Capítulo 9 EPISODIO 9

Ellis salió del despacho de Maximilian Spencer con la furia encendiendo su pecho, como una bola de fuego que no podía apagar. El peso del testamento en sus manos era insoportable, tan tangible como el futuro que ahora parecía inminente. Había sido la decisión de su padre, pero ella no podía aceptarlo. ¿Cómo iba a liderar una mafia? ¿Ella, que solo quería ser alguien diferente, alejada de la oscuridad que había rodeado su vida desde que naciera?

Caminó a paso rápido por los pasillos del lugar, su mente corriendo a mil por hora, como un torbellino de pensamientos desordenados. Ian estaba detrás de ella, seguro de que su hermana cedería, que finalmente tomaría el control del imperio. Pero Ellis no lo haría. No podía hacerlo. Era un peso demasiado grande. Y lo peor de todo era que no podía confiar en nadie. No podía confiar ni siquiera en él.

Empujó la puerta de salida y respiró el aire fresco de la tarde, aunque no sirvió para calmar su furia. En la calle, los coches pasaban y la vida seguía, indiferente a todo lo que acababa de suceder en ese despacho, en ese mundo oscuro y corrupto que su padre había dejado en sus manos. Ella no quería eso. Quería libertad, paz. Quería dejar atrás todo lo que la ataba, lo que la había hecho ser una prisionera en su propia vida. Pero el destino no le había dado otra opción.

El sonido de un motor la hizo mirar hacia el costado. Un auto negro, con cristales tintados, estaba estacionado al final de la calle. No le prestó atención al principio, pero cuando el vehículo comenzó a moverse lentamente y a seguirla, algo en su interior se encendió. El miedo. El mismo miedo que había sentido tantas veces, cuando pensaba que había logrado escapar y la sombra de su pasado la alcanzaba de nuevo.

Siguió caminando, pero no pudo evitar mirar una y otra vez hacia el vehículo que la seguía. La sensación de que no estaba sola, de que alguien la observaba, la acosaba, hizo que la furia se transformara en una rabia aún más profunda. La habían estado siguiendo todo el tiempo. Desde el momento en que salió del hospital. Sabían quién era, sabían que había heredado el control de la mafia americana. Y ahora estaban detrás de ella, queriendo atraparla. Atraparla en esa maldita pesadilla de la que pensó que había escapado.

Decidió no dejar que el miedo la dominara. Su decisión estaba tomada. Salir del país, desaparecer de nuevo. Eso era lo que tenía que hacer. Nadie, ni siquiera Banke, tendría que saber que ella era la legítima heredera del puesto. Esa información la haría vulnerable, y no pensaba permitirlo. La mafia no era su vida, ni iba a serlo.

Con pasos rápidos y decididos, se dirigió hacia el hotel donde había estado hospedándose. Su maleta ya estaba lista. No necesitaba mucho. Nunca había sido de acumular cosas. Siempre viajaba ligera, siempre lista para escapar cuando las cosas se ponían feas. Pero ahora, no era solo una cuestión de huir. Era una cuestión de supervivencia.

Al llegar al hotel, se dio cuenta de que Banke no estaba en el lobby. Un suspiro de alivio escapó de sus labios, pero no por mucho tiempo. Banke era su amiga y confidente, la única persona en la que confiaba en este mundo tan oscuro. Aunque sabía que su amiga entendería su decisión de irse, algo en su pecho se encogió al pensar en separarse de ella. Pero ya no tenía otra opción. La situación era insostenible. Tenía que desaparecer, y lo haría, con o sin la ayuda de Banke.

Se dirigió hacia su habitación sin perder tiempo, buscando la maleta que había guardado en el armario. Sabía exactamente lo que tenía que llevar: poca ropa, lo esencial, y algo de dinero. Lo demás no importaba. No necesitaba nada más. No necesitaba nada de este maldito mundo.

