Mi Talento, Su Traición
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Capítulo 1

El anuncio del programa de intercambio cultural cayó como una bomba en la fábrica textil. No era cualquier programa, era una única beca para estudiar arte en España, un sueño inalcanzable para la mayoría de nosotros, los hijos de los obreros que vivíamos en las colonias populares de la Ciudad de México. Mi padre, un hombre que había dedicado su vida entera a las máquinas de coser, vio en esa beca una luz, la única oportunidad para que uno de sus hijos escapara de un destino que parecía escrito en piedra.

La tensión en el salón comunal era palpable, el aire estaba cargado con las esperanzas y los miedos de docenas de familias.

Todos los padres y madres presentes se miraban unos a otros con una mezcla de camaradería y rivalidad. Conocíamos las reglas: la selección no se basaría solo en el talento, sino en una combinación de méritos y una evaluación final por parte de la gerencia de la fábrica, lo que añadía una capa de incertidumbre que nos carcomía a todos. Se oían susurros por todo el lugar, frases sueltas que delataban la ansiedad general. "¿Crees que nuestro hijo tenga chance?", le decía una señora a su esposo. "Dicen que los de la oficina ya tienen a su favorito", respondía otro en voz baja. Era una preocupación compartida, un miedo colectivo a que el juego ya estuviera arreglado, como tantas otras cosas en la vida.

Yo buscaba con la mirada a Mateo, mi novio de toda la vida. Quería compartir con él mi nerviosismo, encontrar un poco de consuelo en su presencia. No lo vi en el salón, así que salí al patio trasero, un lugar lleno de cajas y maquinaria vieja. Fue entonces cuando escuché voces. Eran Mateo y su prima, Camila. Me escondí detrás de una pila de tarimas, con el corazón latiéndome a mil por hora. La voz de Camila era aguda y llena de un fastidio que le conocía muy bien.

"Ay, Mateo, ¿de verdad crees que esa... tu noviecita... tiene alguna oportunidad? Es buena para sus dibujitos, pero esto es serio. Mi familia necesita que yo obtenga este cupo".

Mi estómago se revolvió. Esperé la defensa de Mateo, la respuesta que me tranquilizaría. Pero lo que escuché me rompió por dentro.

"No, mi amor, claro que no", dijo Mateo con una voz suave, casi un susurro cómplice. "Ya hablé con el gerente. Le insinué que tu familia podría hacer una donación generosa a la fábrica. Le dije que el talento de Sofía es... local, nada más. El lugar es tuyo, no te preocupes".

"¿Y ella? ¿Qué pasa si se entera?", preguntó Camila.

"Sofía es una soñadora, vive en su propio mundo. Nunca se dará cuenta. Y si lo hace, ¿qué más da? Entenderá que hay cosas más importantes. Tú y yo, nuestro futuro... eso es lo importante".

Me quedé helada, incapaz de moverme. Cada palabra era un golpe directo. "Talento local". "Una soñadora". Así me veía el hombre que yo amaba, como un obstáculo insignificante en su camino para complacer a su prima rica. La rabia y la humillación me quemaban por dentro. Regresé al salón justo cuando el gerente carraspeó frente al micrófono, listo para anunciar el resultado. Mi mundo se había hecho pedazos en cuestión de minutos. Ya no me importaba la beca, solo quería irme de ahí y no volver a ver a Mateo nunca más.

"Y la persona seleccionada para el programa de intercambio cultural en España, después de una cuidadosa deliberación y por su extraordinario talento demostrado, es... Sofía Martínez".

El mundo se detuvo. Un silencio total se apoderó del salón por un segundo, seguido de un aplauso disperso que fue creciendo. Mi padre gritó de alegría y me abrazó con fuerza. Yo no podía reaccionar. Miré hacia la puerta y vi a Mateo y a Camila, con los rostros pálidos por la sorpresa. La ironía era tan cruel que casi me hizo reír. El destino, o quienquiera que moviera los hilos, se había burlado de sus planes.

Mateo corrió hacia mí, con una expresión de pánico en el rostro. Agarró mi brazo, su voz un susurro desesperado.

"Sofía, ¡felicidades! Qué increíble... pero... escúchame, por favor".

Me aparté de él.

"¿Podrías... podrías pensar en cedérselo a Camila? Sabes lo mucho que significa para ella, para su familia. Para nosotros".

Lo miré a los ojos y vi la verdad de su manipulación. La traición era tan clara, tan descarada. No dije nada. Solo negué con la cabeza lentamente, mientras sentía cómo el amor que una vez le tuve se convertía en cenizas.

            
            

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