Mis Queridos Familias Crueles
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Capítulo 2

"Papá, por favor" , susurré, la voz rota, la garganta seca por el polvo y el miedo. "Papá, no me hagas esto, por favor, vámonos" .

Me aferré a su brazo, a la tela áspera de su camisa, la última y patética esperanza de que hubiera un error, un malentendido terrible.

Manuel me miró, y por un segundo, quise creer que veía una chispa de duda, de arrepentimiento.

Pero no había nada.

Se soltó de mi agarre con un movimiento brusco, como si mi contacto le diera asco.

"Ya es tarde para eso, Sofía" , dijo, su voz era un murmullo bajo y cruel. "La decisión está tomada" .

Luego se giró hacia El Tigre, que nos observaba con una paciencia aburrida.

"Aquí está" , dijo mi padre. "Como acordamos" .

El Tigre me examinó de nuevo, su mirada deteniéndose en los moretones que seguramente Ricardo me había dejado en los brazos, en mi ropa polvorienta y mi cara llena de lágrimas secas.

"Está un poco maltratada" , comentó El Tigre, su voz grave y sin inflexiones.

"Tuvo un pequeño accidente en el camino" , se apresuró a decir Ricardo, con una sonrisa nerviosa que no engañaba a nadie. "Es un poco terca, ya sabe" .

Mi padre le lanzó una mirada fulminante a mi hermano, una orden silenciosa para que se callara.

"Ella es fuerte" , dijo Manuel, como si estuviera hablando de un caballo. "Aguanta mucho" .

La humillación era un sabor amargo en mi boca, mezclado con el del miedo. Me estaban vendiendo, y mi propio padre estaba actuando como un vulgar comerciante, pregonando las cualidades de su mercancía.

"No, por favor" , volví a suplicar, esta vez mirando a mi hermano. "Ricardo, tú no puedes estar de acuerdo con esto, somos familia" .

Ricardo se rió, una risa seca y fea que no se parecía en nada a la de la tarde.

"¿Familia?" , repitió con desprecio. "¿La familia que nos abandonó para vivir como una princesa en un palacio de oro? ¿Esa familia?" .

Sus palabras me golpearon más fuerte que cualquier golpe físico.

"Yo no los abandoné, yo... yo escapé" , tartamudeé, la verdad sonando débil incluso para mis propios oídos.

"¡Escapaste de una vida que cualquiera de nosotros mataría por tener!" , gritó, su resentimiento finalmente saliendo a la superficie, crudo y venenoso. "Mientras tú tenías ropa cara y comida de lujo, nosotros nos partíamos el lomo por unos cuantos pesos. ¡No me hables de familia!" .

Un recuerdo fugaz, no deseado, cruzó mi mente.

Yo, con catorce años, sentada en un jardín perfectamente cuidado, rodeada de lujos, mientras mi padre adoptivo, Arturo, le disparaba a un hombre en la cabeza a pocos metros de mí porque le había fallado en un encargo.

"Esto es para que aprendas, mi princesa" , me había dicho Arturo después, limpiándose la sangre de la mano con un pañuelo de seda. "El mundo es cruel, y solo los fuertes sobreviven. Yo te haré fuerte" .

Recordé las puertas cerradas con llave, los guardias armados en cada esquina, la sonrisa posesiva de mi hermano adoptivo, Mateo, cuando me decía que nunca me dejaría ir, que yo era suya.

Eso no era un palacio, era una jaula de oro. Una jaula hermosa y mortal.

"Tú no entiendes" , le dije a Ricardo, las lágrimas volviendo a brotar, calientes y furiosas. "No sabes cómo era" .

"Y no me importa" , cortó mi padre, su voz tajante como un cuchillo. "Nos debes. Todo este tiempo, mientras vivías bien, nos lo debías. Ahora es tiempo de pagar" .

Su lógica era retorcida, monstruosa. A sus ojos, mi secuestro y mi vida en el cartel habían sido una especie de golpe de suerte para mí, un golpe de suerte del que ellos no se habían beneficiado. Y ahora, estaban cobrando la deuda con mi vida.

"No, por favor, a ellos no" , rogué, mi voz quebrándose. "A cualquier otro lugar, pero no aquí. Ellos... ellos me matarán" .

O peor, me obligarían a volver a ser lo que era. Su muñeca, su prisionera.

Mi padre soltó una carcajada hueca.

"¿Matarte? No seas dramática, Sofía. Te quieren de vuelta. Dicen que te extrañan" . Su tono era burlón, cruel. "Deberías estar agradecida. Vuelves a casa" .

La palabra "casa" sonó como una sentencia de muerte.

Hice un último intento desesperado, girándome hacia El Tigre, el hombre sin rostro que sostenía mi destino en sus manos.

"Por favor, señor" , dije, tratando de que mi voz sonara firme. "No sabe quién soy yo. Si me lleva adentro, su jefe... su patrón se va a enojar mucho. Esto es un error" .

El Tigre me miró con una ceja levantada, una mínima expresión de curiosidad en su rostro por lo demás impasible.

Pero antes de que pudiera responder, Ricardo me agarró por detrás, tapándome la boca con su mano sucia y sudorosa.

"Está loca" , dijo por encima de mis forcejeos ahogados. "El sol le afectó la cabeza. No le haga caso" .

Mi padre asintió, confirmando la mentira.

"Solo llévensela ya" , dijo, su voz teñida de impaciencia. "Tenemos que volver" .

Y así, con la mano de mi hermano silenciando mis gritos, vi a mi padre darle la espalda a su propia hija y caminar de regreso a la camioneta, sin mirar atrás ni una sola vez.

            
            

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