Nivel Cero Amor
img img Nivel Cero Amor img Capítulo 4 Reglas internas
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Capítulo 6 Me vigilan img
Capítulo 7 Primer encuentro frío img
Capítulo 8 Lucía investiga el área restringida de la empresa img
Capítulo 9  Bruno le advierte a Lucía img
Capítulo 10 Tareas confidenciales img
Capítulo 11 Dudas y primeros cuestionamientos img
Capítulo 12 Bruno muestra su lado vulnerable img
Capítulo 13 Lucía observa la soledad de Bruno img
Capítulo 14 Bajo presión img
Capítulo 15 Amenaza interna img
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Capítulo 4 Reglas internas

La luz en la sala de orientación era blanca, casi azulada, como la de una sala médica. Lucía se sentó entre otros cinco empleados nuevos, cada uno aislado dentro de su propio silencio. El protocolo indicaba que todo nuevo integrante debía recibir una sesión sobre "normativas de convivencia". Pero no era una simple charla de bienvenida: era un recordatorio de quién mandaba, y cómo.

Una mujer de voz aguda, con un peinado tan pulido que parecía de plástico, les habló durante casi cuarenta minutos. La presentación era clara, eficaz... impersonal hasta la médula espinal.

-NCA no permite vínculos personales entre empleados que interfieran con los objetivos institucionales -dijo sin pestañear-. Eso incluye relaciones sentimentales, encuentros fuera del horario laboral y cualquier forma de acercamiento no autorizado.

Lucía parpadeó, sin mover la expresión.

-Todo comportamiento que denote favoritismo, afecto o cercanía fuera de los canales operativos será reportado y sancionado con medidas disciplinarias inmediatas -añadió la mujer, girando la página de su manual-. Esto no es una sugerencia. Es una norma de seguridad interna.

Lucía:

"La palabra afecto aparece junto a riesgo. No se trata de ética. Se trata de control. Aquí el amor es una amenaza. Lo emocional no puede colarse, no puede contaminar la eficiencia."

Miró a su alrededor. Nadie parecía sorprendido. Algunos incluso asentían con naturalidad, como si aquella norma formara parte del aire desde siempre. Como si jamás hubieran pensado en abrazar a alguien en este edificio. Como si querer fuese un virus.

Más tarde, de vuelta en su oficina, Lucía se encerró tras la puerta de vidrio esmerilado. Afuera, los sonidos eran mínimos: teclas, pasos apagados, el golpeteo lejano del sistema de climatización. Se quitó los zapatos para estirar los pies bajo el escritorio y cerró los ojos por un segundo. Entonces, alguien tocó.

-Soy yo -dijo la voz, grave, desde el otro lado.

Bruno.

Lucía se acomodó rápido, calzándose otra vez, y dijo con calma:

-Adelante.

Bruno entró con su acostumbrada discreción. Llevaba una carpeta en la mano, pero su rostro no parecía el de alguien que venía por asuntos administrativos.

-Me pidieron que te entregue esto -dijo, dejándola sobre su escritorio-. El nuevo protocolo para análisis de conductas atípicas.

Lucía asintió y tomó el documento. Pero él no se movió. Permaneció de pie frente a ella, en silencio.

-¿Todo bien? -preguntó Lucía, sin levantar del todo la mirada.

Bruno se sentó, sin invitación. Había algo extraño en su expresión, como si dudara de hablar o de callar.

-¿Tú sabías de política? -preguntó al fin.

-¿Cuál?

-La de... vínculos personales. Las relaciones entre empleados.

Lucía lo miró. No sonrió. No se movió.

-Sí. Lo mencionaron esta mañana. Bastante claro.

Bruno asintió. Hizo una pausa larga, cruzando una pierna. Luego dijo:

-No sé si lo entiendo del todo. ¿Una conversación fuera del trabajo puede ser interpretada como una falta?

-Depende del contexto -respondió ella, seca-. Pero sí, técnicamente.

-Entonces, por ejemplo... esto.

-¿Esto?

-Nuestra conversación ahora. ¿Es parte de algo laboral?

Lucía sostuvo su mirada. Algo denso y lo no dicho se deslizó entre ellos.

-Si me estás preguntando si esto es inapropiado, la respuesta es no -dijo ella, firme-. Hasta ahora.

Bruno entrecerró los ojos. Se inclinó un poco hacia ella, no de forma invasiva, pero sí sincera.

-¿Y si en algún momento lo fuera?

Lucía no respondió enseguida.

Lucía:

"Esto es exactamente lo que no debe pasar. Este tipo de pausas, este tipo de preguntas. Lo sé. Pero su voz me llama al borde. Y parte de mí... quiere caer."

-Entonces deberíamos evitarlo -respondió, con la voz más firme de lo que sentía-. Por nuestro bien. Por el tuyo.

Bruno asintió. Pero no parecía convencido.

Bruno:

"Si esto es un juego, no quiero ganarlo. Pero si es una guerra, tampoco quiero perderla. Solo sé que su voz me arrastra hacia algo que creí olvidado. Y eso es mucho más grave que una norma escrita."

-Nos vemos -dijo él al fin, y se levantó.

-Sí -dijo ella, sin mirar.

La puerta se cerró. Lucía exhaló profundamente.

Lucía observó a Bruno a través del vidrio. Él estaba de pie, hablando con alguien en voz baja, con una postura que combinaba autoridad y desgaste. Llevaba la chaqueta desabrochada y una camisa gris oscuro que marcaba el contorno de sus hombros anchos. Había en su forma de escuchar algo inesperadamente paciente. Y en sus gestos, algo... humano.

Volvió a su escritorio y bajó la vista al informe que tenía abierto. No leyó nada. Su mente ya estaba en otro sitio.

"Bruno Ortega. Abogado interno. Ejecutor. Silencioso, eficaz, casi invisible para la mayoría... menos para mí."

Lo había analizado casi sin querer. Sus pausas. Su lenguaje corporal. Las maneras sutiles en las que esquivaba el contacto, pero lo buscaba al mismo tiempo. Había algo en él que no encajaba con el molde perfecto de NCA. Algo quebrado, o quizás demasiado intacto. No sabía cuál de las dos cosas le atraía más.

"Hay una grieta en él. La percibo. Pero no sé si es una entrada o una advertencia."

No era una ilusión romántica. Lucía no fantaseaba con redenciones. Ella no era ese tipo de mujer. Pero... había empezado a imaginar otra cosa.

La escena se formaba sola, como un pensamiento fugaz que volvía cada vez más claro: una noche cualquiera, tarde. Las luces mínimas de la oficina. Él entrando a su despacho, cerrando la puerta sin decir palabra. Sus miradas cruzándose sin necesidad de explicaciones. Y ella... por primera vez, cediendo.

Nada de estrategias. Nada de defensas.

Solo piel y respiración, deseo y alivio. Silencio. Refugio.

"Romper la regla no es solo un acto de insubordinación. Es un grito. Una necesidad. ¿Cuánto tiempo más puedo sostener este hielo?"

Pero luego, como un latigazo, la voz de la mujer de Recursos Humanos volvió a su mente:

"Todo vínculo afectivo será sancionado. No hay excepciones."

Lucía apretó los labios y se obligó a volver al presente. Cerró el informe que no había leído y se levantó para servir café. El ritual de siempre. La disciplina que la mantenía intacta.

Pero ya no estaba intacta.

Ahora sabía cómo era imaginarlo. Y eso... eso era un paso hacia el borde.

            
            

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