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Mariana observó a Abby con ternura mientras la pequeña saltaba de emoción.
-¿Quieres ir por un helado? -preguntó Mariana con una sonrisa cálida.
-¡Siii! -exclamó Abby, brincando en el mismo lugar.
Mariana se volvió hacia Roger, que las observaba desde su escritorio y le guiñó un ojo.
-Papá, por favor, haz bien tu trabajo. Nos vemos más tarde. Te quiero mucho, papito -dijo Abby, acercándose para darle un beso en la mejilla.
Luego, tomó la mano de Mariana y juntas se dirigieron al ascensor. Roger las miró mientras las puertas se cerraban.
-Ni siquiera me pidió permiso para ir a comer helado -susurró para sí mismo.
Suspiró y se dejó caer en su silla, sintiéndose frustrado y perdido. Últimamente, nada le salía bien. Su mente estaba constantemente en Mariana. Esta vez, ella llevaba más tiempo con su novio, y Roger temía perderla. Sin embargo, no se atrevía a confesarle su amor.
-Tendré que espantar a ese tipo como las otras veces -pensó, organizando las carpetas en su escritorio-. Pero si Abby le cuenta a Mariana lo que he hecho, me mata. Y si se entera, me despide y pierdo el trabajo. Ojalá que mi pequeña revoltosa no abra la boca.
Mientras Roger se sumergía en sus pensamientos, Mariana y Abby llegaron a la heladería. Ambas pidieron helados con los mismos sabores: vainilla, fresa, chocolate y chispas de chocolate con salsa de mora. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, disfrutando del dulce manjar.
Abby, con su característica curiosidad y con su típica imprudencia rompió el silencio.
-¿Te vas a casar con mi papá?-preguntó mientras llevaba a su boca otra cucharada de helado.
Mariana, sorprendida, se atragantó con una cucharada de helado y comenzó a toser sin parar.
-¿Estás bien? -preguntó Abby, preocupada.
-Estoy bien, no te preocupes, pequeña -respondió Mariana, recuperándose poco a poco.
-Entonces, ¿por qué no me contestas la pregunta? Mi papá sufre porque está muy enamorado de ti , hasta los huesos y tú no quieres casarte con mi papito -susurró Abby con una sonrisa tímida.
Mariana se quedó callada, sin saber qué decir, mientras miraba a Abby fijamente.
-¿Cómo sabes, Abby, que tu papá está enamorado de mí?
-Porque se lo escuché a mi papá la otra noche, cuando se lo decía a mi tío Santiago.
Abby comenzó a narrar todo lo que sabía de su papá, gesticulando y haciendo muecas que hicieron reír a Mariana.
-Así le dijo a mi tío Santiago: "Yo acepto que amo a mi jefa con todo mi corazón y mi alma. Te confieso, amigo, que he espantado a los pretendientes de Mariana. Pero con el que no he podido es con Pedro; ese sí me la va a quitar" -decía mi papá, llorando como un niño -relató Abby, imitando la voz y los gestos de su padre.
Mariana no pudo evitar reírse ante la representación de Abby. Sin embargo, en su interior, su corazón latía con fuerza al descubrir que Roger estaba enamorado de ella. Sentía algo especial por su asistente: nervioso, despistado, pero lindo y caballeroso a la vez. No había dado el paso de estar con él por miedo a perderlo y prefería verlo cada día en su escritorio.
-Entonces, ¿vas a ser mi mamá? -exclamó Abby, comiendo de su helado-. Sabes, papá cree que no sé la verdad, pero mi mamá y mi tía nos abandonaron Martín y a mí.
Mariana le sonrió con dulzura a Abby, asegurándole que se casaría con Roger y se convertiría en su mamá.
-Es un trato, mamá. No me puedes defraudar -exclamó Abby, muy contenta.
Mariana tomó la mano de Abby con ternura.
-No te preocupes, Abby. Haré todo lo posible para que tu papá y yo estemos juntos.
