"El contrato..." , susurró Pedro, la voz apenas audible. Miró el fajo de papeles que Ricardo sostenía en la mano como un trofeo. "Me dijiste que era para las refacciones, Sofía" .
Sofía soltó una carcajada, un sonido agudo y desagradable que rebotó en las paredes de la sala.
"Ay, Pedro. Siempre tan ingenuo" , se burló, acercándose a él. "Te dije que necesitábamos tu firma para una nueva línea de productos, y tú, como el tonto obediente que eres, firmaste sin siquiera mirar. ¿Crees que me iba a pasar la vida leyendo catálogos de pistones y rines? Por favor" .
Pedro sintió una oleada de náuseas. La miró, tratando de encontrar un rastro de la mujer que amaba. No había nada. Solo un vacío helado.
"¿Cómo pudiste?" , preguntó, su voz cargada de un dolor tan profundo que le quemaba el pecho.
Sofía hizo un gesto de asco. "No me toques" , siseó cuando él intentó alcanzar su mano. Se limpió el brazo como si el contacto de Pedro la ensuciara. "¿Que cómo pude? ¡Pude porque me cansé! Me cansé de ser la esposa del genio de los motores, del rey de la grasa. ¡Yo quería poder, dinero, una vida de verdad, no una que oliera a gasolina!" .
Su voz se elevó, llena de un veneno acumulado durante años. "Siempre te vi como un tonto, Pedro. Un tonto con talento para los coches, nada más. Un escalón para llegar a donde quería. Y ahora, ya no te necesito" .
Se volvió hacia Ricardo, su rostro transformado por una adoración retorcida. "Ricardo sí es un hombre. Él no tiene miedo de tomar lo que quiere. Él me da lo que tú nunca pudiste" .
Ricardo se hinchó de orgullo, disfrutando cada palabra. Se acercó a Sofía y la tomó por la cintura.
"Te amo, mi reina" , dijo, besándola de nuevo, esta vez con más fuerza, marcando su territorio. Luego miró a Pedro, sus ojos brillando con un resentimiento que finalmente podía desatar.
"¿Sabes lo que es vivir a la sombra de alguien, compadre?" , escupió la palabra con desprecio. "Siempre era 'el gran Pedro Rodríguez y su amigo Ricardo' . 'El genio y su ayudante' . ¡Estaba harto de ser el segundo! ¡Harto de que tú te llevaras toda la gloria mientras yo hacía el trabajo sucio!" .
Pedro lo escuchaba, aturdido. Los recuerdos lo asaltaron. Recordó cuando encontró a Ricardo trabajando en un taller de mala muerte, con un talento innegable pero sin oportunidades. Lo acogió, le enseñó todo lo que sabía, lo hizo su compadre, el padrino de un hijo que nunca tuvieron. Le dio un hogar, un propósito, una vida.
Y todo para esto.
La amargura le subió por la garganta. "Yo te saqué del lodo, Ricardo" , dijo con voz ronca.
Ricardo se rió. "¡Y ahora el lodo eres tú! Mira a tu alrededor, Pedro. ¿Quién tiene el poder ahora? Yo tengo el taller, yo tengo a tu mujer, y yo tengo el futuro" .
Se paró en el centro de la sala, su voz resonando con una nueva autoridad.
"¡Escuchen todos!" , gritó a los mecánicos y socios. "La era de Pedro Rodríguez ha terminado. A partir de ahora, o están conmigo, o están contra mí. Y créanme, no quieren estar contra mí. Hay un nuevo rey en 'El Imperio' , y soy yo" .
La amenaza flotó en el aire, pesada y ominosa. Los mecánicos desleales vitorearon, mientras que Don Cheto y los pocos leales a Pedro apretaron los puños, impotentes. La traición estaba consumada, y el nuevo tirano había sido coronado. Pedro, solo y roto en su silla, era solo el recuerdo de un rey depuesto.