Recordé sus palabras de hacía tanto tiempo, cuando apenas empezábamos a salir en el juego. "No me importa cómo te veas, Sofía. Me importa lo que hay aquí", me había dicho, tocando virtualmente el pecho de mi feo avatar. "Eres real, eres talentosa, eres leal. Eres todo lo que Princesa Dulce nunca fue".
Mentiras. Todo había sido una mentira. Cada promesa, cada palabra de consuelo cuando la gente se burlaba de mí, cada "te quiero" susurrado en la noche. Era una farsa cruel y elaborada.
Me quité el casco de RV, con el rostro empapado en lágrimas. La ironía era brutal. Justo esa mañana, había tenido una videollamada con mi cliente, el CEO de una empresa de tecnología de punta llamada "Innovatec". Discutimos los detalles de la nueva campaña publicitaria para la que yo estaba haciendo las ilustraciones. Ese CEO era Héctor. Héctor en la vida real.
Él no sabía que yo era "Puente del Sur de Bambú". Para él, yo solo era Sofía, la ilustradora freelance que trabajaba para su empresa. Una profesional eficiente y algo tímida que nunca encendía la cámara más allá de lo necesario. Hablamos de plazos y presupuestos, su voz era profesional, cortés, impersonal. Era el mismo hombre que, en ese mismo instante, estaba destrozando mi corazón en un mundo virtual.
La soledad que sentí fue abrumadora. Estaba completamente sola en esto. Él ni siquiera sabía a quién le estaba haciendo daño en el mundo real. Para él, yo era dos personas separadas, y a ninguna de las dos le importaba de verdad.
Volví a ponerme el casco, guiada por un impulso masoquista. Tenía que ver el final. La transmisión seguía. Ahora, Héctor y Ximena estaban hablando con sus amigos más cercanos del gremio. Uno de ellos, un guerrero llamado "Tanque de Acero", le dio una palmada en la espalda a Héctor.
"¡Por fin, hermano! Sabíamos que la seguías queriendo. Aguantaste como un campeón con la otra".
Héctor sonrió, una sonrisa torcida que me heló la sangre. "Ya saben, uno hace lo que tiene que hacer para no estar solo. Pero el verdadero amor siempre vuelve. Ximena es la única para mí".
No tenía nada que ver conmigo. Su espera, su supuesta lealtad, todo había sido por ella. Yo solo fui un parche, un reemplazo temporal. Un objeto para usar y desechar.
El chat del mundo entero explotó. Las noticias corrían como la pólvora. "Guerrero de Fuego y Princesa Dulce, juntos de nuevo". "La historia de amor del siglo". Y en medio de todo, empezaron a aparecer los hilos sobre mí.
"¿Y qué pasa con Puente del Sur de Bambú?".
"Pobre fea, la usaron y la tiraron como basura".
"Se lo merecía. ¿Quién se cree que es para estar con alguien como Guerrero de Fuego?".
"Seguro ahora se borra el personaje. Qué humillación".
Cada comentario era una piedra. Sentí el peso de la opinión pública cayendo sobre mí, aplastándome. No solo había perdido al hombre que amaba, estaba siendo humillada frente a miles de personas. Mi refugio, el único lugar donde sentía que podía ser yo misma sin el peso de mi apariencia, se había convertido en mi peor pesadilla.