La idea del suicidio continuaba siendo una buena idea. El auto estacionó ante mi edificio y las luces del interior se encendieron. La oscuridad del coche ya no estaba, dejándome ver finalmente a James.
-Te enviaré el dinero por lo de esta noche, en un sobre sellado más la dirección del psicólogo. No está muy lejos de aquí -dijo finalmente rompiendo el silencio tenso.
Me dolió su tono frío. No volvería a verlo. Quería recordarle que él iba a acompañarme, pero aquello iba a sonar tan idiota de mi parte que preferí callarme.
-Gracias-solté en su mismo tono-, buenas noches señor Volk.
Bajo del coche tomando la cartera de mano y cierro la puerta luego de ver que no tiene intenciones de saludarme. El coche se pone en marcha y lo vi alejarse, con un nudo en el pecho. Lo que más me extrañó fue que no se marchaba directo al lujoso edificio que daba a la calle de enfrente y en el cual, vivía.
¿Dónde iba a esas horas de la noche? Me dije rápidamente que eso no era asunto mío.
-¿No te cansas nunca de arruinarlo todo? -me pregunté a mí misma, con el ánimo por el piso.
Las lágrimas caían mientras me adentraba en el edificio, parecían ser ya las once de la noche. Solo las luces de los pasillos estaban encendidas y las personas de administración ya se habían marchado.
Llegué a mi piso, prácticamente arrastrando los zapatos y abro la puerta de mi apartamento. Carl está sentado en el sofá mirando televisión con los pies arriba de la mesa ratona. La luz de diversos colores le pegan en su piel morena.
-¿La pasaste bien, aunque sea? -me preguntó con un ánimo contagioso apenas me vio.
-La pasaré bien si me follas, Carl.
Él era mi amigo del orfanato y habíamos salido juntos de aquel horrible pozo. Me mudé junto él en el mismo corredor. Carl era tan apuesto. Su piel era pálida cubierta por tatuajes, ojos azules y labios gruesos. No recordaba si tenía veintiocho o veinticinco años. Me miró sorprendido, pero con una sonrisa picarona.
-¿Ibas a tardar tanto en pedírmelo?-me preguntó, levantándose del sofá y acercándose a mí.
-No estuve bien últimamente, pero eso se ha terminado hoy-me excusé.
-Veo que tuviste una mala noche. Tienes el maquillaje de tus ojos corrido, pareces un pequeño mapache.
Lo tengo ante mí y comienzo a sacarle la playera blanca que lleva puesta por encima de la cabeza.
¿Qué demonios tenían los hombres en la cabeza para compararme con animales pequeños?
-Basta de charlas grandote, follame.
Río entre dientes, dispuesto a ofrecerme una noche que logrará calmarme y hacerme olvidar de todo.
Abrí la puerta sin tomarme la molestia de ponerle llave ya que estaba rota y encendí la luz.
-Gracias por vigilar el apartamento mientras yo no estaba-le agradecí-. Bájame el cierre de del vestido por favor. Me está apretando mucho y es insoportable.
Carl cerró la puerta, colocando una de las sillas pesadas que tenía contra ella y procedió a bajar el cierre del vestido, haciéndome sentir su calor corporal detrás de mi espalda.
-Eres una hermosura, maldita sea-me decía, mientras bajaba el cierre y llenaba de besos mi delicado cuello-, no sé dónde has ido, pero estoy seguro que infartaste con ese trasero que tienes a más de uno.
Ojalá hubiera sido una magnifica noche como él tanto imaginaba.
El vestido color pastel cayó al suelo, dejándome únicamente con mis bragas y medias de encaje negras y los zapatos. Cuando estaba a punto de quitarme las bragas, Carl me detiene en seco.
-No, quédate así. Quiero follarte así-me susurra, mordiéndome el lóbulo de la oreja y pegando su enorme erección contra mi trasero.
-Mierda, como te he extrañado-logré decir apenas, ya que me faltaba el aliento.
Hace cuanto tiempo no tenía contacto carnal...
Carl y yo solíamos follar mucho, pero las cosas se habían nublado cuando comencé a perderme en mis negativos pensamientos, aislándome yo misma de las personas.
Cuando me di cuenta me había levantado del suelo y me lanzó delicadamente a la cama, que no tardó en rechinar por mi peso. Era una cama barata que por cada movimiento hacia un ruido distinto e incómodo.
