Pero en el instante en que sus dedos rozaron el frío metal, un texto brillante y translúcido apareció flotando ante sus ojos, visible solo para ella.
"¡No lo uses, Sofía! Si lo haces, tu rival, la chica becada, ganará todas las becas de estudios. ¡Y tú, en siete días, perderás tu voz, y tu carrera como cantante se arruinará!"
La mano de Sofía tembló violentamente, el amuleto casi se le cae de los dedos.
En ese preciso momento, su mejor amigo, Mateo, se acercó con un enorme ramo de flores, su rostro radiante con la sonrisa que Sofía había amado durante años.
"¡Felicidades, Sofía! Para la mejor cantante del mundo".
Pero antes de que pudiera aceptar las flores, nuevos mensajes aparecieron, más urgentes y aterradores que los anteriores.
"¡Tu amigo también es malo! Si las aceptas, la becada te superará en popularidad. ¡Al final, la becada triunfará como una estrella, mientras tú, muda y destrozada, serás internada en un centro psiquiátrico, muriendo en el olvido!"
Sofía levantó la vista, y las sonrisas de Isabella y Mateo ya no parecían cálidas, sus ojos tenían un brillo depredador, como lobos esperando a que su presa cayera en la trampa.
El mundo a su alrededor se silenció, el murmullo de los otros graduados se desvaneció.
Sin decir una sola palabra, con una calma que la sorprendió a sí misma, Sofía tomó el amuleto de su mano y el ramo de flores de Mateo.
Luego, se dio la vuelta y caminó directamente hacia Lucía, la chica más problemática de la escuela, la que la había acosado durante años.
Con una sonrisa helada, le entregó los regalos.
"Así que así juegan, ¿eh? Si no los destruyo, será mi culpa".
...
El día de la audición final para la universidad de música más prestigiosa del país, el ambiente en el vestíbulo era tenso.
Isabella encontró a Sofía repasando sus partituras en un rincón.
"¿Qué esperas? ¡Ponte el amuleto y practica tu voz!"
Le empujó el amuleto en el pecho, su mirada llena de un desprecio que ya no intentaba ocultar.
Sofía la miró con frialdad. Ahora lo entendía todo, todos esos "regalos" y "consejos" antes de cada competencia, cada audición, no eran más que trampas, trampas diseñadas por Isabella para sabotearla y favorecer a su verdadera protegida, Camila.
"No tengo ganas, quédate el amuleto, yo me voy a la audición".
Sofía se dio la vuelta, lista para marcharse, pero Isabella la agarró violentamente del cabello, tirando de ella hacia atrás hasta hacerla caer al suelo.
El golpe seco resonó en el silencioso vestíbulo.
"¡Te atreves a desafiarme! ¡Estás loca!".
La voz de Isabella era un grito agudo y furioso, atrayendo las miradas de los otros aspirantes y sus padres.
"¡No creas que porque hoy es tu audición te voy a consentir! ¡Qué te crees! ¡Y todavía me pones esa cara! ¡Hoy te voy a dar una lección delante de todos!".
Cada vez más furiosa, le arrebató la partitura de las manos y la levantó, dispuesta a golpearla con ella.
Pero justo en ese momento, Mateo llegó corriendo, deteniendo su mano en el aire.
"¡Isabella! ¡Hoy es la audición! ¡Si asustas a Sofía, cómo va a cantar?!".
Mateo, con una expresión de falsa preocupación, ayudó a Sofía a levantarse, le limpió la suciedad del rostro con una ternura calculada, la misma ternura que tantas veces la había engañado.
"No te preocupes, Isabella solo quiere lo mejor para ti, quiere que te alimentes bien para que cantes lo mejor posible".
Luego, sacó un pequeño ramillete de flores de su bolsillo.
"Sofía, mira, este es un ramo de flores que pedí especialmente para ti, ¡seguro que te ayudará a cantar bien!".
Intentó atárselo a la muñeca, pero Sofía lo interceptó antes de que pudiera tocarla, su mano se cerró sobre las flores con una fuerza contenida.
Estas dos personas, su hermana adoptiva, a quien consideraba su única familia, y su amigo de la infancia, de quien estuvo enamorada por años, eran los arquitectos de su ruina.
Usaron el dinero de su familia para convertirse en los jóvenes más ricos y populares de la ciudad, pero estaban obsesionados con Camila, la chica becada a la que la propia Sofía había ayudado, y no dudaron en unirse para destruirla.
"Agradezco sus buenos deseos, daré lo mejor de mí".
Sofía los miró fijamente, las palabras saliendo apretadas entre sus dientes, llenas de un veneno que ellos no supieron reconocer.
"Después de la audición, me encargaré de recompensarlos".
La expresión de Isabella se crispó, sus ojos se desorbitaron como si la paciencia se le hubiera agotado por completo.
Mateo, por su parte, tenía una sonrisa de triunfo apenas disimulada.
Sofía sintió una mirada intensa desde la multitud detrás de ella, una mirada que la hizo sentir un escalofrío.
Sin mirar atrás, aceleró el paso hacia el auditorio, dejando a sus traidores en medio del vestíbulo.
La guerra acababa de empezar.