El Precio de la Bondad Perdida
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Capítulo 2

Justo cuando los toros estaban a punto de arrollar al grupo, un nuevo grito rasgó el aire, más agudo y lleno de un terror diferente.

"¡Un jaguar! ¡Hay un jaguar cerca! ¡Estamos en peligro!"

La estampida de toros era una cosa, pero la presencia de un depredador como ese convirtió el pánico en un caos absoluto. La gente corría en todas direcciones, tropezando unos con otros.

Antes de que Elvira pudiera siquiera procesar la nueva amenaza, sintió un tirón brutal en su cabello, Sofía Del Valle la había agarrado con una fuerza sorprendente para su delicada apariencia.

La arrastró por el suelo polvoriento y la forzó a arrodillarse en el centro del patio, expuesta.

"¡Salta!", le gritó Sofía, su rostro hermoso contorsionado por la malicia. "¡Ve y distrae al jaguar! ¡Ahora!"

Elvira se quedó inmóvil, mirando el rostro de la mujer que la había asesinado. El recuerdo de los alacranes, del dolor insoportable, de la traición, la golpeó con la fuerza de un martillo.

Sofía no le dio tiempo a reaccionar, le dio una patada salvaje en la espalda que le sacó el aire.

"¡Muévete! ¡Solo eres una peona! ¡Es un gran honor que tu miserable vida salve a todos los nobles del rancho!"

Al ver esa cara, Elvira se arrepintió profundamente de su yo pasado, se arrepintió de haberse enamorado a primera vista de esa mujer, de haber arriesgado su vida para salvarla, de haber sufrido las secuelas crónicas de las heridas de esa hazaña. Creía que Sofía era tan amable y hermosa como parecía, pero era una víbora venenosa disfrazada de ángel.

"¡Suelten a mi compadre Elvira!", gritó una voz familiar.

Pedro, uno de sus colegas charros, corría hacia ellas, con el rostro lleno de indignación.

"¡La última vez que hubo un huracán, fue Elvira quien ajustó la ruta del ganado y evitó que se perdiera todo! ¡Ella puede salvarnos!", gritó a la multitud aterrorizada. "¡No pueden arrojarla a las fieras!"

Al escuchar esto, se produjo un revuelo en el patio, algunas damas de la alta sociedad, desesperadas, decidieron creerle a Pedro y miraron a Elvira con súplica.

"¡Por favor, señorita, tome el control! ¡Sálvenos!", le rogaron.

En su vida anterior, fue precisamente por acceder a la petición de esta misma gente que terminó muerta de la forma más dolorosa. Esta vez, Elvira no estaba dispuesta a arriesgar nada.

Ante la mirada expectante de todos, simplemente negó con la cabeza con una calma que los congeló.

"No hay remedio", dijo con voz plana y sin emociones. "El rancho se va a pique".

La esperanza en los rostros de la gente se convirtió en desesperación y luego en ira.

Sofía, al ver la reacción de Elvira, soltó una risa llena de desdén.

"¿Lo ven todos?", gritó, señalando a Elvira con desprecio. "¡Una peona cualquiera haciéndose pasar por heroína! ¿Están locos? ¡Creer semejantes tonterías!"

Se acercó a Elvira, le levantó la barbilla con brusquedad y le escupió en la cara.

"Señores, piénsenlo bien, si realmente fuera tan capaz, ¿usaría este uniforme barato como una perra cualquiera?"

La humillación pública no movió un músculo en el rostro de Elvira, su corazón ya estaba muerto para esa gente.

Sofía la miró con asco y luego se dio la vuelta para presentar a alguien a la multitud con una sonrisa radiante.

"¡Pero no se preocupen! ¡Les presento a mi querido Alejandro! ¡Él es el único que puede salvarnos a todos!"

            
            

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