Ojos Robados, Corazón Roto
img img Ojos Robados, Corazón Roto img Capítulo 4
5
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

A la mañana siguiente, el dolor de sus quemaduras era un recordatorio constante de su nueva realidad. La madre de Ricardo la despertó a gritos antes del amanecer.

"¡Levántate, perezosa! Isabel necesita ayuda para vestirse."

Ximena se vistió con el uniforme de sirvienta que le habían dejado en el suelo, una prenda gris y sin forma que se sentía como un disfraz humillante. Bajó a la habitación principal, donde Isabel estaba sentada frente a un espejo, envuelta en una bata de seda.

"Ah, ya estás aquí", dijo Isabel sin mirarla. "Mis zapatos. Están ahí. Póntelos."

Señaló un par de tacones de aguja increíblemente caros. Ximena se arrodilló, sintiendo un nudo en el estómago. Tuvo que tomar el pie de Isabel en sus manos y deslizar el zapato. La mujer que le había robado la vida ahora la trataba como a su esclava personal.

"Más rápido, inútil", se quejó Isabel.

Más tarde, en el desayuno, la tortura continuó. Ximena servía la comida mientras la familia charlaba y reía. Ricardo sostenía la mano de Isabel, mirándola con una devoción que antes era para Ximena. Era una tortura verlos.

"Ximena, tráeme más sopa", ordenó Isabel con un gesto displicente.

Cuando Ximena se acercó con el tazón de sopa caliente, Isabel movió el pie deliberadamente, haciéndola tropezar. La sopa se derramó sobre la alfombra persa y salpicó las piernas de Isabel.

"¡Aaaah! ¡Me quemas!", gritó Isabel, con una actuación digna de un Óscar. "¡Mira lo que has hecho, estúpida! ¡Esta alfombra cuesta más de lo que ganarás en toda tu vida!"

Ricardo se levantó de un salto, con el rostro lleno de preocupación por Isabel y de furia hacia Ximena.

"¿Estás bien, mi amor?", le preguntó a Isabel, ignorando por completo a Ximena, que estaba en el suelo tratando de limpiar el desastre con las manos temblorosas.

"¡Eres una torpe! ¡No puedes hacer nada bien!", le gritó Ricardo a Ximena.

Sin previo aviso, le dio una patada en el costado. El golpe la dejó sin aliento, el dolor extendiéndose por sus costillas. Se acurrucó en el suelo, protegiéndose, mientras Ricardo la insultaba. Él no la veía, solo veía a la sirvienta torpe que había lastimado a su amada prometida.

El dolor físico no era nada comparado con la agonía de su corazón. Recordó una noche, no mucho antes del terremoto. Se había cortado un dedo mientras cocinaba, una herida insignificante. Ricardo había corrido a su lado, había limpiado la herida con una delicadeza infinita, la había besado y le había dicho que no soportaba verla sufrir ni el más mínimo dolor. La había llevado en brazos hasta el sofá y la había cuidado toda la noche.

Ese mismo hombre la acababa de patear como a un perro.

Más tarde ese día, mientras limpiaba las ventanas del salón, vio a los jardineros en el jardín trasero. Estaban arrancando los cactus. El corazón de Ximena se detuvo. Esos cactus eran especiales. Ricardo los había plantado para ella un año atrás. Le había dicho que eran como su amor: fuertes, resilientes y capaces de florecer en las condiciones más duras. Cada uno representaba una promesa.

Corrió hacia afuera, desesperada.

"¡No! ¡Deténganse! ¡No pueden hacer eso!", gritó.

Uno de los jardineros, un hombre mayor que la conocía desde hacía años, la miró con lástima.

"Lo siento, señorita Ximena. Son órdenes de la señorita Isabel. Dijo que odia los cactus y que quiere plantar orquídeas en su lugar."

Las orquídeas. Las flores favoritas de Isabel. Era otro intento de borrarla, de reemplazar cada pedazo de su vida con la presencia de Isabel.

Intentó pararlos, se puso delante de las plantas, protegiéndolas con su cuerpo.

"¡No los toquen! ¡Son míos!"

Isabel apareció en la terraza, con una sonrisa triunfante.

"¿Tus flores? No seas ridícula. Nada en esta casa es tuyo. Eres una simple empleada. Ahora quítate de en medio o haré que te despidan."

La amenaza la dejó helada. Si la echaban, no tendría a dónde ir. Estaba atrapada.

                         

COPYRIGHT(©) 2022