El sobre con los papeles del divorcio estaba sobre la mesa de la cocina, junto a una factura de la luz sin pagar. Lo miré fijamente, el papel oficial contrastaba con la humedad que manchaba la pared de mi pequeño apartamento en Triana.
Lina quería el divorcio.
Y me ofrecía una miseria para que desapareciera de su vida.
En mi vida anterior, me negué. Grité, luché y terminé muerto en un estúpido accidente de coche, conduciendo borracho y desesperado después de que ella se riera en mi cara.
Pero hoy no.
Hoy desperté de nuevo, un día después de recibir esa misma citación. El sol entraba por la ventana, y por primera vez en años, no sentía el peso del mundo sobre mis hombros. Sentía una calma fría, una claridad aterradora.
Me levanté, me puse la ropa más barata que tenía, la que Lina odiaba, y salí del apartamento sin desayunar. No tenía hambre.
Tenía un plan.
El tablao de Lina, "Alma Gitana", brillaba bajo el sol de Sevilla. Era un lugar de lujo, construido con mi sudor y con el dinero que generaban mis composiciones. Yo lo gestionaba todo desde las sombras, mientras Lina y su joven amante, Patrick, vivían en una villa con piscina.
Entré por la puerta de servicio, como siempre. El olor a vino caro y a perfume me golpeó. Me dirigí hacia la oficina, pero me detuve al escuchar risas provenientes del salón principal.
Me escondí detrás de una gruesa cortina de terciopelo rojo.
Allí estaba Lina, hermosa como siempre, bebiendo champán con un grupo de críticos y amigos. Patrick estaba a su lado, con su brazo posesivamente alrededor de su cintura.
"Roy es un buen hombre, pero no tiene ambición," decía Lina con un suspiro dramático.
"Fue mi primer amor, el único de verdad, pero esa llama se apagó. Se conformó con ser un músico de sótano."
Uno de sus amigos se rio.
"Un mantenido, querrás decir, Lina. Tienes suerte de habértelo quitado de encima."
Patrick sonrió con suficiencia y le dio un beso en la mejilla a Lina.
"No te preocupes, mi amor. Ahora me tienes a mí para llevar a 'Alma Gitana' a lo más alto."
La rabia debería haberme consumido, pero en cambio, solo sentí una confirmación helada. Todo era exactamente como lo recordaba.
Salí de detrás de la cortina.
El silencio se apoderó de la sala. Todas las miradas se posaron en mí, en mi ropa gastada, en mi aspecto cansado. Mi presencia era una mancha en su mundo perfecto y brillante.
Lina me miró, su rostro una máscara de irritación y vergüenza.
"Roy, ¿qué haces aquí? Te dije que mis abogados se pondrían en contacto contigo."
Ignoré a los demás y la miré directamente a los ojos.
"He venido a negociar los términos del divorcio, Lina. En persona."
---