El pecado de Afrodita (Ceo, amor, pasión, erótico, millonario CEO)
img img El pecado de Afrodita (Ceo, amor, pasión, erótico, millonario CEO) img Capítulo 4 Cuatro
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Capítulo 6 Seis img
Capítulo 7 Siete img
Capítulo 8 Ocho img
Capítulo 9 Nueve img
Capítulo 10 Diez img
Capítulo 11 Once img
Capítulo 12 Doce img
Capítulo 13 Trece img
Capítulo 14 Catorce img
Capítulo 15 Quince img
Capítulo 16 Dieciseis img
Capítulo 17 Diecisiete. img
Capítulo 18 Dieciocho img
Capítulo 19 Diecinueve img
Capítulo 20 Ultimo capítulo img
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Capítulo 4 Cuatro

Capítulo 4

-¡¿QUÉ COJONES HACES AQUÍ?!

Sus ojos me desvistieron con la mirada y la sorpresa de su rostro fue grato de grabarla y pasarla en una pantalla grande. La furia lo dominó y su asqueroso rostro que tanto recordaba y me daba pesadillas por la noche, me hicieron sentir pequeña. Miré a James y luego a él, levanté mi vestido rojo y salí de allí, con el corazón congelado, aterrado.

-¡Alma! -escuché gritar a James, detrás de mí.

Tomé a las voladas de una bandeja una copa de algo que rogaba que tuviera alcohol y comencé a ingerirla descaradamente, mientras me abría paso entre la gente ricachona.

Subí las escaleras que se abrían en dos pasillos, tomando el pasillo número uno, en busca de un baño en el cual refugiarme. Encontré lo que parecía uno y abrí la puerta de madera oscura, encontrándome una escena tan intensa que me dejó los pelos de punta.

La madre de James estaba con las manos sobre el lava manos, separadas mientras su frente estaba pegada contra el espejo, ahogando gemidos mientras un joven de unos veinticinco años, moreno y de gran contextura física, le levantaba el vestido plateado para penetrarla salvajemente mientras los pechos descubiertos de ella rebotaban con gran intensidad.

Ambos levantaron la mirada hacía mí, con los ojos bien abiertos.

-Oh mi Dios ¡cómo lo siento! -exclamé, con las mejillas ardiéndome y cerrando rápidamente la puerta.

-¡Maldi...!-fue lo único que le escuché decir a la madre de James antes de cerrar la puerta.

Mierda, mierda, mierda. Desesperada, busqué otra habitación en la cual refugiarme y así poder calmarme. Piensa en mariposas y no en la vieja en la que están follando, piensa en mariposas y no en la vieja a la que están follando.

Bajé nuevamente las escaleras, aturdida y paso por al lado de James a toda velocidad que no logra alcanzarme por más que grite mi nombre. Salgo de aquella intimidante casona a la cual nunca debí asistir.

No sabía que Garicia era dueño de una gran fortuna. No sabía que él asistiría y que sería padre de James.

Llego al gran portón y logro que me abran las puertas. La calle del barrio privado está desierta. No hay un alma y el silencio es algo estremecedor. Miro de lado a lado, no sé a dónde ir. Quiero escapar.

Quiero huir de Garicia.

Me siento en el borde de la acera y me echo a llorar. No puedo evitar romper en llanto. Por fin todo estaba saliendo perfecto.

-Dios, preferiría estar muerta -sentencié en voz alta, cerrando los ojos y sintiendo como mi cabello se pegaba a mi frente por el sudor de la adrenalina y los nervios.

-¿Alma?

La voz de James detrás de mí me provoca un sobresalto.

-Vete, James -quiero sonar firme, convencida con mi pedido, pero sólo mi tono de voz logra que sea una súplica.

Escuché un suspiro detrás de mí, supuse que estaba aliviado por encontrarme. Limpio las manos con el dorso de mis manos y miro mis piernas extendidas en el cemento.

-Vamos, abre la puerta.

-Necesito estar a solas un momento, James -inquirí, llevándome las manos a la cara, superada por la situación.

