Capítulo 3

Esa noche, la traición tomó una forma más íntima.

Desde mi rincón silencioso, sentí cómo Valeria se movía en la cama, inquieta. Sabía lo que estaba haciendo. No era la primera vez que lo intentaba.

"Máximo..." susurró en la oscuridad.

Podía sentir su intención, fría y calculadora. Quería humillarme, restregarme en la cara que él le pertenecía a ella. Sabía que yo estaba observando. Siempre lo sabía.

La puerta de nuestra habitación se abrió y la silueta de Máximo apareció en el umbral.

"¿Qué pasa, Val? ¿Tuviste una pesadilla?"

"Sí," gimió ella, su voz temblorosa. "Fue horrible. Soñé con los Errantes... ¿Puedo... puedo dormir contigo esta noche? Solo hasta que me calme."

Hubo una pausa. Pude sentir la lucha interna de Máximo. Una parte de él sabía que estaba mal. Pero la fachada de vulnerabilidad de Valeria era su mayor debilidad.

"Claro," dijo finalmente, su voz resignada. "Ven."

Observé, impotente, cómo Valeria se levantaba y lo seguía a su habitación. Vi cómo se acurrucaba a su lado en la cama, cómo él, torpemente, le pasaba un brazo por los hombros.

El dolor que sentí fue diferente esta vez. No era agudo, no era una puñalada. Era un veneno lento, una confirmación de algo que ya sabía: su amor nunca había sido para mí. Era un préstamo, condicionado a mi utilidad.

La imagen de ellos dos juntos, la intimidad robada, era demasiado.

Me obligué a desconectar. Corté el vínculo visual, me sumergí en la oscuridad total de mi espacio interior. No quería ver más. No quería sentir más.

Necesitaba preservar lo que quedaba de mí para el final.