El Precio de la Bondad Perdida
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Capítulo 4

Al escuchar la palabra "líder", Elvira no pudo evitar soltar una carcajada, una risa genuina y amarga.

"¿Un líder? ¿De verdad?", dijo, mirando directamente a los ojos de Sofía.

Apenas terminó de hablar, Sofía se puso roja de ira y la agarró por el cuello de la camisa, sacudiéndola con violencia.

"¡Maldita peona! ¿Todavía no te das por vencida?"

La sacudida fue tan fuerte que el collar que Elvira siempre llevaba oculto bajo la camisa se asomó, un pequeño dije de plata y obsidiana con un diseño intrincado.

Al ver el collar, los ojos de Sofía se abrieron como platos.

"¡Ese...! ¡Ese no es el collar exclusivo de la familia del Charro Negro!", gritó alguien en la multitud.

Un grito de sorpresa resonó en el patio y todos se giraron para ver el objeto que colgaba del cuello de Elvira.

"Se dice que este collar solo se transmite a los herederos directos de la familia, ¿cómo lo tiene ella?"

La gente hablaba acaloradamente, y la ferocidad de Sofía se desvaneció, reemplazada por una confusión palpable.

"¡¿Cómo es que este collar está en tu poder?!", gritó Alejandro, abriéndose paso entre la multitud y corriendo hacia Elvira. Su rostro mostraba una expresión de asombro y dolor perfectamente calculada.

"Elvira, no quería decirlo, pero lo que haces es demasiado", dijo, sus ojos se enrojecieron al instante, como un actor en el escenario. "En el rancho, siempre te consideré una buena amiga, pero tú... tú envidias mi condición de hijo del Charro Negro."

La acusación dejó a la multitud en silencio.

"Esa vez que fuimos a caballo juntos, manipulaste mi silla de montar para que me cayera. ¡Si no hubiera tenido suerte, habría muerto!", continuó su actuación.

Se giró hacia la multitud y se quitó la camisa, revelando una larga cicatriz en su espalda.

"Todos lo ven, ¿verdad? ¡Esto es lo que quedó del accidente que ella provocó!"

Elvira no podía negar que Alejandro era un gran actor, era un hombre apuesto, y con solo enrojecer los ojos, las damas de la alta sociedad ya estaban conmovidas y de su lado. Apenas terminó de hablar, Elvira se convirtió en el blanco de todos los ataques.

"¡Realmente es una miserable! ¡Y yo que antes le creía, es una inútil que no soporta ver a los demás prosperar!"

"¡Échenla a los jaguares! ¡Una persona así es un peligro vivo!"

Algunas personas se acercaron para rodearla, y Sofía, aprovechando el caos, le arrancó el collar del cuello.

"¡Esto le pertenece a Alejandro!", gritó, entregándoselo al impostor.

"¡Devuélvemelo!", gritó Elvira. Era el emblema del honor de su familia, el último recuerdo de su padre. No quería que cayera en manos de esa escoria.

Sin pensarlo, se lanzó hacia adelante, con la cabeza caliente por la ira. Pero antes de que pudiera alcanzar a Sofía, recibió una bofetada brutal que le volteó la cara.

"¡Una peona cualquiera no merece tocar las cosas del Charro Negro!", siseó Sofía.

Levantó la mano y, a su señal, varios guardias se acercaron y la patearon salvajemente en el estómago. Elvira gimió de dolor y se acurrucó en el suelo.

La multitud aplaudió.

Tenían la misma expresión que en su vida anterior, cuando la veían retorcerse en el pozo de alacranes. Recordó cómo incluso le arrojaron chiles para verla sufrir más antes de morir.

                         

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