Capítulo 3 3. Amada no, pero adorada sí

Scarlett se siente a gusto con ese desconocido, como jamás pensó sentirse. Su cuerpo no tembló ante el contacto, su respiración no se ahogó. Por el contrario, sus bragas se han humedecido.

Decide lanzarse a una aventura de una noche.

-Ven conmigo y gocemos del momento -le susurra al oído de manera coqueta.

Él no es totalmente dueño de sus sensaciones y, lo peor, esa mujer lo atrae como ninguna otra antes.

-Vamos a un hotel. En este sitio no -Ale quiere alejarse de la música, siente que todo juega en su contra. El bullicio, la droga y esa mujer que lo está seduciendo.

Ella muerde su labio. Pero esta noche quiere sentir, vivir y que su cuerpo se estremezca. Tal vez... mañana se arrepienta, pero hoy se divertirá.

-De acuerdo, déjame ir por mi bolso y salimos -responde Scarlett. Asume que él no quiere estar allí para no tener que pagar el porcentaje de sus servicios.

Tessa no aparta la vista de su prima. Ella es demasiado sobreprotectora.

Le toma una foto al seductor policía y se la envía a su asistente para que realice una investigación sobre él en tiempo récord. Si se emite alguna alerta antes de que puedan salir del lugar, ella acabará con los planes de la pareja.

Observa la intención de Scarlett de subir por su bolso. Se adelanta y se lo acerca. No quiere que se arrepienta. Ya tiene la información del caballero y le da luz verde para poder tener una noche de descontrol.

-Disfruta a ese hombre que está divino -le dice Tessa, guiñándole el ojo y con una sonrisa socarrona.

Scarlett no solo está seduciendo a un desconocido atractivo. Está huyendo. De sí misma. De la vida que lleva. De lo que se espera de ella.

Tiene todo lo que cualquier mujer podría desear, pero a veces siente que su existencia está cuidadosamente empaquetada en una vitrina de lujo: perfecta desde afuera, vacía por dentro.

Tessa lo sabe.

Por eso no hace preguntas, solo le entrega el bolso y la deja ir.

Scarlett ni siquiera intenta explicarse.

¿Cómo hacerlo?

Esta noche necesita ser otra mujer.

No la heredera.

No la prometida perfecta.

Solo una mujer, con deseo y contradicciones.

Alguien que por fin rompa las reglas.

Mikkel llega y observa a su amigo con una mezcla de extrañeza y sorpresa al verlo salir de la mano de una mujer. Sus ojos se concentran en la impresionante pelinegra a su lado.

Suspira con resignación y niega con la cabeza.

-Maldit∅, sí que tiene suerte -susurra para sí, llamando la atención de la rubia que está cerca.

Tessa lo mira con sus hermosos ojos azul zafiro, de arriba abajo y viceversa.

Mikkel se aproxima, pero ella mueve su muñeca enseñándole la pulsera de color naranja.

Él se detiene sin entender.

-Naranja, significa aléjate. No estoy interesada -le explica, arqueando la ceja con prepotencia.

-Pero... -Mik intenta protestar. Sin embargo, la rubia coloca su dedo índice en los labios, haciéndolo callar.

-Como trabajador de este lugar, deberías tener claras las reglas -le recuerda con tono de recriminación.

-¿Qué? -le inquiere Mikkel, sin poder concebir que lo está confundiendo con uno de los hombres que ofrece sus servicios en el lugar...

...

Llegan al hotel, donde los deseos carnales son los que controlan el momento.

-Te deseo, princesa hechicera. Quiero advertirte que no soy de los hombres que son suaves -expresa con su voz varonil y seductora, dejando escuchar el acento de su país, el cubano.

La pelinegra siente cómo ese hombre, con su tono de voz, le eriza la piel y le humedece las bragas. Va a interpretar el papel de su vida: el de una mujer que toma y pide sin pudor.

-Me gusta el hombre que me hace sentir su masculinidad, así que demuéstrame lo que tienes.

Sin ninguna consideración, él la levanta y la coloca sobre la mesa. La abre de piernas con decisión, y el leve sonido de la tela desgarrándose acelera sus corazones. De un solo tirón, le arranca la tanga.

Introduce unos dedos en su intimidad, sintiendo la humedad y la calidez que lo invitan a más.

Al mismo tiempo, baja los tirantes de su vestido con la boca, liberando sus senos y apoderándose de ellos, degustándolos salvajemente, como si fueran el manjar más exquisito.

Sus labios son urgentes, su lengua indomable, y su pequeña barba pulcra roza su piel con el toque justo entre placer y descontrol.

Scarlett arquea la espalda y echa la cabeza hacia atrás. Siente que todo su cuerpo vibra al compás de sus movimientos. No hay espacio para la lógica, solo para los impulsos.

-Así... así... -jadea entre gemidos, mientras aferra con fuerza sus manos al borde de la mesa.

Él la observa con hambre, la admira como si fuera una diosa caída a la tierra solo para tentarlo.

-Eres una belleza única, mujer... -murmura ronco, mientras su boca baja por su abdomen, dejando un rastro de besos húmedos y cálidos.

Scarlett se estremece. Siente que se desmorona, que su piel arde y su interior se derrite con cada embestida de sus dedos, con cada roce de su lengua, con cada palabra cargada de deseo que sale de su boca.

Le retira la camisa, y sus manos recorren ese cuerpo esculpido como una escultura viva. Pasa la yema de los dedos por su pecho, su abdomen, su espalda, sintiendo la tensión de sus músculos bajo la piel caliente.

Él continúa haciendo magia con sus dedos y su boca, dominándola, encendiéndola, despojándola de toda defensa.

Le es imposible contener los gemidos que emite su garganta: abiertos, vulnerables, reales. Cada partícula de su sistema estalla con sensaciones que la empujan al borde del abismo.

Se siente deseada como nunca antes.

Amada no, pero adorada sí. Como si su cuerpo fuera un templo y él, un fiel devoto decidido a perderse en él.

Y sin embargo, en medio del placer, una pequeña parte de ella sabe que todo esto tiene un precio.

Pero ahora... solo importa ella.

Esta noche se ha permitido romperse en mil pedazos y entregarse sin nombre, sin condiciones, sin explicaciones.

Y ese hombre... ese desconocido de voz ronca y manos expertas, es su manera de gritarle al mundo -y a sí misma- que aún está viva.

Scarlett es una mujer de ojos verdes esmeralda, tez canela, cabello negro, con un rostro delicado y precioso. Mide 1.70 aproximadamente.

Es la vicepresidenta del grupo Spencer de telecomunicaciones. Tiene 26 años. Se graduó en Negocios Internacionales y Finanzas solamente por complacer a su padre, en un intento de reivindicación por los errores del pasado. Sin embargo, su verdadera pasión es el teatro.

Hija del magnate de las comunicaciones Mateo Spencer y la genetista Hannah Scott. Aparentemente, su vida es envidiada por muchas personas.

¿Qué le podría faltar?

¿Belleza? La tiene.

¿Dinero? Posee una fortuna heredada de sus abuelos.

¿Salud? Goza de excelente.

¿Amor de sus padres? Es su pequeña, y tiene un hermano mellizo que daría la vida por ella.

Entonces... ¿por qué está en ese lugar si en unas horas anunciará su compromiso?

            
            

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