Capítulo 4

Mientras Sofía metía las últimas prendas en su maleta, con el olor a vómito aún flotando en el aire, se detuvo un momento en el pasillo. La puerta del dormitorio estaba entreabierta y podía escuchar las voces de Marco e Isabella en la sala de estar, creyendo que ella ya se había ido.

"Cariño, ¿por qué estuviste tanto tiempo con alguien como ella?" , preguntó Isabella, su voz melosa pero con un filo de desprecio. "Es tan... simple. Sin ambición, sin estilo. Siete años, Marco. Es mucho tiempo perdido" .

Hubo una pausa, y luego la respuesta de Marco, una respuesta que destrozó el último vestigio de afecto que Sofía podría haber sentido por él.

"Lo sé, mi amor. Fue un error" , dijo Marco, su voz desprovista de cualquier emoción. "Supongo que era cómodo. Ella no pedía mucho, se conformaba con poco. Pero siempre supe que no llegaría a ninguna parte conmigo. Era un lastre, para ser honesto" .

Un lastre.

La palabra se clavó en el corazón de Sofía. Siete años de apoyo, de sacrificios, de creer en él, reducidos a eso.

"Ella siempre hablaba de abrir una pequeña boutique de diseño, algo 'acogedor' " , continuó Marco, imitando la voz de Sofía con un tono burlón que la hizo estremecerse. "Mientras yo soñaba con dirigir un departamento, con tener poder, ella soñaba con vender cojines. Nunca estuvimos en la misma sintonía. Tú, en cambio, tú entiendes lo que es la ambición, Isabella. Tú y yo vamos a conquistar el mundo" .

"Me alegra oír eso" , dijo Isabella, su voz satisfecha. "Ahora que te has deshecho de ese peso muerto, nada nos detendrá" .

Sofía se apoyó contra la pared, sintiendo que le faltaba el aire. No era solo la traición con Isabella, era la negación total de su historia juntos, la reescritura de su amor como una simple conveniencia. Recordó todas las veces que Marco se había quejado de su falta de "hambre", las veces que había menospreciado sus sueños por ser demasiado pequeños. Ella pensaba que eran diferencias de personalidad, pero ahora entendía que para él, ella siempre había sido insuficiente.

Se dio cuenta de que el hombre del que se había enamorado ya no existía, o quizás nunca había existido en absoluto. Había estado enamorada de una ilusión, de un personaje que Marco había interpretado para ella.

Con una resolución fría, Sofía agarró la manija de su maleta. No había nada más que decir, nada más que escuchar. En silencio, caminó hacia la puerta principal. No se despidió. No hizo ningún ruido. Simplemente abrió la puerta, salió al pasillo del edificio y la cerró suavemente detrás de ella.

Estaba sola en la calle, con una maleta y un corazón roto. La noche de la Ciudad de México era fría, pero no tanto como el vacío que sentía por dentro. Sacó su teléfono y miró los boletos de avión que había comprado hacía semanas. Un viaje a Cancún para celebrar su aniversario. Su sueño.

Sin pensarlo dos veces, abrió una aplicación y pidió un auto para el aeropuerto. Si su vida se había derrumbado, al menos cumpliría ese sueño, aunque fuera sola.

Mientras esperaba el auto, su teléfono vibró. Era un mensaje de Marco.

"¿Ya te fuiste? Avísame cuando llegues a algún lugar seguro. Sé que las cosas terminaron mal. Te transferí 50,000 pesos para que te las arregles mientras encuentras otro trabajo. Considéralo una compensación" .

Cincuenta mil pesos. El precio de siete años de su vida. Una forma de limpiar su conciencia y mantenerla a distancia. Sofía miró la notificación del banco confirmando la transferencia. Luego, sin responder, bloqueó el número de Marco, borró su contacto y eliminó el hilo de la conversación.

El auto llegó. El conductor le ayudó a subir la maleta a la cajuela.

"Al aeropuerto, por favor. Terminal 2" .

Mientras el coche se alejaba del edificio, Sofía no miró hacia atrás. Miró hacia adelante, hacia las luces de la ciudad que se extendían ante ella, sintiendo una extraña mezcla de devastación y libertad.

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