El Precio de la Falsa Heredera
img img El Precio de la Falsa Heredera img Capítulo 3
4
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

Después de la celebración en el lienzo charro, llegué a casa sintiendo un cansancio profundo, no era físico, sino mental.

La adrenalina de la competencia se había disipado, dejándome solo con la tensión de la batalla que se libraba dentro de las paredes de mi hogar.

Sofía me vio entrar y su rostro se iluminó con una sonrisa maliciosa.

Claramente, ella no se había enterado de mi victoria, probablemente se fue del evento apenas vio que su plan de sabotaje no funcionó, y ahora, al verme con aspecto agotado, asumió lo peor.

"Pobre Ximena, te ves fatal," dijo en voz alta, asegurándose de que Doña Elena, que estaba en la sala, la escuchara. "No te preocupes, no todos los días se puede ganar. Ya tendrás otra oportunidad."

Su tono era de una condescendencia insoportable. Se deleitaba en lo que ella creía que era mi fracaso.

No dije nada, simplemente subí a mi cuarto. No tenía la energía para enfrentarla en ese momento.

Mi teléfono vibró. Era un mensaje de mi padre, Don Ricardo.

"El resultado del ADN está listo. Sofía es nuestra hija biológica. Ximena, por favor, entiende que esto no cambia nuestro amor por ti."

Así que era oficial. La usurpadora era yo. O al menos, eso era lo que Sofía quería que todos creyeran.

Unos minutos después, oí un coche detenerse frente a la casa. Me asomé por la ventana y sentí un nudo en el estómago.

Eran mis padres biológicos, la familia García, y mi hermano Pedro. Habían venido en su vieja camioneta. Se veían nerviosos e incómodos.

Doña Elena los había llamado. La confrontación era inminente.

Bajé y me encontré con una escena tensa. Los García estaban de pie en la entrada, sin atreverse a pasar. Sofía estaba junto a Doña Elena, aferrada a su brazo como una niña asustada, lanzando miradas de desprecio a la familia que la había criado.

Cuando Sofía me vio, se apartó de Doña Elena y caminó directamente hacia mí. Su voz era un susurro venenoso, solo para mis oídos.

"Se acabó, Ximena. Tu farsa ha terminado. Ellos ya saben la verdad," dijo, con una sonrisa triunfante. "Esta es mi casa. Esta es mi familia. Y tú... tú vuelves al rancho polvoriento de donde nunca debiste haber salido."

Me quedé mirándola, sin expresión. La calma que sentía la desconcertó.

"¿No tienes nada que decir? ¿No vas a suplicar?" se burló.

"No," respondí simplemente.

Me di la vuelta y comencé a subir las escaleras hacia mi cuarto.

"¿A dónde vas?" gritó.

"A empacar mis cosas," dije sin mirar atrás.

Entré en mi habitación y saqué una maleta. Empecé a doblar mi ropa con una calma metódica. El sueño me había preparado para este momento también. Sabía que irme era la única manera de ganar. Debía dejar que Sofía se sintiera victoriosa, que bajara la guardia.

Sofía irrumpió en mi cuarto, fuera de sí.

"¡Así que te rindes! ¡Tan fácil! Pensé que lucharías un poco más por la vida que me robaste."

Siguió parloteando, insultándome, mientras yo continuaba guardando mis pertenencias. Vi cómo sus ojos se posaron en el trofeo que acababa de ganar, el que estaba sobre mi escritorio.

Con un gesto de pura maldad, lo agarró.

"Supongo que esto también me pertenece," siseó. "El talento para la charrería está en la sangre de los Torres. Tú solo eres una copia barata."

Lo sostuvo frente a mí, esperando una reacción, esperando que le rogara que me lo devolviera.

Me encogí de hombros.

"Quédatelo si te hace feliz," respondí.

Su rostro se contrajo de rabia. Mi indiferencia la desarmaba más que cualquier grito.

Cerré mi maleta y pasé a su lado, saliendo de la que había sido mi habitación durante veinte años.

Abajo, el ambiente era fúnebre. Mis padres biológicos me miraban con una pena infinita. Mi hermano Pedro tenía los ojos enrojecidos. Don Ricardo y Doña Elena parecían haber envejecido diez años en una hora.

"Ximena, hija, no tienes que hacer esto," suplicó Doña Elena.

"Es lo mejor para todos," dije, tratando de que mi voz sonara firme. "Sofía tiene razón. Este es su lugar."

Miré a los García. "Estoy lista para irme a casa."

Mi padre biológico, un hombre de pocas palabras y manos curtidas por el trabajo, solo asintió, con una profunda tristeza en su mirada.

Al salir, pasé junto a Sofía, que todavía sostenía mi trofeo como un arma.

Me sonrió, una sonrisa llena de veneno y triunfo.

"Adiós, usurpadora."

Le devolví la mirada, y por primera vez, dejé que viera un destello de lo que realmente sentía. No era tristeza, ni derrota. Era determinación.

Ella no lo sabía, pero estaba cayendo directamente en mi trampa. El juego apenas comenzaba.

---

            
            

COPYRIGHT(©) 2022