Más tarde, cuando la casa estaba en completo silencio, sonó su teléfono de trabajo. Se levantó de la cama y fue a su estudio para contestar. Lo seguí en silencio, mis pies descalzos no hacían ruido sobre el piso de madera. Me pegué a la pared junto a la puerta, el corazón latiéndome con fuerza contra las costillas.
Era su colega de nuevo, el mismo de la noche anterior. Su nombre era David.
"Emiliano, tienes que reconsiderarlo" , decía David, su voz sonaba preocupada. "Lo que hiciste con el informe de los agentes es un delito federal. Falsificar evidencia forense... te puede costar la carrera y la libertad."
"¡Ya te dije que no te metas!" , la voz de Emiliano era un susurro furioso, lleno de veneno. "Hice lo que tenía que hacer."
"¿Por ella? ¿Por Ximena?" , preguntó David, incrédulo. "Esa mujer te tiene completamente ciego. ¿No te das cuenta de que te está usando? ¡Es una asesina, Emiliano!"
Hubo un silencio tenso. Podía imaginar a Emiliano apretando la mandíbula, sus ojos oscureciéndose.
"Yo le prometí que la protegería" , dijo Emiliano, su voz cargada de una obsesión enfermiza. "Ella ha sufrido mucho. Era una víctima en todo eso, la obligaron. No dejaré que nadie le haga daño. Ni tú, ni la policía, ni nadie."
"¡Ella no es ninguna víctima!" , exclamó David. "¡Ella los mató a sangre fría! ¡Y tú culpaste a dos héroes! ¿Y Sofía? ¿Qué pasa con ella? Vive bajo tu techo, esperando un hijo tuyo, mientras tú proteges a la asesina de sus padres. ¿Eso no te carcome por dentro?"
"¡Cállate!" , gritó Emiliano, perdiendo el control. "¡Tú no sabes nada! ¡No sabes lo que es amarla! ¡Haría cualquier cosa por Ximena!"
Escuché un ruido sordo, como un puño golpeando un escritorio.
"No vuelvas a llamarme para hablar de esto" , siseó Emiliano. "El caso está cerrado. Los padres de Sofía eran corruptos. Ximena es una sobreviviente. Ese es el final de la historia."
Colgó con violencia.
Me quedé inmóvil en el pasillo oscuro. El frío no venía del suelo, sino de mi interior. Cada palabra que había dicho confirmaba la horrible verdad. No solo había encubierto el crimen, lo había hecho por amor a otra mujer. A la asesina. Mi matrimonio, mi vida, los últimos cinco años, todo era un elaborado teatro para protegerla. Yo era solo un daño colateral, un peón en su juego enfermo.
El bebé se movió de nuevo, una patada fuerte y repentina. Puse una mano sobre mi vientre, un gesto protector. El aire me faltaba. Tenía que salir de ahí.
Con el mayor cuidado posible, retrocedí paso a paso. No quería que me descubriera. No todavía. Necesitaba pensar, necesitaba un plan. Volví a la cama y me metí bajo las sábanas, pero el calor no llegaba. Tiritaba sin control, mi mente corriendo a mil por hora.
Escuché la puerta del estudio abrirse y luego sus pasos acercándose a nuestra habitación. Contuve la respiración, fingiendo un sueño profundo. Entró y se quedó parado junto a la cama por un momento. Sentí su mirada sobre mí en la oscuridad. Luego, se inclinó y me dio un beso suave en la frente.
El contacto de sus labios en mi piel me provocó náuseas. Era el beso de un traidor, el beso de un monstruo. Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no apartarme y gritarle en la cara.
Se volvió a acostar a mi lado, y en pocos minutos, su respiración se hizo profunda y regular. Estaba dormido. Pero para mí, el sueño era imposible. Me quedé con los ojos abiertos en la oscuridad, escuchando el tictac del reloj en la mesita de noche. Cada segundo era una tortura, cada tic-tac un recordatorio del tiempo que había perdido, de la vida que me habían robado. La mujer frágil que había subido a esa azotea cinco años atrás había muerto. En su lugar, había nacido una nueva Sofía, una endurecida por la traición, con un solo propósito: la venganza.