Capítulo 4

A la mañana siguiente, me obligué a "despertar" en mi espacio interior. Necesitaba saber.

Valeria ya estaba en el comedor, radiante. Se reía de algo que decía Máximo, quien la miraba con una adoración que me revolvió el estómago. Él le servía el desayuno, atento a cada uno de sus gestos, con una paciencia que nunca tuvo conmigo.

Conmigo, siempre había prisa. "Cata, tenemos que patrullar." "Cata, revisa las defensas." "Cata, no hay tiempo para esto."

Para Valeria, todo el tiempo del mundo.

Miré sus rostros, la forma en que interactuaban, y la última pieza de negación dentro de mí se hizo añicos.

No me amaba.

Nunca me amó.

Amaba la idea de la fuerza que yo representaba, pero deseaba la comodidad que Valeria le ofrecía. Y ahora, creyendo que yo estaba "dormida", no tenía reparos en mostrar su preferencia.

Fue una verdad liberadora. Dolorosa, sí, pero liberadora. Ya no tenía que luchar por un amor que no existía. Ya no tenía que sentirme culpable por mi decisión de marcharme.

Me estaban dando todas las razones que necesitaba.