Amor Enterno Después de Todo
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Capítulo 2

Sofía se quedó de pie junto a la fuente, una figura patética a los ojos del mundo, con el cabello pegado a la cara por el sudor y los pies destrozados sobre el pavimento sucio. El contraste entre su estado y la elegante arquitectura de la glorieta era brutal, los coches de lujo pasaban a su lado, sus conductores desviando la mirada con una mezcla de asco y lástima.

En la transmisión en vivo, que seguía activa, el chat era un torbellino de burlas. "JAJAJAJA la dejaron como una estúpida", "Tanto dolor para nada", "Ximena es la reina, esta es solo una sirvienta", "Marc es un genio, le dio una lección". La humillación era un espectáculo público, y la gente lo devoraba.

Pero detrás de la apariencia de una mujer rota, la mente de Sofía estaba en calma, sus ojos, aunque cansados, estaban limpios, claros. Observaba el agua de la fuente, sintiendo el dolor punzante en sus pies no como un castigo, sino como un ancla a la realidad física que estaba a punto de trascender, cada insulto, cada mirada de desprecio, la fortalecía en su propósito secreto.

De repente, Ximena, que había estado observando desde el auto de Marc a unos metros de distancia, hizo un gesto dramático, se llevó una mano al pecho y se inclinó hacia adelante, como si le faltara el aire.

"¡Ay, mi amor!", exclamó con voz débil, pero lo suficientemente fuerte para que se escuchara. "Creo que la impresión... me siento muy mal, me duele el pecho".

Marc, que estaba a punto de arrancar el coche para irse, giró la cabeza al instante, su rostro lleno de pánico. Saltó del auto y corrió hacia el lado del pasajero, abriendo la puerta con desesperación.

"¡Ximena! ¿Qué tienes, mi vida? ¡Respira!", gritó, su voz llena de una preocupación exagerada. La acunó en sus brazos, mirando a su alrededor como si buscara un médico entre los transeúntes. Era una actuación perfecta, diseñada para la cámara del teléfono de Sofía, que seguía transmitiendo.

Marc levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Sofía, una idea cruel y brillante se formó en su mente. Dejó a Ximena recostada suavemente en el asiento y caminó hacia Sofía, su rostro una máscara de furia y preocupación.

"¿Ves lo que provocas?", le espetó, señalando a Ximena. "Tu presencia, tu energía negativa, la está enfermando, ella es demasiado pura, demasiado buena, y tú la estás contaminando con tu desesperación".

Sofía permaneció en silencio.

"Pero vas a arreglarlo", continuó Marc, su voz bajando a un susurro amenazante. "He oído que la gente hace peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe para pedir milagros por la salud de sus seres queridos, es una prueba de fe, de devoción, bueno, tú vas a hacer una, vas a caminar desde aquí, desde la Cibeles, hasta la Basílica, de rodillas, y vas a rezar por la salud de Ximena, para que se recupere del daño que le has hecho".

La multitud virtual en el chat enloqueció, la propuesta era tan extrema, tan medieval, que superaba cualquier cosa que hubieran imaginado. "¿De rodillas? Se va a destrozar", "Eso es inhumano", escribían algunos, pero la mayoría estaba fascinada, "¡Que lo haga! ¡Que demuestre su arrepentimiento!", "¡Esto es mejor que una telenovela!".

Los amigos de Sofía, que habían llegado en un taxi, la miraron con horror. "Sofía, ya basta, esto es una locura, vámonos", le rogó Elena, tratando de tomarla del brazo.

Sofía apartó suavemente la mano de su amiga, sus ojos nunca dejaron los de Marc. Una pequeña, casi imperceptible sonrisa se dibujó en sus labios. Sabía que este era el siguiente gran paso, el sacrificio que la acercaría a su meta.

"Lo haré", dijo, su voz sorprendentemente firme. Luego, añadió una condición que desconcertó a Marc. "Pero no lo haré por ti, ni por ella, lo haré porque es parte de mi propio camino, y cuando llegue, no rezaré por su salud, rezaré por mi propia liberación".

Marc frunció el ceño, sin entender del todo sus palabras, pero la primera parte de la frase fue suficiente para él, ella había aceptado. Su ego le impidió ver más allá de la aparente sumisión.

"Llámalo como quieras", dijo con desdén. "Pero más te vale que lo hagas, el mundo te está viendo".

Se dio la vuelta y regresó al auto donde Ximena ya se había "recuperado" milagrosamente y lo miraba con una sonrisa de triunfo.

Sofía se giró hacia el norte, en dirección a la Basílica, ignorando los gritos de sus amigos y el dolor agudo de sus pies ensangrentados. Respiró hondo una vez más y, ante la mirada atónita de miles de espectadores en línea, se arrodilló sobre el asfalto.

El primer contacto de sus rodillas con la superficie rugosa fue una agonía, un dolor blanco y cegador que le subió por las piernas, pero ella no emitió ningún sonido. Apoyó las manos en el suelo para mantener el equilibrio y comenzó a avanzar, un movimiento lento, tortuoso, arrastrando su cuerpo sobre el pavimento. La peregrinación más humillante y dolorosa había comenzado.

            
            

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