Capítulo 3 CAPITULO 3

Fernando salió de la oficina de Sofía, cerrando la puerta con delicadeza aunque, por dentro de su ser habia impotencia por no poder ayudar a su hija , la traición de su novio con la secretaria hace dos años. Caminó hasta el escritorio de Santiago, tragando saliva antes de hablar.

-Santiago... -murmuró-, mi hija dice que vayas al restaurante de la esquina a traerle algo de comer. Dice que ahora sí tiene hambre.

Santiago levantó la mirada, parpadeando como si hubiera escuchado mal. Se quitó los lentes con calma y los dejó sobre la mesa.

-¿Qué? -frunció el ceño-. ¿Me está diciendo que tengo que ir hasta el restaurante a traerle algo de comer a la señorita Sofía porque ahora sí tiene hambre?

-Eso dijo... -respondió Fernando, con un gesto de resignación.

Santiago se levantó de golpe, empujando su silla hacia atrás con un chirrido.

-¡Maldita sea! -gruñó, pasándose las manos por el cabello-. Son diez cuadras... ¡diez! Tengo trabajo acumulado hasta el techo, y ella se acuerda de comer justo ahora...

Suspiró profundamente y se dijo a sí mismo en voz baja, como si necesitara recordarlo.

-Todo por tu hijo, Santiago. Solo tienes que aguantar a la loca de tu jefa. Aguanta, que Martín necesita techo y comida.

Desde su escritorio, Roger lo observaba en silencio, con el ceño fruncido. Le preocupaba la manera en que Santiago se descomponía por dentro cada vez que hablaban de Sofía. Pero su reflexión fue interrumpida de pronto.

-¡Roger! ¿Qué estás haciendo? -la voz cortante de Mariana lo sobresaltó. Ella estaba de pie frente a su escritorio, con los brazos cruzados y una ceja levantada.

-Yo...

-¿Ya sacaste las copias de los contratos para los modelos?

-No, señora. Pero ya lo voy a hacer -respondió, poniéndose de pie apresurado. Tomó las carpetas como si le ardieran en las manos y caminó hacia la fotocopiadora.

-Muévase. Necesito empezar las entrevistas. Y le va a tocar quedarse hasta tarde, ¿me entendió?

-Sí, señora -asintió él, mientras sus pasos lentos lo delataban. Caminaba como tortuga con insomnio.

-¡Roger! -volvió a llamarlo.

Él se detuvo, girando su cuerpo con cierta ilusión en la mirada.

-Dime, jefa -dijo, con una sonrisa boba que no pudo ocultar.

-En una hora viene Pedro. Lo haces pasar a mi oficina.

-Sí, señora -respondió esta vez con tristeza. Siguió su camino a la fotocopiadora, cabizbajo.

Mientras colocaba una hoja, murmuró para sí, apenas audible:

-Cuánto quisiera tener la suerte de ese imbécil de Pedro...

Apoyó la frente contra la máquina.

-Si ella me mirara un poquito... si me diera una oportunidad... yo la haría feliz. Pero no, tiene que venir el amante del turno de ella. ¡Maldita bruja! ¿Por qué tienes que ser tan hermosa y ser mi mundo entero?

Mientras tanto, Santiago regresaba sofocado del restaurante. El sudor le perlaba la frente y el cabello se le pegaba al cuello.

-Espero que esta vez coma, porque si no, me va a dar un infarto por gusto...

Tocó dos veces la puerta.

-Adelante, está abierto -se escuchó la voz monótona de Sofía.

Santiago entró, con el paquete de comida en las manos.

-Aquí está su comida, señorita Sofía -dijo, con tono forzado.

-Déjalo ahí, más tarde como -contestó ella sin levantar la vista de los documentos.

-Se le va a enfriar la comida... y a usted no le gusta la comida fría. Se enoja -añadió con un leve temblor en la voz. Nunca había osado contradecirla.

Sofía alzó la vista lentamente. Sus ojos eran fríos como el mármol.

-¿A ti qué te importa? Yo hago lo que se me da la gana. Ahora sal de mi oficina, Rodríguez.

Santiago apretó la mandíbula y salió, reprimiendo las ganas de gritar. Caminó hasta su escritorio con las manos en los bolsillos, murmurando.

-Esa mujer me va a matar... discute, pelea, grita por todo. Y tan bonita que es. Cuando se pone de mal genio, hasta la belleza se le esconde.

-¡Santiago! -una voz lo sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada.

-¿Qué pasa?

-La señorita de la ruta dejó a tu hijo Martín. Está en recepción.

-¿Qué? ¿Por qué? -se levantó de golpe y salió corriendo como alma que lleva el diablo.

Bajó las escaleras tan rápido que por poco se tropieza. Cuando llegó, vio a su pequeño con su mochilita colgando del hombro.

-¡Martín!

-¡Papá! -gritó el niño corriendo hacia él, lanzándose a sus brazos con fuerza.

Santiago lo abrazó con ternura, acariciando su cabello castaño.

-¿Qué haces aquí, mi amor? ¿Por qué te dejaron?

-La niñera renunció, papito.

-¿Qué? ¿Cuándo? No me dijo nada...

-Se fue para la luna a vivir -dijo Martín muy serio, con una sonrisa brillante.

-¿Para la luna? -Santiago frunció el ceño.

-Sí, y dijo que allá no hay niños como yo. Que allá solo hay paz.

-Ay, hijo... -soltó una risa triste-. ¿Qué hiciste esta vez? Es la cuarta niñera que renuncia esta semana.

-Yo no hice nada, papá. Son muy aburridas. No juegan conmigo, no saben imitar dinosaurios ni hacen voces raras. Además, no me dejan jugar con moco-saurios.

-¿Moco qué?

-Moco-saurios. Son como los dinosaurios... pero con mocos. Mira, este es el Tyrannomocos Rex -sacó una figurita verde con un poco de slime pegado.

Santiago se pasó la mano por la cara.

-¿Y ahora qué vamos a hacer, Martín? No te puedo tener aquí, si mi jefa te ve me mata. Y ahí sí que pierdo el trabajo...

-¡Entonces me escondo! Soy experto en misiones secretas, como el Agente 00Moco.

-No es un juego, hijo... -suspiró, pero el niño ya le había ganado con su ternura.

-Vamos a subir y te quedas debajo del escritorio. Pero en total silencio, ¿sí? Nada de ruidos ni moco-saurios.

-Entendido, capitán. Misión Agachado activada.

Subieron en el ascensor. Santiago estaba tan nervioso que sentía que el corazón le latía en la garganta. Miraba a todos lados como si fuera a cometer un delito. Martín, en cambio, iba feliz, con una galleta en la boca y una sonrisa traviesa.

Cuando llegaron, lo escondió bajo su escritorio y le pasó una manta.

-Ahí te quedas. No salgas. Si alguien pregunta por ti, eres un ratón invisible.

-¿Con qué capa? -preguntó Martín emocionado.

-Con la capa -asintió Santiago.

Pero claro, las cosas no podían mantenerse tranquilas por mucho tiempo...

Continuará...

            
            

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