Venganza de la ex esposa multimillonaria
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Capítulo 7 Capítulo 7

Al ser sorprendida con la guardia baja, Darya perdió el equilibrio, por lo que estuvo a punto de caer por las escaleras, pero Bianca la detuvo a tiempo, mientras dejaba escapar un gruñido feroz.

¡Esa era la vida que su mejor amiga había estado viviendo!

¡Así trataban a la niña de los ojos de los McAllister!

La chica esperó a que Darya se estabilizara para correr hacia su exsuegra y empujarla con fuerza.

"¡Ay!", gritó Judy tambaleándose sobre sus tacones altos, al tiempo que se golpeaba la espalda contra la puerta y se deslizaba hasta caer al suelo.

Bianca apartó las piernas de la mujer de una patada, abrió la puerta de par en par y le hizo una seña a Darya con la cabeza para que siguiera adelante. "¡Entra!".

"¡Darya Miller! ¡Ven y ayúdame!", gritó Judy golpeando el suelo con los puños. Era evidente que la mujer sentía una rabia infinita. "¡Le diré a Micah que permitiste que esta pobretona me agrediera!".

La chica no se inmutó, solo la miró para hacerle una simple pregunta: "¿Por qué debería ayudarte?".

Judy nunca la había defendido cuando su hija Felicia la molestaba, lo cual era todo el tiempo. No solamente no intervenía, sino que en ocasiones incluso le echaba una mano.

Darya rodeó a su exsuegra para pasar a la sala lujosamente decorada, la cual podría haber sido elegante, si no fuera por la insistencia de la dueña en llenarla de chucherías kitsch y adornos de mal gusto.

Una vez allí, ella recogió el correo urgente que estaba sobre la mesa de café. Entre otras cosas, estaba un sobre abierto de donde salía la esquina del acta de divorcio que estaba esperando.

La chica sonrió con satisfacción antes de guardarla en su bolso, luego subió las escaleras y volvió a bajar cinco minutos después.

A continuación, ella se detuvo en el umbral, se dio la vuelta y miró el suelo de mármol que refulgía de limpio, bajo la luz brillante de los enormes candelabros.

Durante el tiempo que vivió en ese lugar, tenía que fregar el piso con un trapeador y un balde de agua, la cual siempre estaba helada en invierno.

Al pensar en esos últimos tres años con la cabeza despejada, no podía creer que hubiera permitido que la utilizaran de esa manera.

Solo era una criada sin sueldo, ¡una esclava!

"Vámonos", dijo tomando a Bianca del brazo. Su amiga había estado vigilando a Judy, que seguía sentada en el suelo como si fuera una niña berrinchuda.

"¡Ya era hora!", dijo poniéndose sus lentes de sol. "Empezaba a aburrirme. Larguémonos de aquí".

El llamativo Porsche 911 atravesó las enormes rejas de la entrada, justo cuando entraba el Bugatti negro.

Tan pronto como Micah llegó a la entrada, saltó de su auto para correr escaleras arriba al ver a su madre tratando de levantarse del piso.

"¡Mamá! ¿Qué pasó?".

Judy apoyó su considerable peso en los brazos de su hijo, respirando con dificultad. "¡Tu exesposa me acaba de atacar!".

"¿Darya?". Micah revisó a su madre cuidadosamente, pero no pudo encontrar ninguna herida. "¿Estás bien?".

"Sí, pero quiero que castigues a esa mujer. Demándala, pon su nombre en una lista negra, sácala de la ciudad, no sé, haz lo que puedas para que reciba su merecido".

"¿Qué te hizo?", preguntó él, ayudándola a caminar hacia la sala. Una vez allí, la apoyó para que se acomodara en el sofá. "¿Quieres que llame a un médico?".

"¡No! Ya te dije que estoy bien. Pero me sentiré mejor una vez que le des una lección a esa insolente".

"¿Ella te atacó?". Micah encontraba eso difícil de creer.