Desnuda bajo el cuerpo de Carl, no tardó en empezar a penetrarme con delicadeza luego de colocarse el último condón que quedaba en mi mesa de noche. Su rostro lleno de placer era todo lo que necesitaba ver, y cerré los ojos tras suprimir un gemido. No sé por qué quería ver el rostro de James y no él de Carl.
¿Qué demonios me estaba ocurriendo?
Cada embestida era algo brusca, algo incómoda y cada tanto le decía que fuera un poco más considerable ya que no era una maldita muñeca inflable. Demonios, Carl.
Apretando uno de mis muslos con sus manos y la otra uno de mis senos, estaba listo para acabar. La respiración de él comenzó a aumentar, a contraerse, empezar a maldecir. Sabía que cuando Carl hacía eso ...
-Mierda, Alma-masculló, transpirado y dejando caer su cuerpo al costado del mío, agitado y sin tomarse la molestia de retirarse el condón.
¿Tan rápido acabó?
-Yo no acabé-le recordé, en seco.
Me miró, encogiéndose de hombros.
-¿Tengo que pedirte disculpas por ello? Follar es cómo una carrera, Alma; el que acaba primero gana. Tú debiste esforzarte por acabar.
Lo que me faltaba...
-¿Pero qué demonios estás diciendo, Carl? ¿Me tomas el pelo?¡Ni siquiera estimulaste mi clítoris!
-¡Pero si te he penetrado ahí!
Si hubiera tenido café en mi boca lo lanzado en su cara.
-¡Tomamos clases de educación sexual juntos en el orfanato!¡Dios mío!
-Alma ¿qué te pasa?¡Siempre la pasamos bien juntos y ahora te la das de exigente!
Caminé hacia mi pequeña cajonera para buscar uno de mis remerones largos que no tardé en colocarme encima para tapar mi desnudes.
-¿En serio no sabes dónde demonios está el clítoris, Carl?
Bufó con aire de ironía, rodando los ojos y mirándome cómo si le negara que dos más dos es cuatro. Luego, su orgullo varonil desapareció bruscamente y negó con la cabeza, sin ni siquiera mirarme.
Solté el aliento, comprendiendo tarde que estaba siendo demasiado exigente con él.
-El orgasmo femenino también es importante, Carl.
-Ahora comprendo por qué Camille me dejó.
Me senté a su lado, extrañada por su confesión.
-También se quejaba cuando follabamos, me decía que era bruto y que no entendía lo que ella quería -prosiguió-. Camille se cansó y me dejó, hace un par de días se ha ido de apartamento, con su gato y sus maletas. El sexo fue aquello que desbordó el vaso. Aunque hace dos días le he enviado un mensaje para ver si podíamos hablar de lo nuestro y accedió, mañana a la noche nos veremos.
-Práctica conmigo.
Me miró, con las cejas levantadas.
-¿Qué?
-Práctica el sexo conmigo para recuperar a Camille-le repetí.
-A veces creo que estás loca, Alma.
Tomé mi celular y busqué la imagen de una vagina dibujada. Lo encontré y se lo mostré haciéndole zoom en ella.
-Lo que aquí ves es el clítoris, ese punto diminuto necesita estimulación para que la mujer llegue al orgasmo. Puedes hacerlo si mojas tus dedos y lo acaricias haciendo formas circulares en él o puedes hacerlo con la lengua. Debes abrir ambos labios para llegar a él, no penetrar a la bestia, Carl -miró la imagen atentamente, como si lo viera por primera vez-. Una cosa que te aconsejo: cuándo la penetres, acaríciale a la vez la zona, veras como llega al orgasmo más pronto de lo que crees.
Me puso la mano en la pierna y me miró a los ojos.
-¿Podemos practicar?
Algo en mí me dijo que retrocediera, ya que ahora no me encontraba segura de que fuera algo indicado si intentaba recuperar a una mujer.
-Mejor práctica con ella, creo que con lo que te he indicado te servirá para que ambos puedan descubrirlo juntos.
Me miró con una media sonrisa en sus labios y me atrajo hacia él en un abrazo.
Le devolví la sonrisa y no sé por qué se me dio por mirar la ventana que daba al apartamento de en frente, la de James. Para mi sorpresa, la luz de su habitación estaba encendida y no estaba sólo, si no con una chica con la cual compartían una copa de vino cada uno.
