Lágrimas de Traición, Fuego Interior
img img Lágrimas de Traición, Fuego Interior img Capítulo 4
5
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 4

Con Emiliano profundamente dormido, me deslicé fuera de la cama. El silencio de la casa era denso, casi palpable. Cada crujido del suelo de madera sonaba como un disparo en la noche. Caminé de puntillas por el pasillo hasta la puerta de su estudio.

Saqué la llave duplicada de mi bolsillo. Mis manos temblaban tanto que apenas pude insertarla en la cerradura. Respiré hondo, giré la llave y la puerta se abrió con un suave clic.

Entré y cerré la puerta detrás de mí. El estudio olía a él: a antiséptico, a papel viejo y a su loción. Encendí la pequeña lámpara de su escritorio, bañando la habitación en una luz tenue. El lugar estaba impecablemente ordenado, una fachada de control y profesionalismo.

Mi objetivo era su computadora y su archivador personal, el que siempre estaba bajo llave. Empecé por el archivador. Probé la misma llave duplicada y, para mi alivio, funcionó.

Abrí el primer cajón. Estaba lleno de carpetas, todas etiquetadas meticulosamente. Busqué el apellido de mis padres. Y allí estaba: "CASO AGENTES ROJAS/SÁNCHEZ - TIJUANA" .

Mi corazón latía con furia. Saqué la carpeta y la puse sobre el escritorio. La abrí. Adentro estaba el infierno.

Lo primero que vi fueron las fotos de la escena del crimen. Eran crudas, brutales. Vi a mis padres, sin vida, en el interior de su vehículo. Tuve que apartar la vista, mordiéndome el labio para no gritar. Me obligué a mirar de nuevo, a memorizar cada detalle.

Luego, encontré los informes forenses. Había dos versiones. Una era la oficial, la que se había filtrado a la prensa, llena de términos técnicos que hablaban de residuos de droga en el coche, de una balística que sugería un fuego cruzado entre ellos y otros traficantes. Era una construcción perfecta para apoyar la historia de la corrupción.

Pero debajo de esa, había otra carpeta, más delgada, con una etiqueta escrita a mano: "Borradores - NO ARCHIVAR" .

La abrí. Era el informe original de Emiliano. Las conclusiones eran completamente diferentes. Hablaba de una ejecución. Disparos a quemarropa, realizados desde el asiento trasero. No había señales de lucha. La balística indicaba un solo tirador, usando un arma de calibre pequeño. No había residuos de droga en las pruebas iniciales. Todo el informe oficial era una fabricación. Emiliano lo había falsificado todo.

Sentí una oleada de náuseas. Él no solo había ocultado la verdad, la había fabricado activamente. Había destruido el legado de mis padres con sus propias manos.

Seguí buscando. En el fondo del cajón, encontré un sobre grueso sin etiqueta. Lo abrí. Dentro no había documentos, sino fotos. Fotos personales.

Eran de Emiliano y Ximena.

Estaban en una playa, abrazados, riendo. Ximena llevaba un bikini y Emiliano la miraba con una adoración que nunca me había dedicado a mí. Había otra foto de ellos en un restaurante elegante, brindando con copas de champaña. Y la peor de todas: una tomada en el rancho donde ella se había casado con Ricardo. Estaban solos, besándose apasionadamente. La fecha impresa en la esquina de la foto era de una semana antes de su boda con Ricardo.

No eran solo cómplices. Eran amantes. Todo este tiempo, habían estado juntos. El matrimonio de Ximena con Ricardo era parte de la farsa, una manera de consolidar su historia de "rehén rescatada por un héroe" , dándole una coartada perfecta. Y mi matrimonio con Emiliano... era la forma de neutralizarme.

Mi mundo se desmoronó por completo. El dolor era tan intenso que me dobló por la mitad. Me apoyé en el escritorio, tratando de respirar. El bebé pateó, recordándome que no estaba sola en esto.

La rabia reemplazó al dolor. Una rabia fría y calculadora. No iba a derrumbarme. No les daría esa satisfacción.

Saqué mi teléfono y empecé a fotografiar cada página de los informes, cada foto comprometedora. Trabajé rápido, con una precisión nacida de la furia. Luego, entré en su computadora. No tenía contraseña. Su arrogancia era su debilidad. Encontré correos electrónicos entre él y Ximena, llenos de palabras de amor y planes. Encontré borradores de los informes falsificados. Encontré registros financieros, transferencias de grandes sumas de dinero de Emiliano a una cuenta a nombre de Ximena.

Lo copié todo a una memoria USB que encontré en su cajón.

Cuando terminé, puse todo de vuelta en su lugar, exactamente como lo había encontrado. Cerré el archivador y la puerta del estudio con llave. Borré las fotos de mi teléfono después de asegurarme de que estaban respaldadas en la nube. No podía dejar ningún rastro.

Volví a la habitación. Emiliano seguía dormido, ajeno a todo. Lo miré, a este hombre que era un completo extraño, un monstruo disfrazado de salvador. Toqué mi anillo de bodas. Se sentía como un grillete. Me lo quité lentamente y lo dejé sobre su mesita de noche.

No iba a huir en medio de la noche. Eso sería de cobardes. Iba a enfrentarlo. Pero a mi manera, en mis términos. Mi plan de escape no era solo salir de esa casa. Era demoler su mundo, tal como él había demolido el mío. Y por mi hijo, y por la memoria de mis padres, iba a asegurarme de que él y Ximena pagaran por cada una de sus mentiras.

                         

COPYRIGHT(©) 2022