Mi Venganza, Mi Renacer
img img Mi Venganza, Mi Renacer img Capítulo 2
3
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

Carlos no esperó mucho para volver a buscarme. Esa misma noche, cuando mi tía salió a una cena de negocios urgente, él apareció en su penthouse, donde yo me estaba quedando. La seguridad del edificio, comprada o intimidada, lo dejó subir sin anunciarlo.

Lo escuché entrar y mi corazón se detuvo. Estaba en la sala, envuelta en una manta, tratando de encontrar algo en la televisión que no me recordara mi vida anterior.

"Te dije que vendría por ti," dijo Carlos desde la entrada. Su voz era tranquila, pero era la calma que precede a la tormenta.

Me puse de pie de un salto, la manta cayendo al suelo. "Vete de aquí, Carlos. No eres bienvenido."

Él sonrió, una sonrisa torcida y sin humor. "Esta es la casa de tu tía, no la tuya. Y tú eres mi prometida. Tengo todo el derecho de estar aquí."

"Ya no soy tu prometida," repliqué, mi voz temblando a pesar de mis esfuerzos por sonar fuerte. "Le pedí a mi tía que cancele todo."

Su sonrisa se desvaneció por completo. En dos zancadas, cruzó la habitación y me agarró del brazo. Su fuerza era brutal.

"No vas a cancelar nada," siseó, su rostro a centímetros del mío. "Has estado haciendo un berrinche ridículo por dos días. Se acabó. Vendrás conmigo ahora mismo, te pondrás un vestido bonito y sonreirás para las cámaras en nuestra fiesta."

"¡No!" Grité, tratando de soltarme. "¡Suéltame, me estás lastimando!"

"Te lastimaré mucho más si sigues desafiándome," dijo, y su mano libre se estrelló contra mi mejilla.

El golpe fue tan fuerte que mi cabeza se sacudió hacia un lado y caí al suelo. El sabor metálico de la sangre llenó mi boca. El dolor era agudo, pero la humillación era peor. Me quedé allí, aturdida, mientras él se cernía sobre mí como un depredador.

"Levántate, Sofía. No me hagas repetírtelo."

Justo en ese momento, la puerta se abrió de nuevo. Era Blanca Ruiz. Llevaba un vestido ajustado de seda blanca que acentuaba su figura, y su rostro estaba maquillado a la perfección. Me miró en el suelo con una expresión de falsa sorpresa y preocupación.

"¡Carlos, mi amor! ¿Qué está pasando?" corrió hacia él, ignorándome por completo. "Estaba tan preocupada, no contestabas mis llamadas."

Luego, como una actriz consumada, se llevó una mano al vientre y gimió suavemente. "Oh... el bebé... creo que la tensión me está afectando."

Carlos se giró hacia ella al instante, su furia hacia mí transformándose en una preocupación exagerada por Blanca. "Tranquila, mi amor. Respira hondo." La ayudó a sentarse en el sofá, tratándola como si fuera de cristal.

Luego se volvió hacia mí, su mirada más fría y cruel que nunca. "¿Ves lo que provocas? Con tus estupideces, estás poniendo en riesgo a mi hijo."

Me levanté lentamente, apoyándome en una mesa de centro. La sangre goteaba de mi labio partido.

"Ese hijo ni siquiera es tuyo, Carlos," dije, mi voz llena de un odio que no sabía que podía sentir. "Y tú lo sabes."

En mi vida pasada, descubrí demasiado tarde que Blanca había estado engañando a Carlos con otro hombre, y el hijo que esperaba no era suyo. Carlos, obsesionado con tener un heredero, se había negado a creerlo hasta que fue innegable.

Mi revelación lo golpeó como un rayo. Por un segundo, vi una duda en sus ojos, pero fue rápidamente reemplazada por una furia ciega.

"Cállate," gruñó. "Cierra tu maldita boca."

Me agarró de nuevo, esta vez del pelo, y me arrastró fuera de la sala, hacia el pasillo de servicio. Blanca observaba desde el sofá con una pequeña sonrisa triunfante en su rostro.

"¡Carlos, no! ¡Suéltame!" Grité, arañando sus manos, pero era inútil.

Me arrastró hasta una pequeña puerta al final del pasillo y la abrió. Era la bodega de vinos de mi tía, un cuarto pequeño, oscuro y sin ventanas. Me arrojó dentro como si fuera un saco de basura. Caí sobre el suelo de cemento frío, raspándome las rodillas.

"Te quedarás aquí hasta que aprendas a comportarte," dijo desde la puerta. La luz del pasillo proyectaba su silueta amenazadora. "Quizás un poco de tiempo a solas te ayude a recordar cuál es tu lugar."

"¡Carlos, no te atrevas!" Grité, el pánico apoderándose de mí.

Tenía un miedo terrible a la oscuridad, un trauma infantil que él conocía perfectamente. En nuestra vida anterior, lo usó en mi contra varias veces, encerrándome en armarios o habitaciones oscuras como castigo.

Él sonrió, una sonrisa verdaderamente sádica. "Oh, sí me atrevo, Sofía. Y cuando decida sacarte, rogarás por casarte conmigo."

La puerta se cerró con un golpe sordo, seguido por el sonido de una llave girando en la cerradura.

La oscuridad era total. Absoluta. El aire era frío y olía a polvo y a vino añejo. Me arrastré hacia la puerta, golpeándola con mis puños.

"¡Carlos! ¡Sácame de aquí! ¡Por favor!"

No hubo respuesta.

Me acurruqué en un rincón, abrazando mis rodillas contra mi pecho, tratando de controlar los temblores que sacudían todo mi cuerpo. El pánico era una bestia viva, arañando mi garganta, apretando mi pecho hasta que sentí que no podía respirar.

Las paredes parecían cerrarse a mi alrededor. El silencio era ensordecedor, roto solo por el latido frenético de mi propio corazón. Empecé a llorar, sollozos ahogados que no traían ningún alivio, solo más miedo. La oscuridad no solo estaba a mi alrededor, estaba dentro de mí, devorando los últimos restos de mi compostura.

Me estaba rompiendo. De nuevo. Y él lo sabía.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022