La sonrisa de Ricardo se ensanchó hasta convertirse en una mueca de pura maldad.
"Ahora, Guardián" , ordenó, su voz rezumando poder. "Ya que le confesaste tu pecado, dale una pequeña probada de lo que se siente ser traicionado. Rómpesela. La otra pierna" .
El Guardián asintió sin pestañear y se giró hacia Pedro, sus puños cerrándose como martillos de piedra.
Pedro lo miró, no con miedo, sino con una ira que finalmente encontró su voz.
"¡Eres un maldito ingrato, Ricardo!" , gritó, el sonido rasgando el aire tenso. "¡Te di un nombre, una reputación! ¡Comías en mi mesa!" .
Ricardo se inclinó, su rostro a centímetros del de Pedro. El olor a alcohol y victoria era nauseabundo.
"¿Y crees que te lo agradezco? ¡Te odio por eso!" , siseó. "¡Odiaba cada bocado que comía en tu mesa! ¡Odiaba cada vez que alguien me presentaba como 'el compadre de Pedro' ! Tú no me diste nada, ¡me condenaste a ser tu sombra! Cada coche que arreglabas, cada carrera que ganabas, era una bofetada en mi cara. Me recordaba que yo nunca sería tú. ¡Que yo siempre sería el segundón!" .
Su resentimiento, un veneno que había fermentado durante años, finalmente se derramó.
"Yo debería haber sido el rey. Yo soy mejor que tú. Y ahora voy a demostrártelo. Voy a quitarte todo, a humillarte, a destruirte hasta que no quede nada. Empezando por tus preciosas piernas" .
Volvió a mirar al Guardián. "¿Qué esperas? ¡Hazlo! ¡Quiero oírlo gritar!" .
Don Cheto, liberándose de los mecánicos que lo sujetaban, se lanzó hacia adelante.
"¡No se atrevan, cobardes! ¡Si lo tocan, tendrán que pasar sobre mi cadáver!" .
Ricardo ni siquiera se dignó a mirarlo. "Quítenme a este viejo estorboso de encima" , ordenó. Dos de los traidores agarraron a Don Cheto y lo arrastraron hacia una esquina, tapándole la boca para ahogar sus protestas.
La escena era un caos de lealtad aplastada y tiranía rampante.
Justo en ese momento, un hombre con un traje impecable y un maletín entró en la sala, abriéndose paso entre la multitud.
"Señora Sofía" , dijo con una voz formal. "Aquí están los documentos que me pidió" .
Sofía le arrebató el maletín con una sonrisa depredadora. "Perfecto, licenciado. Justo a tiempo" .
Abrió el maletín y sacó un fajo de papeles. Se acercó a Pedro, que miraba al Guardián prepararse para golpearlo, y le arrojó los papeles al regazo.
"Divorcio" , anunció con una frialdad quirúrgica. "Quiero la mitad de todo lo que 'tenías' . Aunque ahora, supongo que la mitad de nada sigue siendo nada. Pero es el principio lo que cuenta" .
La humillación final. No solo le habían robado su negocio y su salud, ahora venían a despojarlo de su nombre y su pasado. Pedro miró los papeles, luego a Sofía, y una extraña calma pareció apoderarse de él. La calma del que ya no tiene nada que perder.