Venganza de la ex esposa multimillonaria
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Capítulo 3 Capítulo 3

Darya se acercó a la cama para situarse justo frente a Regina.

Y esta le ofreció una débil sonrisa. "Gracias por venir. Yo... ¡Ay!", exclamó cuando le arrancó la gasa blanca que le envolvía la frente.

"¿Qué estás haciendo?". Tanto Micah como Regina exigieron una respuesta al unísono.

"¿Estás loca?". Micah tiró de Darya hacia atrás antes de que pudiera hacerle más daño a Regina, quien mientras tanto se recuperaba rápidamente.

La irritación se transformó en desconcierto cuando ella introdujo algo de dolor en su voz. "Yo..., no entiendo. ¿Por qué me quitaste la curación?".

Darya levantó el trozo de gasa blanca prístina para mostrárselos. "Ni una gota de sangre", dijo.

Entonces, mientras su esposo fruncía el ceño, Darya señaló la frente expuesta de Regina. "Sin rastros de herida, como podrán ver, ni siquiera un rasguño".

Luego, sin perder la tranquilidad volteó a ver a su marido. "Dijiste que tuvo un accidente, que se golpeó terriblemente la cabeza y perdió mucha sangre". Luego ella se burló. "Debe ser sangre invisible".

Micah giró hacia el doctor. "¿Qué está sucediendo? Diagnosticó un traumatismo craneal y ordenó una transfusión".

El doctor Patel, como indicaba la etiqueta con su nombre sobre el bolsillo izquierdo del pecho, se puso de pie lentamente, en tanto gruesas gotas de sudor resbalaban por su frente.

"Yo, ah, simplemente... Solo hice lo que me indicaron".

"¿Quién lo instruyó?". A pesar de que Micah bajó su volumen de voz, subió su nivel de intimidación.

"Usted lo hizo, señor Cavanaugh", respondió el médico, fijando su vista en el suelo.

"¿Yo? Se puede saber cuándo solicité que emitiera un diagnóstico falso?".

Darya se apoyó en la pared, cruzó los brazos y observó cómo se desarrollaba el drama con indiferencia.

Entonces Micah captó la burla escondida en su fugaz sonrisa y empuñó las manos mirando la calva del doctor, quien trataba de disculparse con nerviosismo.

"Um, ah, uh, la señorita Fischer dijo que... Uh, em...".

"¡Hable!", bramó Micah.

"¡Ella dijo que usted quería que el diagnóstico fuera grave para que la señorita Miller tuviera que donar sangre!", soltó el médico lanzando una mirada de impotencia hacia Regina. "Lo siento mucho", agregó.

"¡Micah, no le hagas caso!", estalló Regina enderezándose, con ansiedad. "¡Lo está inventando!".

Él levantó un brazo, con la palma hacia afuera, pidiendo silencio.

Por lo que Regina cerró la boca.

"Explíquese", ordenó Micah, mirando ferozmente al doctor.

"Cada vez que ella venía al hospital, la señorita Fischer se aseguraba de darme el diagnóstico que yo debía darle a usted, para que nuestra historia fuera la misma. Normalmente tenía que decir que ella había sufrido algún tipo de lesión que requeriría una transfusión de sangre.

"¡Y usted simplemente lo aceptó!".

El médico tuvo la decencia de parecer avergonzado. "Ella dijo que perdería mi trabajo si no me alineaba".

Y dado que Regina no necesitaba la sangre, él siempre la vendía en el mercado negro.

El tipo AB negativo era tan raro que valía como si fuera oro puro.

De tal modo, él había hecho una pequeña fortuna, además de pensar que ese acuerdo los beneficiaba a ambos, aunque, para ser honestos, él no estaba muy seguro sobre cuál sería el beneficio para la señorita Fischer.

"¡Micah!", suplicó Regina retorciéndose las manos. "Yo puedo explicarte".

Desde el momento en que su falsedad quedó expuesta, mágicamente el color empezó a llenar sus mejillas que poco antes estaban pálidas.