Abby sonrió ampliamente y continuó disfrutando de su helado.
Al día siguiente, Mariana llegó a la oficina decidida a hablar con Roger. Lo encontró concentrado en su trabajo, con el ceño fruncido y una pila de documentos frente a él.
-Buenos días, Roger -saludó Mariana, acercándose a su escritorio.
-Buenos días, Jefa -respondió él, levantando la vista y sonriendo levemente.
-¿Podemos hablar un momento en mi oficina? -preguntó ella.
-Por supuesto -asintió Roger, siguiendo a Mariana hasta su despacho.
-Roger, ayer llevé a Abby a comer helado como tú lo sabes, y ella me contó algunas cosas que me sorprendieron.
Roger sintió un nudo en el estómago, y un frío recorriendo todo su cuerpo , en pocas palabras sintió miedo.
-¿Ah, sí? ¿Qué te dijo? -preguntó, intentando mantener la calma.
-Me dijo que estás enamorado de mí y que has estado espantando a mis pretendientes -dijo Mariana, mirándolo fijamente.
Roger se sonrojó y bajó la mirada.
-Yo... lo siento, Mariana. No quería que te enteraras de esta manera. Es cierto, estoy enamorado de ti desde hace mucho tiempo, pero nunca tuve el valor de decírtelo. Temía arruinar nuestra relación laboral y perderte.
Mariana se acercó a él y tomó sus manos.
-Roger, yo también siento algo por ti. He estado evitando mis sentimientos por miedo a complicar las cosas, pero no quiero seguir negando lo que siento por ti.
Roger levantó la mirada, sorprendido.
-¿De verdad?
-Sí -asintió Mariana-. Abby me hizo darme cuenta de que no quiero perder la oportunidad de ser feliz contigo y formar una familia juntos.
Roger sonrió, sintiendo cómo su corazón se llenaba de esperanza.
-Mariana, te prometo que haré todo lo posible para hacerte feliz a ti .
Mariana sonrió y se acercó más a él.
-Lo sé, Roger. Y yo también haré todo lo posible para que seamos felices juntos.
Se miraron a los ojos, perdidos el uno en el otro, como si en ese instante no existiera nada más en el mundo. Lentamente, sus labios se encontraron en un beso tierno, suave, lleno de promesas silenciosas y emociones contenidas. Fue un roce dulce al principio, casi tímido, como si ambos quisieran saborear el momento con calma, grabarlo en el alma para siempre.
El beso se intensificó, y sus lenguas comenzaron a jugar entre sí , con una mezcla de ansiedad y ternura. Sus cuerpos se acercaron aún más, como si intentaran fundirse en uno solo, pero el aire comenzó a escasear. Se separaron apenas unos centímetros, respirando agitados, con las frentes apoyadas, sintiendo el calor del otro, Roger cerró los ojos por un instante, disfrutando de esa cercanía que tanto había anhelado. Luego, apoyó su frente contra la de Mariana con suavidad, sus dedos acariciando la piel de su espalda.
-Me haces el hombre más feliz del mundo -susurró con voz ronca, aún embriagado por el beso-, pero tienes que arreglar tu situación con Pedro. No quiero que esto comience con sombras ni dudas.
Mariana lo miró con los ojos brillantes, emocionada por sus palabras y por el torbellino de sentimientos que la envolvía. Lo abrazó con fuerza por el cuello, como si temiera que se desvaneciera si lo soltaba, y rozó su nariz con la de él antes de responder.
-Lo haré hoy, te lo prometo, mi amor -dijo con decisión y ternura en la voz-. Ya no quiero más mentiras, ni más miedo. Solo quiero estar contigo para siempre.
Y sin decir más, volvió a unir sus labios a los de Roger en un beso profundo, intenso, en el que volcó todo lo que sentía: amor, deseo, esperanza... y la promesa de un futuro juntos, limpio y verdadero...
Continuara...