro, la cual puso sobre la mesa.

"¿Cómo se atreve una am*nte a llamar esposo en público al esposo de otra mujer? Desvergonzada", dijo alguien con voz fría en el lado izquierdo del mostrador.

Charlize estaba aburrida de hacer compras en el centro comercial, pero se topó con Ceres, lo que la enfureció. Cuando los enemigos se encontraban, claro que había batalla.

Cuando Ceres oyó la voz, se dio la vuelta y vio que Charlize también estaba en la tienda. El semblante se le puso hosco de inmediato. "Charlize, ¿a quién te refieres?".

La dependienta tenía miedo de que se pusieran a pelear en la tienda. Se acercó rápidamente a Ceres y trató de calmarla: "Señorita Yang, el traje que pidió está listo. La llevaré a echar un vistazo".

Ceres, gracias a Caín, conoció recientemente a muchas personas de la alta sociedad. Ella se veía como la futura señora Heredia, por lo que no podía arruinar su reputación en este tipo de tienda.

"Envuélvalo".

Ceres miró a Charlize con enojo y se rio de ella. "Aunque se viste muy bien, no tiene mucho dinero. A la pobre mujer le resulta imposible comprarse ropa. Será mejor que la eche".

Charlize se mordía los labios y contenía su ira mientras la dependienta la miraba con recelo y un poco de desprecio en los ojos.

"Señorita, por favor, no toque este traje. Es de la señorita Yang.". Era una tienda para miembros, y Charlize en realidad estaba de paso, y no era de la membresía.

Ceres se comportaba con petulancia y dijo: "Sé inteligente. Déjalo ir cuando llegue el momento. Hay cosas que no te pertenecen y que nunca tendrás".

Charlize sabía que se referia a su extinto matrimonio con Caín.

"No me importa, no son míos".

Agarró los pantalones con ambas manos y los apretó fuertemente. "Ceres, no toleraré tu conducta arrogante", dijo con desprecio.

De súbito, la empujó y los costosos pantalones que tenía en las manos se rompieron.

"Ah, ¿qué está haciendo?", gritó la vendedora, sorprendida y molesta.

Ceres, que estaba frente a ella, se puso furiosa y gritó: "Tú. Tú... Charlize, me embestiste".

Con el semblante imperturbable, Charlize agarró los costosos pantalones y se los arrojó.

"Los productos defectuosos son los que mejor le vienen a Caín. Si quieres, puedes llevártelos".

Los pantalones le taparon la cara a Ceres, que palideció.

"Señorita, usted vino a la tienda a perder el tiempo, intencionalmente".

La gerente estaba seria. Se acercó rápido y le gritó a Charlize.

Esta se irguió y miró a la empleada. "¿Qué está diciendo? En realidad, rompí los pantalones sin querer. ¿Le dije que no pagaría por ello? Yo también soy su clienta".

Miró a su alrededor y habló con calma: "Vine a comprarle calzoncillos a mi marido".

"Ja, ja, ja". De pronto, un hombre insólito que estaba al otro lado del mostrador se rio entre dientes. Rápidamente sacó su celular y marcó un número.

"Queitán, estoy en el centro comercial del este de la ciudad. Adivina a quién vi. Ja, ja, ja. A Charlize. Dijo que quería comprarte calzoncillos.". Ciriaco se rio.

El hombre que estaba al otro lado de la línea no quería hablar con él, pero cuando oyó el nombre de Charlize, algo pasó por su adusto rostro.

"¿Con quién está ella?", preguntó con frialdad.

Ciriaco arrugó el entrecejo. Pensó que Queitán iba a colgar porque le parecerían insulsas estas cosas.

"Acaba de salir del hospital después de un control prenatal. No quería volver con la familia Herández tan pronto, por lo que se puso a deambular por ahí y se encontró con su gran enemiga, Ceres. Han estado a punto de pelear en el mostrador".

"¿Sufrió alguna lesión?", preguntó Queitán.

"No". Ciriaco volvió a reír entre dientes. "Pero parece que hay un conflicto familiar en el origen de su enemistad".

"Haz algo".

Queitán parecía estar muy ocupado. Habló con frialdad y colgó.

Ciriaco se quedó atónito. ¡¿Qué quiso él decir?!

"¿Seré yo responsable en caso de que Charlize resulte herida?", pensó.

"Señor Simeón", le dijo su nueva novia, una modelo famosa, con coquetería. "Señor Simeón, ¿por qué está usted mirando a esa mujer todo el tiempo? No estará interesado en ella, ¿verdad?".

"Bebé, elige algo que te guste", le dijo Ciriaco.

