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Los golpes fuertes en la puerta hacen que la pareja que se encuentra en la recámara se despierte alarmada.
Son dos completos desconocidos que se encuentran desnudos, con sus piernas entrelazadas, después de una noche salvaje donde sus cuerpos fueron llevados al límite del deseo y la pasión.
En ellos se reflejan las marcas del desenfreno que compartieron.
Lentamente abren los ojos, recordando lo que pasó la noche anterior y saliendo de aquella ensoñación.
Se observan y no emiten sonido; son dos adultos que, aparentemente, decidieron tener sexo casual.
Scarlett se levanta, mostrando su desnudez sin vergüenza. Cuenta con un cuerpo armonioso y trabajado. Su piel canela clara, contrastada con sus ojos verdes esmeralda y su cabello negro azabache, la convierten en una imagen deslumbrante.
Observa los pedazos de sus bragas en el piso, y solo los recoge. Toma su vestido y se lo pone.
Alejandro solamente la observa. Tiene en su memoria cada uno de los recuerdos de cómo recorrió y disfrutó de cada rincón de la piel de esa bella mujer. Pero, por una extraña razón, no quiere ser el primero en emitir palabra.
Scarlett lo observa. Definitivamente es un bombón. Lástima su trabajo, pero ella pagará cada centavo. Ese hombre la ha hecho sentir como jamás nadie.
-Aún no me has dicho, ¿cuál es el valor de tus servicios? -inquiere, dirigiéndose a la puerta de la suite.
-¿De qué hablas, mujer? -bufa Ale, sintiéndose ofendido. Por más bella que sea, no le va a permitir que lo rebaje.
Aunque no estuvo al cien por ciento consciente, con lo que recuerda sabe que participó.
No puede decir que lo violó, porque su cuerpo se siente relajado y, en la madrugada, fue él quien tomó el control. Recorrió cada parte del cuerpo de su acompañante; no hubo rincón que no haya penetrado. Ha sido el mejor sexo de su vida.
-Sé que te gustó estar entre mis piernas, pero es tu trabajo, así que dime, ¿cuánto es? -menciona, pasando por el umbral de la habitación mientras continúa su camino hasta la puerta principal, abriéndola.
Tessa ingresa sin pedir permiso. En su rostro se puede ver angustia.
Alejandro ha caído en cuenta de lo que sucede: ella lo está confundiendo con un striper por el lugar donde se encontraron.
Le molesta pensar que es una clienta frecuente del lugar. Así que ha tomado la decisión de no sacar a la princesa hechicera de su error.
Asume que es una niña rica y caprichosa. Sus prendas son de diseñador, y su perfume es una fragancia exclusiva que no cualquier mujer puede adquirir.
Su porte y seguridad al moverse y hablar le confirman que pertenece a una de las familias poderosas de la ciudad.
Pero esa mujer lo ha ofendido, y la guardará en su memoria como un buen polvo. Nada más. En este momento de su vida, no quiere entablar ninguna relación amorosa.
-¡Maldición, Scarlett! ¡Se armó Troya! Tus padres vienen llegando.
-¿Por qué? -pregunta la pelinegra, levantando la ceja.
-Alguien te tomó fotos anoche y están circulando por todas las redes -su prima le pasa el móvil, mostrándole las imágenes-. Son el chisme del momento.
Las fotografías la muestran besando a un hombre que no es Ian Williams, su prometido, con el que se comprometerá en unas horas.
Las imágenes son demasiado comprometedoras.
Scarlett respira profundo y se deja caer en el sofá. Otra vez vuelve a ser el centro de un escándalo, el cual sabe muy bien que afectará emocionalmente a su familia.
Toma su rostro con frustración.
Tiene que saber cómo está la situación. Su hermano Robert es quien le puede ayudar. Regresa a la habitación y observa al hombre con el que durmió, quien ya está vestido, listo para marcharse.
Marcello escuchó las palabras de la chica, pero hasta ahora se entera del nombre de su acompañante, de la cual no sabe nada. Solamente la observa con el rostro acongojado.
Scarlett mira, toma su teléfono y revisa los mensajes; los primeros son de su hermano Robert:
-¡MALDICIÓN, Scarlett! ¿¡Dónde diablos estás!?
