Me arrastré fuera de la cama, ignorando el fuego en mi abdomen, y pegué la oreja a la fría madera de la puerta.
"No me gusta cómo te miró," decía Elena, su voz un siseo venenoso. "Parecía que sabía algo. ¿Estás seguro de que no nos oyó antes?"
"Aunque lo hiciera, ¿qué importa?" respondió Ricardo con arrogancia. "Está atrapada. Es mi palabra contra la de una mujer 'histérica y enloquecida por el dolor'. Nadie le creerá."
"Aun así... me pone nerviosa," insistió Elena. "Y el bebé... ¿estás seguro de que la familia adoptiva es discreta?"
"Son millonarios de otro país, Elena. Quieren un heredero, no un escándalo. Pagaron una fortuna. Ese niño ya no existe para nosotros. Es solo un producto que vendimos."
Un producto.
Llamó a mi hijo "un producto".
Apreté los puños, mis uñas clavándose en mis palmas. La rabia era tan intensa que me mareaba.
"Es mejor así," continuó Elena, y su tono se volvió aún más cruel. "Imagínate, ese niño creciendo y pareciéndose a ella. Un recordatorio constante de su mediocridad. Mi hijo, en cambio, será perfecto. Heredará tu poder y mi belleza."
Mi hijo. ¿Elena estaba embarazada? No, no podía ser...
"No te adelantes, mi amor," dijo Ricardo, y luego soltó una risa que me heló la sangre. "Además, el hijo de Sofía tenía una ventaja. Llevaba mi sangre. Era un repuesto de calidad, por si acaso."
La conversación me revolvía el estómago. Hablaban de mi hijo, de su nieto, como si fuera un objeto, una póliza de seguro.
"Siempre odié cómo mi padre la miraba," confesó Elena, su voz cargada de un resentimiento antiguo. "Siempre 'la talentosa Sofía', 'la dulce Sofía'. Incluso cuando éramos niñas, ella siempre conseguía lo que quería. El mejor trozo de pastel, el vestido nuevo, la atención de todos."
"Bueno, ahora tú tienes todo el pastel," dijo Ricardo, su voz llena de una satisfacción retorcida. "Y a mí."
"Sí," suspiró Elena, y pude imaginar su sonrisa de suficiencia. "Pero no es suficiente. Quiero que sufra. Quiero que sepa que yo gané. Que se despierte cada día en ese manicomio sabiendo que yo estoy viviendo la vida que ella soñaba, con el hombre que ella amaba, y usando los diseños que ella creó para volverme famosa."
Su plan era una tortura psicológica diseñada para destruirme lentamente. No querían solo eliminarme; querían disfrutar de mi agonía.
"Y lo hará," prometió Ricardo. "Me aseguraré de ello."
Escuché sus pasos alejándose por el pasillo.
Me deslicé por la puerta hasta el suelo, el cuerpo temblando sin control. Ya no eran lágrimas de tristeza las que caían, sino de una furia impotente.
Toda mi vida, había tratado de ser buena con Elena. Había compartido mis cosas, la había defendido de las burlas, había intentado ser la hermana que nunca tuvo. Y todo ese tiempo, ella solo había estado acumulando odio, esperando el momento de apuñalarme por la espalda.
Y Ricardo... él no era solo un manipulador. Era un monstruo sin alma, un hombre que veía a las personas como objetos para usar y desechar.
El mundo que yo conocía se había derrumbado, revelando un sótano oscuro y lleno de podredumbre debajo. Mi amor, mi familia, mi arte... todo estaba contaminado por sus mentiras.
Ya no quedaba nada de la vieja Sofía. La habían matado esa noche.
En su lugar, en el suelo frío de esa habitación de sanatorio, algo nuevo y duro comenzaba a formarse.
Era una semilla de venganza.
Y juré, en el silencio de mi corazón roto, que la regaría con cada gota de mi dolor hasta que creciera y los ahogara a ambos.