Capítulo 7 La Red de Mentiras

La mañana siguiente, Alejandro se despertó con un dolor punzante en la cabeza, resultado de la tensión que había acumulado durante la noche. No recordaba cómo había caído en el sueño, pero sí sabía que el peso de las revelaciones de Carmen le había dejado una marca profunda. Los últimos días habían sido un torbellino, y aún no había encontrado respuestas claras. Sabía que todo lo que había construido estaba al borde de un precipicio, y el abismo debajo de él se hacía más profundo con cada minuto que pasaba.

En la reunión de esa mañana, el clima era tenso. Iván, Lucas y los demás miembros clave de su equipo se sentaron alrededor de la mesa de conferencia, observándolo con cautela. Nadie se atrevió a hablar de inmediato, pues sabían que la situación había cambiado radicalmente. Alejandro les había convocado de manera urgente, sin darles más detalles, pero todos podían sentir que algo estaba por estallar. El aire en la sala estaba cargado de incertidumbre.

Alejandro no perdió tiempo y comenzó la reunión sin rodeos.

-Sabemos que algo está mal -dijo, su voz firme, pero con un tinte de cansancio-. Hace poco descubrí que la muerte de Rodrigo no fue un suicidio. Fue un asesinato. Y lo que es más, alguien en este círculo está involucrado.

Los rostros de sus colaboradores reflejaron incredulidad, pero también desconfianza. Iván, su hombre de confianza, fue el primero en reaccionar.

-¿Estás diciendo que uno de nosotros está detrás de la muerte de Rodrigo? -preguntó, con un tono que oscilaba entre la sorpresa y la preocupación.

Alejandro se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en Iván. No era el tipo de hombre que vacilaba al enfrentar una amenaza. Su mirada era como un rayo, penetrante, como si pudiera ver más allá de las palabras de los demás.

-No estoy diciendo nada de forma directa, Iván. Pero lo que sé es que hay algo oscuro en nuestra empresa. Algo que nadie ha querido ver. Y yo mismo no he sido lo suficientemente astuto para descubrirlo a tiempo. Eso tiene que cambiar.

Iván asintió, pero sus ojos no dejaban de moverse, de mirar a todos los presentes, buscando una respuesta. Lucas, el director de operaciones, se mostró más cauteloso, pero no pudo evitar hacer una pregunta incisiva.

-¿Y cómo sabes que fue un asesinato? ¿Qué pruebas tienes?

Alejandro guardó silencio por un momento. ¿Cómo podía explicar algo tan complicado sin dar demasiados detalles? Sabía que cualquier palabra que saliera de su boca sería analizada minuciosamente por todos los presentes. Sin embargo, decidió ser directo.

-Carmen me lo dijo. Rodrigo estaba investigando algo dentro de la fundación. Algo relacionado con personas cercanas a mí, pero aún no sé qué exactamente. Carmen cree que su muerte no fue casual.

El nombre de Carmen coló un escalofrío en la sala. Todos sabían que ella no era una persona que hablaba sin fundamentos. Sin embargo, eso no era suficiente para que Alejandro fuera completamente confiado. Algo en su intuición le decía que Carmen podría estar involucrada más de lo que parecía, pero no podía acusarla sin pruebas claras.

La reunión se alargó durante horas. El equipo de Alejandro pasó de la incredulidad inicial a una seria reflexión sobre las posibles implicaciones de lo que él había dicho. Cada uno de los presentes tenía algo que perder, y todos sabían que, si las cosas se descubrían, podrían ser arrastrados por la misma tormenta. Después de discutir posibles teorías sobre el asesinato de Rodrigo, el grupo acordó una cosa: tenían que empezar a investigar internamente. No podían esperar a que el problema se resolviera por sí solo.

Al caer la tarde, Alejandro decidió tomar cartas en el asunto de manera personal. No podía confiar en nadie más para encontrar la verdad. Había demasiadas traiciones a su alrededor, y sentía que si no tomaba el control ahora, perdería todo lo que había trabajado tan duramente por construir. La empresa, su legado, su vida, todo estaba en juego.

Se dirigió hacia la sede de la fundación, un elegante edificio que había sido inaugurado años atrás para cumplir con su visión de filantropía. Era su orgullo, una de las facetas de su vida que siempre había protegido con mucho celo. Ahora, ese lugar le daba una sensación de desconfianza, como si hubiera algo oculto tras sus paredes de cristal y acero.

Cuando llegó, el vestíbulo estaba desierto. El silencio era palpable, como si el edificio mismo respirara con cautela. Alejandro se dirigió al despacho donde todo había comenzado. Allí, en su oficina privada, podía ver las paredes decoradas con fotos de eventos, discursos y premios que marcaban los hitos de su éxito. Sin embargo, esa misma pared de recuerdos ahora le parecía distante y vacía. No había nada que pudiera poner en perspectiva lo que estaba sucediendo.

Se sentó en su escritorio y abrió el ordenador portátil. Sabía que tenía que revisar los archivos de Rodrigo, pero también sabía que no podía confiar en el sistema de seguridad de la empresa. Decidió ir por el camino difícil: revisar los documentos físicos.

Se levantó y caminó hacia una de las estanterías, donde guardaba documentos confidenciales. Entre ellos, encontró una carpeta que no recordaba haber visto antes. El nombre en la etiqueta era familiar: Rodrigo Pérez – Informe de investigación. Su corazón dio un vuelco al ver esa carpeta, como si las respuestas que había estado buscando durante tanto tiempo estuvieran a punto de ser reveladas. Abrió la carpeta con manos temblorosas.

Dentro encontró una serie de documentos que detallaban varias investigaciones sobre contratos sospechosos, donaciones de la fundación a empresas en las que él mismo había invertido y movimientos financieros que no lograba entender del todo. Cada página estaba cuidadosamente anotada, con fechas, nombres y cifras que comenzaban a darle una idea de lo que Rodrigo había estado descubriendo.

Pero lo que realmente lo hizo detenerse fue una hoja en particular. En ella, Rodrigo había trazado una conexión directa entre la fundación y algunos de los socios más influyentes de su empresa. Algo más grande, algo mucho más peligroso, estaba en juego.

Alejandro se recostó en su silla, incapaz de procesar todo lo que acababa de leer. ¿Había estado tan ciego todo este tiempo? ¿Cómo no había visto las señales de que algo tan monumental estaba sucediendo a su alrededor?

Justo en ese momento, la puerta de su oficina se abrió sin previo aviso. Alejandro levantó la vista, con el ceño fruncido, esperando encontrar a uno de sus colaboradores. Pero lo que vio fue algo completamente inesperado.

Carmen, con una expresión sombría, entró sin ser invitada.

-Sé que has estado buscando respuestas -dijo Carmen, y sus palabras resonaron como una amenaza oculta-. Pero no tienes idea de lo que realmente estás a punto de descubrir.