Destino Roto: Una Segunda Oportunidad
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Capítulo 3

Regresé a mi apartamento sintiéndome derrotada. La escena en la cafetería me había dejado expuesta y humillada. Ricardo y Carolina habían ganado esa batalla. Sabía que no podía enfrentarlos de frente, no todavía. Necesitaba una nueva estrategia, una forma de intervenir sin parecer la hermana desquiciada.

La oportunidad se presentó esa misma noche. Ricardo organizó una "reunión informativa" en un bar de la Condesa, supuestamente para discutir los detalles de la excursión. Era una excusa para beber y crear una falsa sensación de camaradería. En la otra vida, yo me había negado a ir, lo que solo alimentó las críticas de mis compañeros sobre lo "poco sociable" que era.

Esta vez, fui.

Cuando llegué, el lugar ya estaba lleno de ruido y risas. Mi equipo estaba reunido alrededor de una mesa grande. Ricardo, como siempre, era el centro de atención, contando alguna anécdota exagerada sobre sus aventuras. Carolina estaba a su lado, bebiendo un cóctel de color rosa brillante y mirándolo con una adoración que me revolvía el estómago.

"¡Sofía! ¡Al fin te unes a la fiesta!" , exclamó Ricardo al verme. Su tono era falsamente acogedor.

Forcé una sonrisa. "Pensé que sería bueno escuchar los detalles de seguridad."

Mi mirada se posó en la bebida de Carolina. Recordaba que en la vida pasada, ella se había emborrachado mucho esa noche. Ricardo la había animado a seguir bebiendo, debilitando sus ya de por sí escasas inhibiciones.

Cuando el mesero se acercó, intercepté el siguiente cóctel destinado a Carolina.

"Creo que ya tuvo suficiente por hoy" , le dije al mesero, tomando la copa. "Tráele un vaso de agua, por favor."

Carolina me fulminó con la mirada. "¡Oye! ¿Qué te pasa? ¡Puedo beber lo que yo quiera!"

"No cuando mañana tenemos que levantarnos a las cuatro de la mañana para escalar una montaña, Carolina" , respondí en voz baja pero firme. "Necesitas estar hidratada y descansada."

"¡Wow, Sofía! Relájate un poco" , intervino David, uno de mis compañeros. "Solo nos estamos divirtiendo."

"La seguridad es primero" , insistí, manteniendo mi postura.

Carolina, desafiante, se levantó y caminó directamente hacia la barra. "Si no me quieres pedir una bebida, me la pido yo misma."

Observé, impotente, cómo pedía un shot de tequila y se lo bebía de un trago, mirándome directamente a los ojos con aire de desafío. La pequeña victoria que había intentado conseguir se evaporó.

Ricardo se acercó a mí, poniendo una mano en mi hombro. Su toque se sintió como una araña venenosa.

"Sofía, Sofía..." , dijo con un suspiro condescendiente. "Entiendo que te preocupes por tu hermana, de verdad. Pero tienes que dejarla ser. Además, esta excursión es importante. Es para unir al equipo. Si tú no vienes, y encima intentas sabotear el buen ambiente, voy a tener que pensar que no eres una 'jugadora de equipo' . Y en esta empresa, los que no juegan en equipo... no duran mucho."

La amenaza era clara, envuelta en una falsa preocupación. Todos en la mesa escucharon. La presión era inmensa. O me unía a su juego, o me arriesgaba a perder mi trabajo, la única fuente de ingresos que teníamos Carolina y yo.

Sentí la rabia hervir bajo mi piel, pero la reprimí. Tenía que jugar el juego. Por ahora.

"Tienes razón, Ricardo" , dije, forzando la sonrisa más falsa de mi vida. "Perdón. Me dejé llevar por el estrés."

Levanté mi vaso de agua. "Salud. Por el equipo."

Él sonrió, satisfecho. "Así me gusta. ¡Esa es la actitud!"

Más tarde, cuando la reunión comenzaba a disolverse, intenté acercarme a Carolina de nuevo. Estaba claramente mareada, apoyándose en la mesa para mantener el equilibrio.

"Caro, es hora de irnos a casa."

Ella me miró con los ojos entrecerrados. "Voy a ir al baño. Espérame aquí."

Vi cómo se tambaleaba hacia el fondo del bar. Esperé cinco minutos. Diez. No regresaba. Una mala sensación se apoderó de mí. Fui a buscarla al baño de mujeres, pero no estaba allí.

Salí a toda prisa del bar y la vi. Estaba en el estacionamiento, subiéndose al coche de Ricardo. Él ya estaba en el asiento del conductor.

Corrí hacia ellos. "¡Carolina! ¿A dónde vas?"

Ella bajó la ventanilla, su rostro era una máscara de desprecio.

"Ricardo me va a llevar a casa. No necesito que tú me cuides."

"¡Sube a mi coche ahora mismo!"

"¿Sabes qué, Sofía?" , dijo, y su voz, aunque arrastrada por el alcohol, era fría y cortante. "Te mentí. No iba al baño. Solo quería deshacerme de ti. Eres tan predecible."

El motor del coche de Ricardo arrancó. La revelación me golpeó con la fuerza de un puñetazo. Era una admisión directa. Una confesión de su engaño, de su complicidad. Ya no se molestaba en ocultarlo.

"Nos vemos mañana en la montaña, hermanita" , dijo Carolina con una sonrisa torcida, antes de subir la ventanilla.

El coche se alejó, dejándome sola en el estacionamiento oscuro, con el eco de su traición resonando en mis oídos.

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