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-Soy un hombre de negocios, y tengo el presentimiento de que usted también. Iré directo al grano. Quiero que se case con mi hija -pronuncia Mateo, sin mostrar un atisbo de emoción.
Pero dentro de ese rostro endurecido hay un padre que lucha con todas sus fuerzas por salvar a su hija. Scarlett es su princesa, su adorada niña, y aunque las formas sean bruscas, lo que está haciendo ahora es protegerla, aunque el mundo lo malinterprete.
Ale aprieta sus puños con fuerza mientras la indignación corre por su cuerpo.
-Disculpe, señor, pero creo que me está confundiendo, al igual que su hija -replica, frunciendo el ceño...
-No lo estoy confundiendo. Sé perfectamente quién es: Marcello Alejandro Martínez. Veintiocho años. Nacido en New York... Dirección de residencia trasveral 5#100 - 4. -menciona Mateo mirándolo de reojo.
La vena del cuello de Alejandro está a punto de explotar; sin embargo, su rostro se mantiene inexpresivo, como si se aferrara al último hilo de autocontrol.
-Inteligente, educado en los mejores colegios. Graduado en Harvard con beca por méritos académicos, especializado en Ciberseguridad. Posteriormente, ingresó a la policía. Vivió con su abuela materna hasta que falleció hace dos años. Actualmente, teniente capitán en la división de criminalística. Soltero. Mejor amigo: Mikel Olsen. -El magnate lo observa directo a los ojos mientras lee los datos del expediente que sostiene.
Alejandro siente cómo una corriente helada le recorre la espalda.
Esos son los datos falsos, la identidad suplantada con la que protege su verdadero pasado. Saber que esa es la información que posee el magnate lo alivia...
Pero él necesita estar allí... es una oportunidad que vale oro... ¿Pero llegar tan lejos...?
-¿Así que me investigó? -responde Alejandro con el ceño fruncido, midiendo cada palabra.
-Siempre lo hago con las personas que se acercan demasiado a mi familia -responde Mateo con ese tono protector que puede resultar tan reconfortante como intimidante.
-Entonces sabrá que no estoy a la venta.
-No lo estoy comprando. Le ofrezco una alianza. Sé de su intención de fundar su propia empresa de seguridad. Con mi respaldo, eso no solo es posible, es inevitable. Sin él, puede quedarse en simples planes... y promesas vacías. -La voz del magnate es tan firme que resuena como una sentencia.
Alejandro lo observa con una mezcla de furia y desafío. La mandíbula tensa, los ojos entrecerrados.
-Señor Spencer, claramente se ha equivocado de candidato. Su hija es hermosa, rica, y seguramente podría conseguir a cualquier hombre con un chasquido. No tiene por qué involucrarme a mí -dice con ironía, levantándose, dispuesto a dar por cerrada la conversación.
Mateo no está dispuesto a rendirse.
-Parece que no me expliqué bien -se levanta con calma, la mirada más filosa.
-Fue usted quien se metió a la cama con mi hija. Y siendo detective de policía, cometió el error de permitir que se tomaran fotos. Fotos íntimas. Comprometedoras. Hasta ayer, el rostro de Scarlett era un misterio. Hoy es carne de cañón en todos los medios... cada red social... cada página amarillista.
Mateo hace una pausa un segundo, y suelta con veneno.
-¡Oh, perdón...! Quise decir exdetective.
Ale siente que ese hombre está sobrepasando sus límites, él no es alguien que de deje intimidar.
-¿Qué quiere decir? ¿Me está amenazando? -espeta Alejandro furioso, golpeando la palma de sus manos contra el escritorio. Sus ojos, oscuros y llenos de rabia, se clavan en los del magnate.
Hannah, que hasta entonces ha sido una espectadora silenciosa, reacciona con rapidez. Se acerca a Alejandro, le posa una mano sobre el hombro y lo empuja suavemente hacia atrás.
-Por favor, siéntate -dice con voz serena, transmitiéndole calma-. Alejandro, sé que esto es difícil. Nadie te obliga a aceptar este matrimonio. Pero piénsalo... puede ser una oportunidad para alcanzar tus metas. Se redactará un contrato, podrán establecer sus condiciones. Solo te pido... que lo consideres -le habla con honestidad, su mirada azul destila ternura y esperanza.
Ale se conmueve; el rostro suplicante de esa mujer le recuerda a su abuela, aquella que siempre creyó en él, incluso cuando él mismo no lo hacía.
-Por usted, señora, lo pensaré -responde con una media sonrisa, genuina, tocada por el respeto.
Gracias -susurra Hannah, tomando sus manos entre las suyas con dulzura-. Sé que eres un buen hombre...
Respira profundamente, antes de continuar
-Lo sentimos por arrastrarte a esta situación -baja la cabeza unos segundos y luego se gira hacia su esposo-. Mateo... no es un tirano... Él no es tan frío como parece. Solo estamos desesperados. No podemos ver a nuestra hija destruirse sin intervenir -una lágrima le cruza el rostro, silenciosa.
Mateo la abraza fuertemente y de manera protectora.
Ella es su mundo, su fuerza. No puede verla sufrir. Por eso está dispuesto a todo para que Alejandro acepte ese compromiso, esa fachada de matrimonio que, aunque parezca una locura, puede salvar a Scarlett del linchamiento público.
Alejandro observa esa unión inquebrantable.
Es evidente el amor, el respeto, la entrega entre ellos... y no puede evitar preguntarse por qué, siendo hija de un matrimonio tan sólido, Scarlett ha terminado tan rota. Él no ha tenido eso. Ni siquiera lo espera. A veces desearía que su padre le diera una mínima parte del respaldo que estos dos le dan a su hija.
Él no ha tenido eso. Ni lo espera. A veces desearía que su padre le diera siquiera una mínima parte del respaldo que estos dos le dan a su hija.
-¿Hasta qué hora tengo para darles una respuesta? -pregunta finalmente, tragándose la presión que le oprime el pecho.
-Hasta las ocho de la noche. Hay una fiesta de compromiso programada en el Hotel Resort -informa Mateo, con la serenidad de quien ya ha jugado su carta.
Alejandro asiente y se despide. No da un sí... pero tampoco un no. Y eso, para los Spencer, ya es una esperanza.
Fuera del despacho, Marino lo espera.
-Joven, la señorita Scarlett desea hablar con usted -informa el guardia.
-En este momento no me interesa hablar con ella. Tengo decisiones importantes que tomar -responde con frialdad, tajante.
-Pero...
-Dije que no -lo interrumpe Alejandro, lanzándole una mirada fulminante. Marino se traga cualquier réplica.
-Entiendo, joven -dice al fin, alejándose para informar a su jefa... y prepararse para el caos que eso provocará.
Alejandro camina con pasos rápidos hacia la salida de la mansión. Maldice por no tener su coche y saber que en esa zona de lujo conseguir un taxi es casi tan fácil como ganar la lotería.
Pero cuando las enormes puertas se abren... algo lo detiene.
Su cuerpo se tensa. Sus ojos se abren incrédulos al ver a la figura que lo espera.
-¿¡TÚ!?...