Matrimonio Arreglado
img img Matrimonio Arreglado img Capítulo 3 Un vínculo que nunca fue
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Capítulo 6 El arte de fingir la libertad img
Capítulo 7 El peso de un matrimonio no consumado img
Capítulo 8 Un matrimonio no es un contrato img
Capítulo 9 Silencios que hablan img
Capítulo 10 Una visita inesperada y un almuerzo con segundas intenciones img
Capítulo 11 Silencios que separan corazones img
Capítulo 12 Una noche que lo cambió todo img
Capítulo 13 La elegancia del abandono img
Capítulo 14 Entre el amor y la estrategia img
Capítulo 15 Una nota y un adiós img
Capítulo 16 La decisión de partir img
Capítulo 17 La herida y la verdad img
Capítulo 18 Romper las cadenas img
Capítulo 19 El inicio de una despedida img
Capítulo 20 Renacer: el regreso de Clarissa img
Capítulo 21 Encuentros imprevistos: el camino de vuelta img
Capítulo 22 Reencuentro entre sombras img
Capítulo 23 Una noche para olvidar img
Capítulo 24 Despertar en lo inesperado img
Capítulo 25 Consecuencias de una noche img
Capítulo 26 Donde termina el orgullo y comienza el amo img
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Capítulo 3 Un vínculo que nunca fue

Los encuentros entre Clarissa Kingswell y Spencer Thornfield continuaron siendo una sucesión de momentos incómodos, sin que surgiera ningún tipo de química o afinidad entre ellos. Cada vez que se veían, la atmósfera se volvía densa, cargada por una tensión invisible pero palpable. Era como si hubiera una barrera entre ambos, una línea que no podía ser cruzada. Cada palabra intercambiada parecía un esfuerzo, un intento desesperado por llenar el vacío de un vínculo que nunca había existido.

En los primeros encuentros, Clarissa se esforzó por mantener una postura educada, por buscar algo, cualquier cosa, que pudiera justificar lo que estaba ocurriendo. Intentaba iniciar conversaciones, hacer preguntas, mostrar interés. Pero Spencer respondía con monosílabos, con frases cortas, casi como si estuviera esquivando algo que ni siquiera él sabía qué era. Cuando hablaba, evitaba mirarla a los ojos, como si su presencia le resultara incómoda. A veces se perdía en sus propios pensamientos, con la mirada perdida en un punto lejano, como si estuviera buscando algo o a alguien que no se encontraba allí.

Clarissa no podía dejar de notar lo distante que era, lo mucho que parecía vivir en un mundo propio que no la incluía. Aquello la frustraba, porque, a pesar de todo, ella se sentía obligada a intentar, a buscar una conexión, un indicio de interés. Sin embargo, con cada encuentro, se daba cuenta de que él simplemente no quería estar allí. Spencer, con su carácter reservado e introspectivo, parecía una persona que no deseaba ser tocada, que se mantenía distante no solo físicamente, sino también emocionalmente.

La primera vez que Clarissa intentó hablar de algo más personal, de sus propias opiniones o sentimientos, él la interrumpió y desvió la conversación hacia un tema totalmente distinto, muchas veces relacionado con la casa que estaban organizando o con asuntos prácticos del día a día. No parecía interesado en saber cómo se sentía ella ni lo que pensaba. No mostraba ninguna curiosidad por conocerla, lo cual la desconcertaba. ¿Cómo alguien podía ser tan indiferente? ¿Cómo era posible que, en un mundo donde ella al menos quería hacer lo correcto, él simplemente no se interesara?

Las interacciones entre ellos seguían siendo frías. Cuando se encontraban, la conversación giraba en torno a asuntos neutros, como el menú de la cena, la disposición de los muebles o qué debía hacerse a continuación. Nunca hablaban de sí mismos. No había espacio para eso. Cada uno parecía lidiar con su existencia sin ningún deseo de compartirla con el otro. Para Clarissa, eso resultaba frustrante, porque sentía que él sabía algo que ella no, que tenía una llave que ella no podía encontrar. Era como si él ya hubiera decidido que ella no era alguien con quien valiera la pena relacionarse.

