Por Qué Me Odia Tanto
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Capítulo 4

El mundo de Sofía se redujo al latido frenético de su propio corazón y a una sensación de mareo que la obligó a apoyarse en el respaldo de un sillón. Se llevó una mano al vientre, un gesto instintivo, protector. Hacía dos semanas que tenía un retraso, algo inusual en ella. Lo había atribuido al estrés de un proyecto, pero ahora, en medio de la ruina de su vida, una certeza terrible y helada se apoderó de ella. Estaba embarazada. Embarazada del hombre que la estaba traicionando de la forma más cruel posible, del hombre que la veía como un objeto desechable.

El hijo que en otras circunstancias habría sido una bendición, ahora se sentía como una condena, un ancla que la ataba a esta pesadilla. La desesperación la inundó, una ola negra y amarga. ¿Cómo podía traer a un niño a este mundo de mentiras? ¿Un niño que sería el nieto de la gente a la que su propio padre quería despojar?

Valeria, que había estado observando la interacción con una sonrisa maliciosa, pareció notar el gesto de Sofía. Se acercó a Ricardo, aferrándose a su brazo y adoptando una expresión de fragilidad.

"Ricky, me siento un poco débil", dijo en un susurro, lo suficientemente alto para que Sofía lo escuchara. "Toda esta tensión... el doctor dijo que debo evitar las emociones fuertes. Mi corazón es tan delicado".

Era una manipulación descarada, un chantaje emocional tan burdo que resultaba casi cómico, si no fuera tan efectivo. Ricardo se volvió hacia Valeria de inmediato, toda su atención centrada en ella.

"Claro, mi vida. Vamos, siéntate. Sofía, ¿no ves que estás alterando a Valeria? Tu drama está afectando su salud".

La acusación era tan absurda, tan injusta, que Sofía sintió que la rabia le quemaba la garganta, ahogando las palabras. ¿Su drama? ¿Él se atrevía a llamarlo así?

"¿Mi drama?", logró decir finalmente, con la voz temblando de furia contenida. "¡Tú estás planeando destruir a mi familia! ¡Me has estado usando todo este tiempo! ¡Y te atreves a preocuparte por su 'corazón delicado'!"

Sofía dio un paso hacia él, lista para gritarle todo, para exponerlo allí mismo. Pero Valeria se interpuso, poniéndose entre ellos.

"Por favor, Sofía, no grites", dijo con lágrimas en los ojos. "No entiendes la presión bajo la que está Ricardo. Él hace todo esto por nosotros, por nuestro futuro".

"¡No existe un 'nosotros'!", gritó Sofía, perdiendo el control. "¡El compromiso es conmigo!"

Ricardo la tomó del brazo, su agarre era fuerte, doloroso. Su rostro estaba a centímetros del de ella, y su expresión era de pura amenaza.

"Cállate, Sofía", siseó, su voz baja y letal. "No tienes idea de con quién te estás metiendo. Crees que puedes exponerme, pero te aseguro que el único nombre que quedará manchado será el tuyo. Tengo contactos, tengo poder. Puedo hacer que parezca que la arquitecta estrella tuvo una crisis nerviosa, que inventó todo. Puedo arruinar tu carrera para siempre".

El miedo, un miedo frío y paralizante, reemplazó a la rabia. Sabía que no era un farol. Él era capaz de eso y de mucho más.

"Mi familia...", susurró ella, su último hilo de resistencia. "Ellos no se dejarán..."

La sonrisa de Ricardo fue lo más aterrador que Sofía había visto en su vida. Era una sonrisa sin alegría, llena de un poder oscuro.

"Tu familia", repitió lentamente, saboreando las palabras. "Unos campesinos en Oaxaca. ¿Qué crees que pueden hacer contra el progreso? ¿Contra el gobierno? Sería una lástima que ocurriera un... accidente en sus tierras. Un incendio, una disputa que se sale de control. Son gente sencilla, no están preparados para los problemas que gente como yo puede crear. Si me creas problemas a mí, Sofía, se los crearé a ellos. Y será cien veces peor. Así que piensa con cuidado cuál será tu siguiente movimiento. Piensa en tu querido tío, en tus primos. Su bienestar está, ahora mismo, en tus manos".

Esa fue la estocada final. La amenaza ya no era contra ella, contra su carrera o su corazón. Era contra lo único que le quedaba, la única cosa pura y real en su vida: su familia. La miró a los ojos y supo que había perdido. Estaba atrapada, silenciada por el miedo. El peso de esa amenaza la aplastó, dejándola sin aire, sin fuerzas, en un silencio absoluto y aterrador.

                         

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