Corazón Puro se Convierte en Veneno Lental
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Capítulo 2

La noticia de mi elección se mantuvo en secreto, un acuerdo entre mi familia y los Castillo.

El mundo exterior, la prensa y la alta sociedad, todavía creían que mi prometido sería Javier Soto.

La primera prueba llegó una semana después, en una gala benéfica en Sevilla.

Apenas entré, los periodistas me rodearon como lobos.

"Señorita Villanueva, ¿es cierto que pronto anunciará su compromiso con Javier Soto?"

"Señor Soto, ¡qué pareja tan perfecta hacen!"

Busqué a Javier con la mirada. Estaba al otro lado del salón, con Carla Mendoza pegada a su brazo.

Él me vio, pero desvió la mirada, ignorándome por completo. Luego, con una sonrisa protectora, apartó a Carla de los fotógrafos.

"Por favor, respeten a Carla. Ella es la mujer que amo. Mi matrimonio es un asunto de negocios, pero mi corazón le pertenece a ella."

Sus palabras resonaron en el salón. Todos se giraron para mirarme.

Sentí sus miradas de lástima, sus susurros. "Pobre niña rica", "El dinero no puede comprar el amor".

Carla, desde la seguridad de los brazos de Javier, me lanzó una mirada. No era de miedo ni de disculpa.

Era de puro triunfo.

Más tarde, durante la cena, Javier finalmente se acercó a mi mesa. Su rostro estaba tenso por la ira.

"Isabella, ¿qué crees que estás haciendo? ¿Crees que presionar a mi familia te servirá de algo?"

Antes de que pudiera responder, Carla apareció a su lado, con los ojos llenos de lágrimas falsas.

"Javier, no la culpes... Es mi culpa."

Miró a Javier y luego a mí.

"Isabella, sé que no te agrado. Pero, ¿era necesario usar tu influencia para que expulsaran a mis padres del club de campo? Era el único lugar donde se sentían aceptados."

Mentira. Una mentira descarada.

Javier se giró hacia mí, su rostro se deformó por la rabia.

"¿Hiciste eso? ¿Eres tan cruel?"

"Yo no..."

No me dejó terminar.

Agarró una caja de puros habanos de edición limitada que estaba sobre la mesa, un regalo para los donantes importantes, y me la arrojó.

La esquina de la pesada caja de madera golpeó mi mejilla.

El dolor fue agudo, pero más agudo fue el sonido del gaspeo colectivo de las mesas cercanas.

"Pídele disculpas a Carla. Ahora."

Me quedé quieta, mirándolo a los ojos. El Javier que amé en mi vida pasada se superpuso con el monstruo que tenía delante.

Toqué mi mejilla. Estaba hinchada y empezaba a doler de verdad.

"No", dije con voz fría y clara.

La humillación pública no era nada. Ya había experimentado la muerte.

Esto era solo el principio de mi venganza.

            
            

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