Lágrimas De Cristal
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Capítulo 4

La canción de cuna se apoderó del silencio, y nadie se atrevió a mover un músculo.

Era una melodía simple, pero tenía un poder extraño, una capacidad para congelar la sangre en las venas.

"Luna de espejo, flor de papel...", susurró Miguel a mi lado, tratando de recordar.

"Dame tu piel...", continué yo, la siguiente línea apareciendo en mi mente como un mal recuerdo.

"...o te llevo con él", completó Miguel, su voz temblando un poco.

Nos miramos. La letra no tenía sentido, pero sonaba a amenaza.

"Suena a una de esas leyendas urbanas que te cuentan para que no salgas de noche", dijo Miguel, intentando sonar despreocupado, pero no lo logró. "Como el coco o algo así, pero más retorcido".

"Aquí el coco es real", le recordé, recorriendo la habitación con la mirada.

Estábamos en el primer piso de la pagoda. Había una escalera de caracol que subía hacia la oscuridad y varias ventanas que daban a un paisaje nocturno imposible. Afuera, un lago perfectamente quieto reflejaba un cielo sin estrellas, solo una luna anormalmente grande y blanca.

"Revisé las ventanas antes de que llegaran todos", le dije a Miguel en voz baja. "No se pueden abrir. Y la puerta por la que creo que entramos... ya no está".

Estábamos atrapados.

De repente, la voz mecánica retumbó de nuevo, haciendo que varios saltaran del susto.

[Número de supervivientes actuales: 20.]

[Objetivo del desafío: Encontrar el tesoro del 'Pintor de Pieles'.]

[El tiempo es limitado.]

[Que comience la búsqueda.]

Antes de que alguien pudiera procesar la información, un sonido húmedo y repugnante vino de la escalera de caracol.

Algo estaba bajando.

No eran pasos. Era un sonido de arrastre, como si un saco de carne mojada se estuviera deslizando por los escalones.

Todos retrocedimos instintivamente, formando un semicírculo frente a la escalera.

De la oscuridad de arriba, una figura emergió lentamente.

Era vagamente humanoide, alto y delgado, pero sus extremidades eran demasiado largas, sus articulaciones se doblaban en ángulos imposibles.

No tenía rostro, solo una superficie lisa y pálida, como la porcelana sin pintar.

Se movía con una gracia grotesca, cada movimiento deliberado y silencioso.

El sonido de arrastre venía de algo que traía consigo: un bulto informe y ensangrentado.

La criatura, el 'Pintor de Pieles', se detuvo en el último escalón, su cabeza sin rostro inclinándose como si nos estuviera estudiando a todos.

El silencio en la habitación era absoluto, roto solo por la respiración agitada de veinte personas aterradas.

                         

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