No le importaron mis palabras, se sienta a mi lado y puedo percibir que está mirándome. Demonios, no quiero que me vea llorar.

-¿Qué demonios ha sido lo de allí adentro? ¿Por qué saliste corriendo como si hubieras visto un fantasma?

No quiero mirarlo. No sé si estoy enojado con él o qué. Sinceramente desconozco mi estado de ánimo como para expresarlo y encasillarlo en alguna emoción.

Pero sé que él necesita una explicación.

-Tu padre era mi jefe en el bar ubicado en una de las calles más prestigiadas de Seattle, del cual renuncié. Es el que me maltrataba psicológicamente. La he pasado muy mal con él, James.

Me atrevo a mirarlo. Se le tensa la mandíbula. El rostro se le desfiguró, se echa hacia atrás, sentado y se apoya sobre sus manos.

Está cabreado.

-¿Tú eras la chica que salió en el periódico por humillarlo y que casi recibe una demanda? -la voz fría y distante fue lo que me partió el corazón.

-¿Humillarlo?¡Él fue el maldito que desbordó el vaso para que yo tomara la decisión de suicidarme, James! -grité, con la voz temblorosa y al borde de las lágrimas-. Se te mete en la cabeza con sus crueles palabras, ¡tanto que llegas a creértelas y te desgarra!¡Él es un hijo de la mierda que destruye hasta lo más hermoso! -confesé, sintiendo la colera superarme.

Se quedó en silencio, con la boca algo entreabierta y sin saber qué decir. Me temblaba el cuerpo como si hiciera frio en aquella calle vacía, el sudor de mi piel provocaba un gran descenso de temperatura en mi cuerpo.

Lo miré, destrozada.

-Entenderé si ya no quieres hablar conmigo o verme. Siempre los hijos se ponen del lado de sus padres por más situación horrible que ellos hicieran -dije, sin ánimos de nada.

Felicitaciones Alma, tu única oportunidad de tener una vida mejor había sido eliminada por tu cobardía y la desconfianza que te tienes ti misma.

-Mi padre solía golpearme con su puño cerrado en el rostro - comenzó a decir, con un gran rencor saboreando su boca y desviando la mirada hacia algún punto del aire libre-, y una vez fue tan fuerte el golpe que caí por las escaleras que viste allí adentro. Mi madre no estaba, cuando regresó le pidió una explicación y este culpó a la niñera, a quien despidieron de inmediato. Yo tenía trece años. Los traumas me los ha generado él.

Me quedé sin algo que decir. Había soltado eso con tanto pesar y como si le hubiese costado hacerlo. No podía imaginarme cómo Garicia podía herir a alguien como James, quien me había demostrado que no tenía maldad hacía mí persona.

Sin pensarlo dos veces me abalanzo sobre él, en silencio y lo abrazo. Era extraño estar allí, en esa calle que apenas era iluminada y que olía césped recién cortado.

-Ahora entiendo por qué reaccionó así cuando te vio, Alma. Creo que no te enteraste, pero quiero avisarte que cerraron su local en esa calle, ya que todos los empleados renunciaron y ahora él tiene una mala imagen. Tiene en su totalidad cinco bares, luego tiene varios viñedos a su nombre con el cual factura buen dinero. Yo soy jefe de una de ellas.

Imaginándome a Garicia siendo un fracaso, era la mejor sensación de satisfacción que alguien me hubiese dado. Sonreí y reí a carcajadas por dentro. Era fantástico.

¡Le cerraron el bar!

-¿A qué te dedicas exactamente, James? -le pregunté, apartándome y cambiando de tema.

No quería que supiera que era tan cariñosa y apegada cuando solía tener amigos.

-¿Y si mejor no hablamos de trabajo y nos concentramos en emborracharnos? -propuso.

-Ahora sí nos vamos entendiendo, James.

Me dio un beso en la mejilla y su barba muy poco rasurada me pinchó, provocándome una leve cosquilla en la piel. Me tomó de la mano y me ayuda a levantarme. Tan caballeroso como siempre. Sus ojos color caramelo me hipnotizan de cierta forma y más cuando me sostiene la mirada como ahora. Meneo la cabeza.

