Otra Familia De Mi Marido
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Capítulo 3

El silencio de Mateo era más elocuente que cualquier palabra, era la admisión de su culpa, la confirmación de mi infierno personal. Finalmente, tragó saliva y encontró su voz, una voz temblorosa que intentaba tejer una nueva red de mentiras.

"Sofía, por favor, déjame explicarte. No es lo que parece."

Me reí, una risa amarga y sin alegría.

"¿Ah, no? ¿Entonces qué es, Mateo? ¿Una alucinación colectiva? ¿Un ensayo para una obra de teatro?"

Se acercó a mí, con las manos levantadas en un gesto de súplica.

"Ana... ella es la hermana de mi mejor amigo de la universidad, de Carlos. ¿Recuerdas a Carlos? El que murió en el accidente de coche."

Claro que recordaba a Carlos. Mateo había estado devastado.

"Antes de morir, le prometí a Carlos que cuidaría de su hermana. Ella estaba sola, no tenía a nadie. Yo solo estaba cumpliendo una promesa."

Su intento de parecer noble me revolvió el estómago.

"¿Cumpliendo una promesa? ¿Acostándote con ella? ¿Teniendo un hijo?"

"¡El niño no es mío!", exclamó, con una desesperación que casi sonaba convincente. "Fue un error, una noche... ella estaba muy mal, yo también. Estábamos consolándonos. Quedó embarazada, pero el hijo no es mío. El padre es otro tipo que la abandonó. Yo solo... yo solo le di mi apellido para ayudarla, para que el niño no fuera un bastardo. Por Carlos."

La historia era tan rebuscada, tan insultante en su intento de manipulación, que me quedé sin palabras por un segundo. Pero mi mente, la mente de una diseñadora acostumbrada a los detalles y las líneas de tiempo, empezó a funcionar.

"Carlos murió hace seis años, Mateo", dije, con una frialdad que me sorprendió a mí misma. "El certificado de nacimiento de Leo dice que tiene cinco años. La matemática es simple. Ana quedó embarazada un año después de la muerte de su hermano. ¿Ese fue tu 'error' de una noche mientras la 'consolabas'?"

Su rostro se contrajo. Lo había atrapado en su propia mentira.

"No, fue... fue más tarde. Yo... no recuerdo bien las fechas."

"Yo sí las recuerdo", lo interrumpí. "Recuerdo que hace cinco años y nueve meses, tú y yo estábamos intentando tener un bebé. Recuerdo que el doctor nos dijo que siguiéramos intentando. Y mientras yo lloraba cada mes porque no quedaba embarazada, tú estabas embarazando a la hermana de tu amigo muerto."

La verdad desnuda lo golpeó con fuerza. Vio que sus excusas se desmoronaban.

"Sofía, mi amor, fue un error terrible. El más grande de mi vida. Pero te juro que a quien amo es a ti. Ella no significa nada. Fue solo un intento estúpido de ser un héroe, de cumplir una promesa."

"¿Un héroe?", repetí, saboreando el veneno en la palabra. "Te acostaste con una mujer vulnerable, le hiciste un hijo y luego le mentiste a tu esposa durante cinco años. Eso no te convierte en un héroe, Mateo. Te convierte en un cabrón y un mentiroso."

Desesperado, hizo lo impensable.

Cayó de rodillas frente a mí, agarrando los bajos de mi pantalón.

"Perdóname, Sofía. Por favor, perdóname. Haré lo que sea. Dejaré de verla. Lo arreglaré todo. Pero no me dejes."

Miré su cabeza inclinada, su cuerpo temblando en una actuación patética de arrepentimiento. No sentí lástima. Solo un profundo y helado desprecio.

"Así que ni siquiera es tu hijo", dije con una calma aterradora. "Qué generoso de tu parte, Mateo. Un verdadero santo. Adoptaste al hijo de otro para ayudar a la pobre viuda. Eres un buen samaritano, un mártir. Pero en mi pueblo, a eso le llaman ser un pendejo que cría hijos ajenos mientras engaña a su esposa."

Levantó la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas de cocodrilo.

Pero yo ya no le creía.

Nunca más le creería.

            
            

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