Estaba dando las últimas instrucciones a la modelo principal cuando su teléfono empezó a sonar, era Ricardo.
Lo ignoró, no iba a permitir que le arruinara este momento.
Pero él insistió, una llamada tras otra, con una urgencia desesperada.
Finalmente, con un suspiro de fastidio, se apartó a un rincón y contestó.
"¿Qué quieres, Ricardo? Estoy a punto de empezar el desfile."
"Tienes que venir al hospital, ahora mismo."
La voz de Ricardo era tensa, autoritaria.
"¿Qué? ¿Por qué? ¿Pasó algo?", preguntó Sofía, una punzada de alarma recorriéndola a pesar de todo.
"Es Valeria, se desmayó, el médico dice que necesita una transfusión de sangre urgente y su tipo de sangre es raro."
Sofía se quedó helada.
"¿Y qué tengo que ver yo con eso?"
"Tú tienes el mismo tipo de sangre, lo sé por tus expedientes médicos, es O negativo, el donante universal, tienes que venir a donar."
La petición era tan absurda, tan descarada, que Sofía se quedó sin palabras por un segundo.
"¿Estás bromeando, verdad? Ricardo, mi desfile empieza en diez minutos, he trabajado en esto durante un año."
"¡Esto es más importante que tu estúpido desfile! ¡La vida de una persona está en juego!", gritó él.
"La vida de tu amante, querrás decir", replicó Sofía, con un sarcasmo helado. "Y dudo mucho que se esté muriendo, probablemente es otra de sus actuaciones para llamar la atención."
"¡No te atrevas a hablar así de ella! ¡El médico dijo que es grave!", insistió Ricardo. "Te exijo que vengas."
"No", dijo Sofía, su voz firme, decidida. "No voy a ir, este es mi trabajo, mi carrera, algo que tú y ella han intentado destruir, no lo voy a sacrificar por un capricho suyo."
"Sofía, no me obligues a..."
"No puedes obligarme a nada, Ricardo, se acabó."
Colgó el teléfono, su corazón latía con fuerza, una mezcla de rabia y adrenalina.
Volvió con su equipo, intentando recuperar la compostura, faltaban cinco minutos.
Cuando la primera modelo estaba a punto de salir a la pasarela, las puertas del backstage se abrieron de golpe.
Era Ricardo, su rostro estaba congestionado por la ira.
Ignoró a todos y caminó directamente hacia Sofía.
"Te lo advertí", siseó, su voz baja y amenazante.
La agarró del brazo con una fuerza brutal, Sofía intentó soltarse, pero su agarre era de acero.
"¡Suéltame, Ricardo! ¡Estás loco!"
"Vienes conmigo, por las buenas o por las malas", dijo, y empezó a arrastrarla hacia la salida.
Los asistentes y las modelos los miraban, paralizados por el shock.
"¡No!", gritó Sofía, luchando con todas sus fuerzas. "¡Mi desfile!"
Ricardo la ignoró, su rostro era una máscara de furia, la arrastró por el pasillo, lejos de la pasarela, lejos de su sueño.
En un cuarto de servicio vacío, la empujó contra la pared, el impacto le sacó el aire.
"Tú nunca aprendes, ¿verdad?", dijo él, su aliento olía a furia. "Siempre tienes que desafiarme."
"¡Estás destruyendo mi carrera!", gritó ella, con lágrimas de impotencia y rabia en los ojos.
"Tú misma la estás destruyendo con tu egoísmo", replicó él.
La sujetó con más fuerza, su rostro a centímetros del de ella.
"Vas a ir a ese hospital y vas a donar esa sangre, y luego vas a pedirle perdón a Valeria por ser una bruja insensible."
"¡Jamás!", escupió Sofía.
La respuesta de Ricardo fue una bofetada, seca y resonante.
El golpe la dejó aturdida, el dolor agudo en su mejilla se mezcló con la incredulidad.
Nunca antes le había puesto una mano encima.
La traición, las mentiras, la humillación... todo eso era una cosa, pero esto... esto cruzaba una línea de la que no había retorno.
Lo miró, y por primera vez, no vio al hombre con el que se había casado, vio a un monstruo, un extraño lleno de odio.
A pesar del miedo y del dolor, una claridad helada se apoderó de ella.
Lo miró a los ojos, su voz salió firme, sin un atisbo de temblor.
"Puedes llevarme a la fuerza, puedes golpearme, pero nunca, nunca me vas a doblegar, Ricardo, ¿me oyes? Nunca."
La mirada de desafío en sus ojos pareció enfurecerlo aún más, levantó la mano de nuevo, y Sofía se preparó para el impacto.
Pero en ese momento, su teléfono sonó, era el hospital.
Ricardo contestó, su voz todavía tensa.
"Sí... ¿Qué?... ¿Cómo que ya no es necesario?... ¿Un error del laboratorio?... Entiendo."
Colgó, su rostro era una mezcla de confusión y furia contenida.
Miró a Sofía, que seguía pegada a la pared, observándolo.
Se dio cuenta de que había ido demasiado lejos, pero no había arrepentimiento en sus ojos, solo fastidio.
"Parece que fue una falsa alarma", dijo, como si nada hubiera pasado. "Puedes volver a tu desfile."
Se dio la vuelta y se fue, dejándola sola en el cuarto de servicio, con el eco de la bofetada en su mejilla y el sabor a sangre en la boca.
Sofía se deslizó por la pared hasta el suelo, temblando, el sonido de la música y los aplausos del desfile le llegaba amortiguado, como si viniera de otro mundo.
Su momento, su triunfo, se lo habían robado.
Y en su lugar, le habían dejado una marca, una herida que iba mucho más allá de la piel.