-Vamos a tomar algo de comida de aquella fiesta y nos largamos ¿está bien? -me ofrece, sonriéndome.

Asiento. Si él estaba a mi lado, podría protegerme ¿no?

Volvemos a ingresar a la fiesta y nos topamos a la madre de James bajando las escaleras con un cierto asco dirigido a mí. Fue de lo más incómodo cruzar mirada con ella. Me miró mal y luego dirigió su atención a su hijo.

-Follar en el parque es de lo más antiguo que se ha visto. La próxima busquen un lugar mejor-le espetó ella.

James soltó el aliento, claramente fastidiado por su comentario tan fuera de lugar que incluso a mí me sorprendió.

-¿Qué?¡Nosotros...!

-Créame que follar allí nunca pasa de moda, señora-lo interrumpí, entrelazando mi mano con la de él, con la intención de seguir caminando.

Ella se nos puso en frente, atrasándonos el paso, molesta.

-No la quiero a ella como tu chica de compañía, James -le dijo a su hijo, en modo de protesta-. No luego de lo que me ha contado tu padre. Por culpa de esta mosca muerta, perdimos una de las sucursales más transitada de Seattle.

Mierda, no sabía que fuera tan sincera frente a mis narices. Esas cosas se hablaban a puertas cerradas, sin embargo, había logrado que todo mi enojo floreciera y me dieran ganas de escupirle en la cara.

-¡Ella tuvo sus motivos para hacer semejante escándalo, mamá!

-¡No la quiero aquí! -le gritó la vieja, hecha una furia.

-Me iré y no volverá a verme la cara. Tampoco tengo ganas de estar aquí.

-¡Siempre arruinas todo, madura! -escuché que le dijo James, furioso-Querían que traiga a una, insistieron como bestias ¿Y ahora te rehúsas a aceptarla? Eres exasperante, mamá.

Maldita casa de locos. Comienzo a caminar en dirección a la mesa de comidas, donde veo un manjar para muchos invitados bajo un mantel blanco. El único recuerdo que quiero tener de aquello es la comida gourmet y que no podría pagar jamás.

Tomé otra copa con champagne de un mesero que pasaba ofreciéndolas y así humedecer mi boca. Las personas continuaban ajenas al asunto, disfrutando de la música clásica que sonaba, charlas falsas y sonrisas modestias. Dejé la copa vacía en una de las bandejas de plata a mi alcance.

-Tienes incluso el descaro de presentarte aquí y comer de mi comida.

Me di la vuelta, encontrándome con mi peor pesadilla.

-Nos volvemos a ver, querido Garicia -musité, tomando otra copa para bajar el bocadillo atorado en mi garganta.

Se acercó a mí y acercó sus asquerosos labios a mi oído, haciéndome sentir su perfume agrio, asqueroso. Quise retroceder, pero la mesa que tenía detrás me lo impedía.

-Pedazo de puta, eso es lo que eres. Nunca llegarás a nada, arrastrada y caza fortunas, te voy a hacer chuparme la polla...

Sin pensarlo dos veces le lancé el champagne en el pecho, empapando con el contenido el estúpido esmoquin.

-¡Ojalá te mueras, hijo de la mierda! -lloré, con la boca temblorosa.

La música se detuvo y exclamaciones y ahogos de asombro predominaron el lugar. Garicia se quedó helado, mirando su pecho empapando y el enfado lo invadió de tal manera que cuando vi que estuvo por levantar la mano para abofetearme, James se interpuso al instante, atajando su brazo con su enorme mano.

James era el triple de grande que él.

-Ni lo pienses -masculló James, con los dientes apretados y con las venas marcándole el cuello.

Garicia se zafa del agarre de su hijo y lo mira, enfurecido, sin decir nada.

-Vámonos, Alma-sentenció James, tomando una bandeja de bocadillos al paso y una botella cerrada de vino blanco que había sobre la mesa.

Miré a Garicia por última vez, con la barbilla levantada y con una ceja arqueada, disfrutando de aquel momento que, para mí, era triunfo puro.

            
            

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