"Bueno, no exactamente, venía con una tipa; ella fue quien lo hizo. ¡Una buena para nada!". Judy agarró la mano de su hijo. "¡Qué bueno que te divorciaste! Ella nunca fue digna de ser tu esposa".

"¿Hace cuánto tiempo estuvo aquí?", preguntó Micah. "¿Adónde fue?".

"¿Y cómo voy a saberlo?", gritó Judy agitando una mano con desdén. "Eso no importa. Ya no es parte de esta familia, en realidad, nunca debimos aceptarla entre nosotros".

Él miró fijamente a su madre durante mucho tiempo, luego se puso de pie y se dio la media vuelta para dirigirse hacia la salida.

"¿Adónde vas?".

Al ver que no respondía, la mujer levantó la voz. "No irás a buscar a esa trepadora, ¿verdad?".

Micah se detuvo para voltear a ver a su madre.

Sabía que ella usaba un lenguaje colorido con bastante liberalidad cuando se alteraba, pero nunca la había oído referirse a su esposa de esa manera.

Se preguntó si alguna vez se lo habría dicho en la cara.

¿Sería esa una de las razones por las que quiso el divorcio?

Si su madre la estaba tratando mal, ¿por qué no se lo dijo?

"¡Por cierto!", exclamó la mujer golpeándose el muslo con la mano. "¿Le diste algo en el divorcio? ¡Dime que no! Apuesto a que pidió un acuerdo grande y gordo. Mira, si...".

"No lo hizo", la interrumpió él con frialdad. "Ella no pidió nada".

Una vez que terminó de hablar, salió de la casa antes de que su madre pudiera decir más y se subió a su automóvil.

A continuación, habló con Elliott, su asistente y cuando colgó, vio el nombre de su madre parpadeando en la pantalla de su celular.

"¡Micah, la p*rra mintió!", gritó Judy al teléfono, histérica. "Si te dijo que no aceptaría nada fue porque ya se había robado lo que quería".

Él frunció el ceño, apartando el teléfono de su oído. "¿De qué estás hablando?".

"¡Del anillo de la caja fuerte! ¡El diamante Graff que vale dos millones y medio de dólares! ¡Ella lo tomó! ¡Tienes que recuperarlo!".

En ese momento, él recordó el anillo con el diamante de 12 quilates y una banda de oro rosa.

Era su argolla de matrimonio, él también tenía la suya; aunque él se la puso una sola vez.

En cambio, ella usaba la suya como si fuera parte de su piel, de hecho, no podía recordar un solo momento en que la hubiera visto sin ella.

Pero debía habérsela quitado en algún momento o de lo contrario su madre no hubiera sabido que estaba en la caja fuerte.

¿Quería conservarla después de divorciarse?

¿Qué significaba eso?

Mientras él permanecía sumido en sus especulaciones, Judy seguía despotricando por la bocina del teléfono. "¡Es una ladrona! ¡Llama a la policía! ¡La encerraremos!".

El hombre echó la cabeza hacia atrás, frotándose el entrecejo. "Es su anillo de bodas, le pertenece a ella y tenía todo el derecho de llevárselo. No voy a llamar a la policía, ni tú tampoco", dijo con tono determinante y colgó.

En su casa, Judy miró fijamente la pantalla de su celular: "Llamada finalizada", en ese instante ella dio un grito ensordecedor.

Si él no quería molestarse en hacer algo con esa p*rra, entonces ella tendría que hacerse cargo de esa tipa ladrona e irrespetuosa.

La mujer, todavía estaba muy conmocionada por la confrontación que había tenido unos minutos atrás.

Pensaba que Darya Miller siempre había sido una chica debilucha, mansa y sin carácter, pero el hecho de que estuviera divorciada de Micah no le daba ningún derecho a burlarse de ella.

Eso no estaba nada bien y tendría que recibir un castigo.

Judy le dio un gran trago a su copa de vino, un exquisito Zinfandel, y puso manos a la obra.

            
            

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