Ella trataba de no pensar demasiado en eso, de no dejar que su indiferencia la afectara, pero en el fondo era imposible ignorarlo. Incluso cuando él la saludaba, había algo impersonal en sus gestos, como si solo estuviera cumpliendo una formalidad, sin emoción, sin deseo real de estar presente. Cuando él la ayudaba con algún detalle, como recoger algo que ella dejaba caer o abrirle una puerta, la sensación de distancia entre ellos se volvía aún más evidente. Lo hacía, no porque quisiera, sino porque parecía lo más conveniente o educado.

En uno de esos días, exasperada, Clarissa intentó otro enfoque. En lugar de limitarse a preguntas triviales o conversaciones impersonales, decidió hablar sobre algo que realmente le importaba, algo que pudiera abrir una grieta en ese muro invisible que se había formado entre ellos. Habló de sus sueños, de sus aspiraciones. Quería saber si él tenía alguna ambición, algo que lo moviera más allá de la rutina que parecía ser su vida. Pero la respuesta fue más bien un desinterés disfrazado que una verdadera interacción.

Spencer la miró por un momento, pero pronto desvió la mirada, enfocándose en un rincón de la sala, como si algo allá fuera más interesante. "No lo sé. La vida simplemente pasa, ¿no?" dijo con una voz plana, sin entusiasmo alguno. Clarissa sintió un nudo en la garganta. La conversación terminó ahí, sin que él aportara nada significativo. No fue grosero, pero tampoco la escuchó de verdad. Era como si se hubiera desconectado desde el inicio, como si no tuviera ningún deseo de conocerla realmente.

A medida que pasaban los días, Clarissa comenzó a cuestionarse a sí misma. ¿Estaba haciendo algo mal? ¿Sería ella quien tenía las expectativas equivocadas? Pero no, ella sabía que no era eso. Veía el comportamiento de Spencer como un reflejo de algo más profundo, de una incapacidad para conectarse con las personas a su alrededor. Él no la veía como alguien con quien se pudiera tener una conversación verdadera, un intercambio genuino. La veía como una formalidad que debía cumplirse, como una obligación en una lista de pendientes.

Mientras tanto, Spencer seguía siendo un enigma para ella. Había algo en él, una cualidad que no lograba entender. Era silencioso, introspectivo, y casi siempre parecía estar en otro lugar, tanto física como emocionalmente. Cuando hablaba, era solo para responder, nunca para iniciar. Y cuando escuchaba, parecía no absorber realmente lo que ella decía, como si solo estuviera esperando a que la interacción terminara para volver a su mundo interior.

Clarissa, por su parte, se sentía cada vez más sola. Quería encontrar una manera de conectarse con él, de hacer que las cosas fluyeran naturalmente, pero sentía que estaba hablando con una pared. A veces se preguntaba si él siquiera notaba su presencia. La trataba con cortesía, pero nunca con verdadero interés. No sabía si eso era parte de su carácter o si simplemente estaba actuando así por la situación impuesta por sus padres. Pero, fuera cual fuera la razón, la soledad que sentía no hacía más que aumentar.

Así, los encuentros continuaban. No había risas, ni entusiasmo, ni conexión. Solo gestos mecánicos, palabras que flotaban en el aire sin aferrarse a nada. Clarissa trataba de no desanimarse, pero no podía negar el vacío que sentía. Un vacío creado por la falta de reciprocidad, por la ausencia de afecto o interés genuino por parte de Spencer. Eran dos extraños compartiendo el mismo espacio, forzados a coexistir sin ningún deseo real de entenderse o conocerse.

Con cada nuevo encuentro, Clarissa sentía crecer la frustración. Ya no sabía qué esperar. Las conversaciones se volvían cada vez más automáticas, y ella comenzó a conformarse con respuestas cortas, sin esperar más. Spencer no parecía querer saber nada de ella, y con el tiempo, Clarissa empezó a aceptarlo. No sabía si eso significaba que él no podía conectar con otros o si simplemente no quería hacerlo. El hecho era que, sin importar la causa, Clarissa se sentía atrapada en una situación sin salida.

En silencio, comenzó a comprender la magnitud de la distancia que se había formado entre ellos. Ya no había espacio para ilusiones, ni esperanza de cambio. Sabía que, tarde o temprano, eso tendría que resolverse. Pero hasta entonces, lo único que quedaba era una convivencia sin profundidad, donde cada palabra intercambiada entre ella y Spencer no era más que otra formalidad, otro intento frustrado por crear una conexión que simplemente no existía.

            
            

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