La luz de mi habitación también estaba encendida, así que supongo que fue algo del momento que se nos cruzaran las miradas. James me miraba a la distancia, y cuando su compañía vio que algo había captado su atención, decidió mirar a dónde él tenía puesto los ojos pero se lo impidió, tomando su mejilla con la palma de su mano. Besó a la chica que parecía tener el cabello castaño claro y un vestido negro ajustado.
Me quedé helada, literalmente la estaba besando apasionadamente mientras me miraba. Tragué con fuerza, sintiendo mis mejillas acaloradas.
-¿Puedes hacerme un último favor? -le pregunté a Carl, sabiendo perfectamente que yo no estaba orgullosa por lo que estaba a punto de soltarle.
-Dime.
-¿Tú estás completamente separado de Camille?
-Sí, estoy soltero.
-Follame de nuevo, entonces.
Fui yo esta vez quien enlazó mis manos detrás de la enorme nuca de Carl, para traerlo hacia mis labios y así. Mientras lo besaba, miraba a James, quién ahora tenía el rostro desfigurado y noté que estaba besando con más intensidad a la chica.
Yo lo imité. Me subí a horcajadas de Carl, sentándome entre sus piernas mientras rosaba mi sexo con su enorme erección. James, por su parte, había destapado los senos de la chica, quien parecía gozar mientras él le pasaba la lengua por los pezones sin apartar sus ojos de los míos.
Hijo de...
-Alma, nos quedamos sin condones -susurró Carl de manera lenta, ya que parecía lo bastante excitado.
-Te mentí. Tengo más.
-¿Por qué me mentiste diciéndome que sólo te quedaba uno?
-Porque me estabas follando horrible, Carl -rodé los ojos.
Saqué un condón de la mesa de noche, sin dejar de mirar a James con cierta arrogancia. Él, mientras tanto, tenía contra una pared a la chica, quien parecía estar gimiendo mientras la lengua de James le hacía sexo oral. Mis piernas se contrajeron ante ese espectáculo y sentí como mi deseo empezaba a aumentar.
Estaba entre enojada y excitada.
No tardé en ponerle el condón a Carl y meter su miembro erecto en mi interior. Solté el aliento y cerré los ojos, sintiendo cómo él comenzaba a moverlo y yo empezaba a subir y bajar de manera cuidadosa hasta que este se acomodara.
Para mi sorpresa, James se estaba follando a la chica de cabello castaño, luego de levantarle el vestido a la altura de la espalda. Esta se aferraba a la pared mientras él la penetraba por detrás, tomando con sus manos cada costado de sus caderas. El muy imbécil me seguía mirando, con su cuerpo tenso y claramente soltando ruidos roncos, disfrutando el momento.
Comencé a moverme más rápido arriba de Carl. Lo abracé, aferrándome a él mientras la intensidad aumentaba al igual que mis gemidos. James penetraba cada vez más fuerte a la chica al verme de esa forma. Cómo forma de castigo, me saqué la camiseta larga, dejando mis pechos al descubierto. James paró bruscamente de follar y abrió levemente sus labios, mirándome anonadado y sin dar crédito de lo que veía.
Arqueé una ceja, sonreí, maliciosa y le saqué el dedo del medio. Carl no se dio cuenta, estaba demasiado concentrado penetrándome.
James soltó a la chica, furioso, cerró la cremallera de su pantalón y cerró la cortina, dejándome consternada por su reacción, pero bastante orgullosa de que había logrado afectarlo.
Carl acabó, dejándose caer de espaldas a la cama y con los brazos abiertos. Yo me quedé allí, arriba de él, algo confundida por lo que acababa de pasar.
¿Por qué habíamos hecho eso? ¿Con qué intención? ¿Qué demonios con James? No comprendía nada, ¿fue para herirnos mutuamente o simplemente disfrutábamos ver al otro en aquella situación tan intima? No sabía cómo definir los sentimientos por los cuales estaba atravesando, estaba helada.
-¿Te hice acabar? -me preguntó Carl, regresándome a la realidad, mientras él trataba de recuperar el aliento.
-No, pero no estuviste nada mal, Carl.
-¿Puedo dormir aquí? Estoy desnudo y me da pereza regresar a mi apartamento.
-No, necesito estar sola por esta noche. Gracias por cuidarme la casa.
Asiente, comprendiéndome y me da un beso en la sien luego de vestirse. Lo veo marcharse mientras me aparto varios mechones del rostro debido al sudor. No sabía que estaba tan agotada hasta que puse mi cara en la almohada y me dormí al instante, soñando que James me follaba a mí.