Engaño y traición: su dulce castigo
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Capítulo 1

Sofía movió lentamente su dedo sobre la pantalla de la tablet, cada trazo digital era un eco de los días en que sus manos podían sostener un lápiz y dar vida a la tela.

El boceto de un vestido de noche tomaba forma, pero su mente no estaba en el diseño, no del todo, estaba en el silencio de la casa, un silencio que se había vuelto pesado, antinatural.

Llevaba meses sintiendo una extraña vigilancia, una sensación helada en la nuca, como si unos ojos invisibles la siguieran a todas partes.

Ricardo, su prometido, le había dicho que era paranoia, un efecto secundario del trauma del accidente que la había postrado en esa silla de ruedas. Pero Sofía sabía que no era así, su instinto, afilado por horas de inmovilidad y observación, le decía que algo andaba muy mal.

Esa tarde, mientras buscaba una vieja libreta de bocetos en el estudio de Ricardo, su mano tropezó con un pequeño objeto metálico pegado con cinta adhesiva negra debajo de la estantería. Era una cámara, diminuta, con una lente que la apuntaba directamente.

El aire se le escapó de los pulmones. No fue un grito, fue un silencio aún más profundo. Con un movimiento metódico y helado, revisó el resto de la habitación, encontró otra en la lámpara de pie, una más en el detector de humo.

Su propia casa, su santuario, era una prisión de cristal.

Revisó la sala, el comedor, incluso su propio dormitorio, cada descubrimiento era una confirmación de la traición. Contó doce cámaras, doce ojos fríos y electrónicos que la habían estado desnudando día y noche. La ira que sintió no fue caliente y explosiva, fue un hielo que se expandió desde su pecho, congelando cada nervio, dándole una claridad aterradora.

Esa noche, cuando Ricardo llegó, ella le sonrió como siempre, una sonrisa frágil que ahora se sentía como una máscara de yeso.

"Mi amor, mañana iré a pasar el fin de semana con mi tía. Una de las enfermeras me llevará, necesito un cambio de aires."

Ricardo la besó en la frente, su toque ahora se sentía repulsivo.

"Claro que sí, mi vida. Lo que necesites para sentirte mejor."

Pero Sofía no fue a casa de su tía. Usando una aplicación que encontró vinculada a las cámaras, convirtió su propio teléfono en el monitor de su verdugo. Se registró en un hotelucho al otro lado de la calle, en una habitación con una ventana que daba directamente a su sala. Fingió su partida y luego esperó.

No tuvo que esperar mucho. Apenas una hora después de que el coche de la supuesta enfermera doblara la esquina, el auto deportivo de Ricardo volvió a aparecer. Y no venía solo. Una mujer alta y esbelta bajó del asiento del copiloto, moviéndose con la confianza de quien conoce el terreno.

Lucía, una de las modelos principales de la empresa textil de Ricardo, la misma mujer cuyas fotos adornaban las campañas que Sofía había ayudado a diseñar.

Lucía entró en su casa, se quitó los tacones y se dejó caer en el sofá de Sofía, el sofá donde ella y Ricardo habían planeado su futuro. Desde la pantalla de su teléfono, Sofía observaba cada gesto, cada sonrisa cómplice. El audio era nítido.

"¿Estás seguro de que no volverá antes?", preguntó Lucía, su voz melosa.

"Tranquila", respondió Ricardo, sirviéndole una copa de vino. "La tonta se cree todo lo que le digo. Además, su paseo con la enfermera siempre es el mismo. Solo tarda treinta minutos en regresar de su paseo, tenemos tiempo."

Lucía soltó una carcajada burlona, un sonido feo que resonó en la habitación del hotel.

"¿Treinta minutos? Por favor, Ricardo, una inválida como ella tardaría horas en dar una vuelta a la manzana. Apenas puede mover los brazos."

El rostro de Ricardo se endureció por un instante.

"No hables así de ella, Lucía. Sofía es mi línea roja."

Lucía puso los ojos en blanco, pero se acercó y lo besó.

"Como digas, mi amor. Pero esa línea roja te está costando una fortuna. ¿Cuándo le vas a decir la verdad?"

Ricardo la apartó suavemente y caminó hacia la ventana, mirando hacia afuera como si pudiera sentir la mirada de Sofía desde el otro lado de la calle. Lo que él no sabía, lo que nadie sabía, es que Sofía no era ninguna inválida.

Hacía meses que había recuperado la movilidad en sus piernas, un secreto que había guardado con un celo casi religioso, un as bajo la manga para un día que no sabía que llegaría tan pronto.

Cada noche, mientras él dormía, ella se levantaba y caminaba en silencio, fortaleciendo sus músculos, preparándose.

La conversación continuó, y cada palabra era un golpe más.

"El bebé nacerá en seis meses", dijo Ricardo, su voz ahora era un susurro conspirador. "Cuando nazca, arreglaremos los papeles para que Sofía lo adopte. Creerá que es un acto de amor, una forma de darnos la familia que el accidente nos quitó. Ella lo criará como suyo."

Sofía sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Un bebé. Lucía estaba embarazada.

"¿Y qué pasará conmigo?", preguntó Lucía, con un matiz de ansiedad.

"Tú recibirás tu dinero, más de lo que puedas soñar. Podrás irte, empezar de nuevo donde quieras. El niño se queda. Será un Romero y heredará todo. Sofía nunca sospechará nada."

El mundo de Sofía se derrumbó. No era solo una infidelidad, era un plan macabro, una red de mentiras diseñada para robarle su vida, su futuro, incluso la maternidad que tanto anhelaba. La mujer en la silla de ruedas no era una prometida, era un instrumento, una incubadora emocional para el hijo de su amante.

El dolor fue tan agudo que por un momento pensó que se desmayaría. Pero entonces, el hielo en sus venas se solidificó. La tristeza se transformó en una rabia fría y cortante. Miró la pantalla, vio a Ricardo besar el vientre de Lucía, y supo que el amor que una vez sintió se había convertido en cenizas.

Con dedos que no temblaban, buscó un número en sus contactos. Era un correo electrónico que había guardado de hacía meses, una oferta de trabajo de una prestigiosa casa de modas en París. Una oferta que había rechazado por Ricardo.

Marcó el número. La voz al otro lado de la línea sonaba lejana, profesional.

"Bonjour, Maison Dubois."

"Habla Sofía Romero", dijo ella, su voz firme, sin rastro de la mujer rota que era hace unos minutos. "Llamo para aceptar su oferta. ¿Cuándo puedo empezar?"

            
            

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