La Traición Que Despertó Mi Rabia
img img La Traición Que Despertó Mi Rabia img Capítulo 4 No.4
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Capítulo 4 No.4

La voz de Elizabeth todavía estaba en mi oído, aguda y urgente.

-Liv, ¿estás ahí? ¿Me has oído?

-Le he oído -dije, con voz monocorde-. Está hablando de mí. De Serena.

-¿Qué ha dicho?

Repetí las escalofriantes palabras de Michael, su confianza en mi incapacidad para dejarlo.

-Ese arrogante imbécil -escupió Elizabeth-. No tiene ni idea de con quién se está metiendo, con ninguna de las dos.

Continuó: -Serena Cole. Su historia es que su anterior pareja murió trágicamente. La dejó embarazada y sola. Es todo mentira, Liv. Una completa invención para ganar simpatía, para atrapar a Michael.

Una pérdida trágica. Eso es lo que Michael había insinuado semanas atrás cuando empezó a quedarse fuera hasta tarde, afirmando que estaba apoyando a una «colega en duelo».

Un cuidado compasivo. Así es como había enmarcado sus ausencias, su repentina necesidad de privacidad, sus llamadas en voz baja.

Las piezas encajaron, cada una una nueva puñalada de dolor.

Sus noches tardías en la oficina.

Sus reuniones con inversores que duraban hasta el amanecer.

Las nuevas y secretas facturas de la tarjeta de crédito que yo había cuestionado, solo para encontrarme con acusaciones de fisgonear, de no confiar en él.

Me había hecho dudar de mi cordura, había convertido mis preocupaciones en una prueba de mi inestabilidad.

Y yo, cegada por el amor y la esperanza de nuestra creciente familia, había intentado creerle.

La amargura era un sabor vil en mi boca.

Mi ingenuidad se sentía como una marca vergonzosa.

No había estado cuidando de una amiga en duelo. Había estado construyendo una segunda vida, alimentando una mentira que ahora estaba devastando la mía.

-Ella lo ha estado manipulando a él, y él te ha estado manipulando a ti -dijo Elizabeth, con voz sombría-. Esto ha estado sucediendo durante mucho tiempo, Liv.

Mucho tiempo. Mientras yo elegía alegremente nombres para el bebé, él estaba con ella.

Mientras yo luchaba contra las náuseas matutinas, él le estaba construyendo un nido.

El dolor era retrospectivo, tiñendo cada recuerdo compartido, cada gesto de amor, con el feo matiz de su engaño.

            
            

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