"Para darte más tiempo de inventar una historia plausible, ¿por qué no les muestro esto? También podrías inventar algo que explique esta foto", intervino Darya.

Ella tocó varias veces la pantalla de su teléfono y miró a Micah. "Te acabo de enviar una foto, revísala".

Después de unos segundos, él se quedó mirando su propio rostro en la pantalla y se dio cuenta de que el fondo de esa habitación le parecía bastante familiar.

Lo que no recordaba era el rostro de Regina recargado en su pecho.

"Tu empresa tiene un departamento de tecnología bastante decente", dijo Darya casualmente. "Probablemente puedas hacer que un par de tus empleados verifiquen si la foto fue manipulada y rastreen al remitente".

"¿Quién te envió esto?", preguntó Micah.

"Eso es lo que estoy pidiendo que averigües, aunque quizás ella pudiera explicarlo", dijo su mujer dedicándole a Regina una sonrisa feroz. "Por cierto, nuestro trato ha sido revocado. Vas a tener que encontrar a alguien más a quien chuparle la sangre".

Acto seguido, ella salió de la habitación, dejando atrás los últimos tres años de su vida.

Mientras ellos discutían, el doctor Patel aprovechó la oportunidad para escabullirse.

A continuación, Micah se quedó mirando su teléfono, pensando que la nota sobre el príncipe azul y la dama de compañía era punzante.

Él nunca había pensado en Darya como su sirvienta.

En realidad, nunca había pensado en ella, punto.

Ese terrible comentario aumentó la extraña sensación que inundaba su estómago. Darya no le había pedido el divorcio en un impulso del momento.

Esa foto fue probablemente la gota que derramó el vaso.

Ella realmente lo estaba dejando, de manera permanente.

Entonces, él sintió una punzada aguda que destrozó su corazón y volteó hacia la puerta. "¡Darya!".

Sin embargo, Regina eligió ese momento para caerse de la cama y sus rodillas golpearon el piso de vinilo con un ruido sordo imposible de ignorar.

Tirada en el suelo, ella se agarró el pecho, para lamentarse: "Yo... no me siento muy bien".

"¿Qué te pasó?", preguntó Micah dubitativamente.

"De repente, yo... Me sentí muy débil", respondió ella, con la cara arrugada por el dolor. "Creo que me voy a desmayar".

"Iré a buscar al médico".

"¡No, no me dejes, por favor!", gritó Regina agarrándolo por el brazo, en medio de sollozos. "¡Extraño a Lucian! ¡Ojalá estuviera aquí!"

Ese comentario congeló a Micah.

De pronto, todos los recuerdos de los últimos momentos de su compañero del ejército cruzaron por su mente.

Regina captó la mirada triste en el rostro de Micah por el rabillo del ojo y ocultó su sonrisa de satisfacción.

A continuación, para asegurarse de que él se quedara con ella, la mujer contuvo la respiración hasta que se desmayó.

Mientras tanto, Darya se detuvo frente al ascensor, pulsó el botón para llamarlo y aguzó el oído, sin embargo, no oyó los pasos apresurados que esperaba fueran detrás de ella.

Entonces, sus labios mostraron una sonrisa amarga.

El hombre con el que había estado casada durante tres años no se molestó en tomarse un momento para despedirse.

Se preguntó si eso era el reflejo de la falta de sentimientos de su esposo o si ella era incapaz de ocupar un pequeño rincón en su corazón.

Probablemente, él ya la había descartado totalmente de su vida y estaba buscando al próximo donante de sangre.

Darya entró en el ascensor, las puertas se cerraron detrás de ella, y cuando llegó al piso indicado, salió al estacionamiento subterráneo, donde estaba el Bugatti negro de Micah, estacionado en su lugar reservado.

No obstante, ella pasó junto a él sin mirar atrás y se detuvo frente a un Rolls Royce Phantom e inclinó la cabeza.

            
            

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