Abrió el armario y sacó la maleta, comenzando a meter rápidamente sus pertenencias. Su mente estaba en modo automático, pero su corazón latía fuerte, acelerado por el miedo y la rabia. Los pasos resonaron en el pasillo, y la tensión en el aire parecía intensificarse. De repente, escuchó voces. Gritos. Gritos de Banke, claramente alterada. La reconoció al instante.

-¡No sé lo que están buscando aquí! ¡No tengo nada que ver con ellos! -gritaba Banke, y el sonido de las voces se acercaba más.

Ellis se quedó paralizada. Su respiración se aceleró y el miedo comenzó a apoderarse de ella. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué estaban allí? Aquellos tipos, los mismos que la habían estado siguiendo, debían haber llegado allí para encontrarla. Pero no lo harían. No la encontrarían. No tan fácil.

La puerta de la habitación de al lado se abrió de golpe, y Alessandro apareció, mirando hacia los lados como si intentara decidir qué hacer. Su mirada se cruzó con la de Ellis, y por un instante, ella se quedó inmóvil. No esperaba encontrarlo allí, ni mucho menos tener que enfrentarse a él en una situación como esa. Pero cuando sus ojos se encontraron, algo dentro de ella le dijo que podía confiar en él. O, al menos, que él podría serle útil.

Alessandro la observó con el ceño fruncido. Sabía que algo no iba bien, y al ver la expresión de Ellis, también entendió que ella quería escapar. No era de los que se metía en problemas ajenos, pero algo en su interior le dijo que no debía dejarla ir sola. Después de todo, ella lo había ayudado en varias ocasiones, y ahora podría necesitar su ayuda también. A pesar de no conocerla lo suficiente, algo en su instinto le decía que esta mujer no era alguien que pudiera dejar atrás sin hacer nada.

-¿Qué está pasando? -preguntó Alessandro, acercándose a Ellis con cautela.

Ellis no respondió de inmediato. Estaba en shock, procesando todo lo que había escuchado y visto. La realidad estaba golpeando con fuerza. Se dio cuenta de que sus planes de huir ahora se habían complicado. Los tipos que la habían estado siguiendo no solo la perseguían por ser la hija de Maximilian Spencer. Ahora la situación era aún más peligrosa. Ellos estaban allí, en el hotel, y la buscaban a ella.

-Ellos vienen por mí -dijo finalmente, su voz casi un susurro, llena de rabia contenida-. No solo por Banke, sino por mí. Y no voy a quedarme aquí para que me encuentren.

Alessandro la miró fijamente. No la conocía bien, pero la determinación en sus ojos era inconfundible. Había algo en ella que lo hacía confiar en que no era una simple chica en apuros. Sabía lo que quería, y estaba dispuesta a luchar por ello. A pesar de todo.

-Yo también quiero salir de aquí -dijo él, su voz baja, pero firme. Un gesto que Ellis no esperaba. Y, sin pensarlo dos veces, agregó-: Ven conmigo. Puedo ayudarte.

Ellis no estaba segura de por qué lo decía. No conocía sus intenciones, pero algo en su interior le dijo que no tenía otra opción. No podía quedarse en ese hotel. No podía quedarse en ese mundo.

Sin pensarlo, aceptó. Juntos, salieron de la habitación en silencio, sin hacer ruido. Los pasos de Alessandro resonaban con la misma urgencia que los suyos, pero él parecía tranquilo. Algo en su serenidad la tranquilizó por un momento, aunque solo fuera por un instante.

Cuando llegaron a la salida del hotel, las luces de la ciudad brillaban, como siempre lo hacían. Pero para Ellis, esa ciudad ya no era más que un laberinto oscuro del que tenía que escapar. Y ahora, junto a Alessandro, tenía una oportunidad. Solo esperaba que no fuera demasiado tarde.

-¿A dónde iremos?.

La urgencia de escapar era mucha,pero también debía saber a qué se estaba metiendo al pedir la ayuda de ese hombre.

-Te llevaré a mi casa,créeme que ahí nadie podrá encontrarte a menos que tú lo desees

            
            

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