Dolor, Tu Compañero Eterno
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Capítulo 4

Levanté la vista del dinero esparcido y miré alrededor del apartamento. Nuestra cama, donde me había susurrado promesas. La pequeña estantería donde guardaba mis libros de flamenco junto a sus partituras falsas. Cada objeto era un testigo mudo de su engaño.

Mi mente retrocedió. Recordé nuestras conversaciones nocturnas, nuestros sueños susurrados en la oscuridad. Hablábamos de abrir una pequeña escuela de arte juntos, él con su música, yo con mi baile. Hablábamos de tener hijos, de criarlos para que valoraran el trabajo duro y el amor por encima del dinero.

"Creía en nosotros," dije, más para mí que para él. "Creía en el hombre que fregaba platos en un bar y soñaba con componer."

Mateo se cruzó de brazos. Su postura había cambiado. Ya no era el artista encorvado y tímido. Ahora se erguía con la arrogancia de alguien que nunca ha conocido la necesidad. Su ropa, su reloj, todo en él gritaba dinero. La farsa había terminado.

"Ese hombre nunca existió, Sofía. Era un papel. Un juego."

"Un juego," repetí, entumecida. "Mi vida. La vida de mi abuela. Un juego."

"¡Oh, por favor! No seas tan dramática. Fue divertido mientras duró. Te di dos años buenos, ¿no? Te saqué de tu pueblo polvoriento."

La crueldad de sus palabras me dejó sin aliento. Me acusaba a mí de ser la interesada, cuando él había convertido mi amor en un deporte.

"¿Qué te ha pasado, Mateo? ¿Dónde está el chico del que me enamoré?"

Él se encogió de hombros, con una indiferencia que me heló la sangre.

"Se cansó de jugar a ser pobre. Es agotador, ¿sabes? Fingir que te importa el precio del pan."

Me di cuenta entonces. El cambio no era reciente. Siempre había sido así. Yo solo había visto lo que quería ver.

Me levanté. Mis piernas temblaban, pero me mantuve firme.

"Se acabó, Mateo."

Él soltó una carcajada.

"¿Tú me dejas a mí? ¿En serio?"

Sacó un sobre de su chaqueta. Lo tiró sobre el dinero.

"Demasiado tarde, cariño. Ya tenía los papeles preparados. Pensaba hacerlo de una forma más... civilizada. Pero visto lo visto..."

Abrió el sobre. Eran documentos legales para disolver nuestra unión civil. Premeditado. Calculado.

"Me acusas de ser una embustera," susurré, incrédula. "Tú... tú planeaste todo esto."

"Fue una apuesta, Sofía. Y la he perdido. Se suponía que tenía que demostrar que acabarías pidiéndome dinero. Tardaste más de lo esperado, eso te lo concedo. Tienes talento para la actuación."

La puerta se abrió sin llamar. Era Isabella. Entró como si el apartamento fuera suyo, con una sonrisa maliciosa.

"Veo que la fiesta ya ha empezado."

            
            

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