-Hermanita, de esta no hay quien te salve. Papá está enfurecido.
Luego ve los mensajes de Ian:
-¡Eres una maldit@ perr@! ¿Por qué me lo hiciste? Te odio. No te vuelvas a cruzar por mi camino.
El rostro de Scarlett cada vez palidece más.
"¿Si tan solo se hubiera dedicado a disfrutar de la noche con su prima?"
"¿Si tan solo no se hubiese dejado llevar por los deseos?" Pero esas posibilidades ya no existen.
Escucha la voz de su padre:
-Tessa, te agradezco infinitamente que siempre estés con Scarlett. Pero ya es bueno que dejes de apoyarla en cada una de las idioteces que hace -pronuncia Mateo Spencer con su voz profunda y fuerte, mostrando el enojo que tiene.
La rubia muerde su labio y se sonroja. Se siente apenada ante su tío. Quiere hablar para asumir su responsabilidad, pero su tía, quien viene a su lado, le señala con el dedo índice sobre los labios para que calle.
La pelinegra, al escuchar la voz enojada de su padre, por primera vez siente temor. Algo dentro de sí le dice que sus actos tendrán consecuencias.
Mateo se acerca a la recámara. Su jefe de seguridad le ha informado que el hombre con el que durmió su hija aún se encuentra ahí. Mientras se dirigía al sitio, hizo que le consiguieran toda la información referente al susodicho, la cual llegó en el momento en que estaba ingresando al hotel.
Ha tomado una decisión. Por primera vez obligará a su hija a hacer algo con lo que quizá no esté de acuerdo, pero llegó el momento de que se haga responsable de sus actos.
-Buenos días -saluda con sarcasmo el magnate.
-Papi -dice Scarlett, acercándose.
-Necesito hablar con los dos -manifiesta Mateo, señalándolos y mirándolos sin parpadear, dejando ver su enojo.
Marcello Alejandro intenta hablar, pero el magnate lo fulmina con la mirada para que se mantenga en silencio.
Alejandro detesta sentirse intimidado. Sin embargo, sabe quién es Mateo Spencer, el hombre más poderoso de las telecomunicaciones a nivel mundial. Con tan solo chasquear los dedos puede arruinar la empresa que le ha llevado años construir.
-Sígame -esa palabra no fue una invitación, sino una orden.
Salieron del hotel por la zona del parqueadero privado.
La prensa estaba a las afueras, en busca de captar alguna foto o declaración de los involucrados.
Al salir, observan a través de los vidrios oscuros el revuelo que existe por la última noticia.
Llegaron a la villa del magnate, quien antes de hablar con el cubano, quería hacerlo con su hija.
-Marino, acompaña al caballero mientras hablo con mi hija. Scarlett, sígueme al despacho -su padre solo trata temas de negocios y asuntos serios en la oficina. Siente que está en serios problemas. Esta vez, ni su madre ni su hermano la salvarán. Muerde su pómulo interno, tratando de calmar el nerviosismo.
Ingresaron al despacho. El magnate se sentó en la silla y, al lado, su esposa Hannah. Al frente, lo hizo Scarlett.
-Papá -menciona Scarlett, siendo interrumpida por la voz profunda de su padre. La ira y la decepción que sus ojos centellean la hacen callar y bajar la cabeza.
-Cuando finalmente pensé que tenías tu vida organizada y los malos momentos eran parte del pasado, vuelves a estropearlo todo -vocifera el magnate, mirando a su hija con una mezcla de furia y decepción.
Hannah le aprieta la mano a su esposo, temiendo que diga frases de las que más adelante se pueda arrepentir. Le duele el rumbo que la vida de su hija ha tomado.
Los ojos de Scarlett se cristalizan, y por sus mejillas ruedan lágrimas de arrepentimiento. Mueve los dedos de sus manos con nerviosismo. Sabe que volvió a decepcionar a sus padres, y le duele ver eso en sus miradas.
Mateo se levanta y se dirige al bar que tiene allí. Toma un par de vasos, la botella de whisky, los sirve y le ofrece uno a su esposa. Necesita tranquilizarse antes de hablar. Aunque ya tiene una decisión tomada, debe expresarla con las palabras adecuadas.
...
Pero, cómo no... nada es lo que parece.