Donde el amor florece de nuevo
img img Donde el amor florece de nuevo img Capítulo 3
4
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

El día de la graduación llegó. El gran salón del palacio imperial estaba abarrotado. Mi corazón latía con una mezcla de nervios y anticipación. Me puse el uniforme de gala, ajusté mis medallas y busqué a Sofía entre la multitud.

No la encontré.

El Emperador me llamó al estrado. Me entregó el diploma de honor y la espada ceremonial. Habló de mi talento, de mi futuro brillante al servicio del imperio. Miré de nuevo hacia el lugar donde ella debería haber estado, en primera fila, como prometió.

El asiento estaba vacío.

Justo cuando la ceremonia terminaba, una noticia terrible llegó a la academia. Un mensajero, sin aliento, me encontró entre la multitud.

"¡Señor Miguel Ángel! ¡Es su madre! ¡Ha sufrido un colapso!"

El mundo se detuvo. Dejé caer la espada ceremonial. El sonido metálico resonó en el suelo de mármol. Corrí a casa, pero ya era tarde. Mi madre, mi único pilar en el mundo, se había ido.

Estaba destrozado. En mi desesperación, solo podía pensar en una persona que podría consolarme. Sofía.

A pesar de su ausencia, a pesar de todo, corrí al palacio. Necesitaba su abrazo, necesitaba que me dijera que todo estaría bien.

Cuando llegué, las puertas del salón principal estaban abiertas de par en par. La música y las risas llenaban el aire. No era un ambiente de luto. Era una fiesta.

Entré, desconcertado, y lo que vi me rompió por dentro.

En el centro del salón, bajo un arco de flores blancas, estaban Sofía y Diego. Él le estaba colocando un anillo de diamantes en el dedo.

Estaban celebrando su compromiso.

El mismo día de mi graduación. El mismo día que mi madre murió.

Sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies. Avancé entre los invitados, que me miraban como si fuera un fantasma.

"Sofía."

Mi voz fue un susurro ronco.

Ella se giró. Su rostro, que antes mostraba una sonrisa radiante, se congeló en una máscara de sorpresa y fastidio.

"¿Miguel Ángel? ¿Qué haces aquí? No fuiste invitado."

Diego se puso delante de ella, protector.

"Este es un evento privado. Deberías irte."

"¿Privado?" repetí, la rabia empezando a hervir en mis venas. "¿Me prometiste que estarías en mi graduación, Sofía? ¿Me prometiste que estarías allí?"

Ella se encogió de hombros, con una frialdad que nunca había visto.

"Tenía cosas más importantes que hacer, como puedes ver."

"¿Cosas más importantes que nosotros? ¿Qué hay de nuestra promesa? ¿De nuestro compromiso?"

Fue entonces cuando ella rio. Una risa cruel, llena de desprecio.

"¿Nuestro compromiso? ¿Ese juego de niños? Por favor, Miguel Ángel. Creí que eras más inteligente. Nunca pensé en casarme contigo. Eres un plebeyo. Siempre lo serás."

Cada palabra era un puñal.

"Me usaste," susurré, sintiendo cómo las lágrimas de rabia y dolor nublaban mi vista. "Todo este tiempo... solo me usaste para pasar el rato."

"No te confundas," intervino Diego, con su sonrisa de superioridad. "Sofía nunca podría estar con alguien como tú. Mira a tu alrededor. Esta es nuestra gente. Tú no perteneces aquí."

Perdí el control.

"¡Mentirosa!" grité, el dolor ahogando mi voz. "¡Después de todo lo que te di, de todo lo que hice por ti!"

Y entonces, ella hizo lo impensable.

Se acercó y me abofeteó. Con todas sus fuerzas.

"No te atrevas a levantarme la voz, campesino," siseó, sus ojos llenos de odio. "Lárgate de mi vista. No quiero volver a verte nunca más."

El salón quedó en silencio. Todos me miraban. Algunos con lástima, otros con burla. Era un espectáculo. El plebeyo humillado por la princesa.

Me di la vuelta y salí de allí, con el eco de sus risas siguiéndome. Mi mundo se había derrumbado por completo.

Esa noche, escribí una carta al Emperador. Renuncié a mi compromiso con la Princesa Sofía. Renuncié a mi puesto en la capital. Pedí ser enviado al lugar más lejano y olvidado del imperio.

Quería desaparecer.

Unos días después, recibí la respuesta.

El Emperador, valorando mi "lealtad y talento", pero también deseando evitar un escándalo mayor, aceptó mi petición.

Fui asignado a la desolada y gélida guarnición de la Frontera Norte.

Un exilio. Mi carrera, mis sueños, mi amor... todo se había convertido en cenizas.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022