La mujer estaba un poco celosa, pero cuando oyó lo que dijo Ciriaco, se sorprendió. "Ya veo". Se desplazó, dando pasos largos con sus tacones altos.

"¿¡Qué dijiste!?". "¿Qué quieres decir con eso de que no se acepta mi membresía?". Pasados cinco minutos, Ceres fulminó con la mirada a la gerente. "¿Sabes quién soy? ¡Cómo te atreves a ofenderme!".

"Lo siento mucho". La gerente no dio explicaciones, pero se disculpó formalmente.

"Tienes que darme explicaciones hoy mismo".

Charlize tampoco sabía lo que estaba pasando. Miró a la famosa modelo, que acababa de hacer acto de presencia, luego miró a Ceres y sonrió. "¿No es obvio? No quieren venderte ropa".

"Esto no ha terminado". Ceres miró a Charlize, se giró y advirtió a la gerente con vehemencia: "Voy a llamar a mi marido inmediatamente".

Charlize sabía que el marido al que se refería era Caín. Antes de que ella y Caín se divorciaran, esta mujer ya lo llamaba su marido, lo que la enfadaba mucho.

¡Qué descarada! Charlize deslizó su tarjeta, compró una docena de pantalones de hombre, se dio la vuelta y salió de la tienda.

Ceres miró la bolsa de compras que tenía en la mano. Se burló de ella y le habló con enojo. "Charlize, Caín te dejó".

"Estos son muy grandes". Charlize la miró y dijo fríamente: "Me temo que a Caín no le sirven".

¡¿Qué?!

Ceres se quedó un poco aturdida, pero en ese momento la popular modelo dijo suavemente y en un tono halagador: "Sra. Herández, hasta la vista".

Ceres supuso algo y entró en pánico. Rápidamente corrió al quinto piso, a ver a Caín. "Acabo de encontrarme con Charlize. Alguien la llamó señora Herández. ¿Qué significa eso?".

A Caín se le nubló el semblante al instante. Tenía a su hija en los brazos y jugaba con ella, pero la puso en el suelo.

Con cara de preocupación, se acercó a la ventana, encendió un cigarrillo y dio unas fumadas.

Frunció el ceño, exhaló una bocanada de humo y habló con enfado: "Charlize ya tiene una licencia de matrimonio con mi primo".

Charlize era ahora la esposa de su primo, y ​​pensar en ello enojaba más aún a Caín.

Ceres abrió los ojos como platos. Estaba en shock. ¿Charlize se había casado con un miembro de la familia Herández?

Charlize estaba de mal humor. En cuanto regresó, un sirviente le dijo que el Sr. Herández quería verla.

Llevaba casi una semana viviendo con la familia Herández, y había sido muy cuidadosa.

Por la mañana, la criada de la familia la había acompañado al hospital para un chequeo prenatal. Como ella casi nunca salía, aprovechó y fue a la plaza. No esperaba encontrarse con Ceres y, cuanto más pensaba en ello, más se enojaba.

"¿Qué puedo hacer por ti?". Era raro que viera al anciano, a no ser durante el desayuno.

Queitán había desaparecido en los últimos días. Ella se enteró de que había emprendido un viaje de negocios y se alegró en secreto. Esperaba y deseaba que no volviera. De esa manera, estaría más cómoda.

Apenas entró al salón principal de la residencia de la familia Herández, oyó una voz grave. "Ese desgraciado se casó con esa mujer. Y simplemente la dejó aquí".

"Señor, el señorito fue a Berlín en un viaje de negocios. Oí que estará de vuelta mañana".

"Él estaba relajado. Hizo el viaje de negocios en cuanto obtuvo su licencia". El señor Herández gruñó con rabia. "Sus tías vienen a verme todos los días. Son muy irritantes".

"Señor, es bueno que el señorito se preocupe por su esposa", dijo el mayordomo después de prepararle un té.

A ellos les preocupaba que Queitán nunca se casara y, afortunadamente, aceptó casarse con Charlize.

Cuando el señor Herández oyó eso, se le ensombreció el rostro de inmediato. "Todos estos años, lo he estado instando a que se case y le he buscado unas cuantas damas famosas. Pero a él solo le gusta esa exnovia que murió, Casandra. Si Charlize no se pareciera a Casandra, creo que él nunca se habría casado y la familia Herández se habría quedado sin descendencia".

El Sr. Herández estalló justo en el momento en que Charlize estaba junto a la puerta, sin poderse mover. Ella no pretendía escuchar subrepticiamente estos secretos.

Entró en pánico y su teléfono fue a parar al suelo.

Al oír la voz, el Sr. Herández y el mayordomo se volvieron para mirar.

            
            

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