Amor Enterno Después de Todo
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Capítulo 4

El sonido de la bofetada dejó un eco pesado en el pasillo del hospital. La enfermera se quedó helada, Ximena fingió un sollozo de miedo y Marc respiraba agitadamente, con la mano todavía en el aire, mirando a Sofía con una furia descontrolada.

"Esto es para que aprendas", dijo Marc, su voz temblando de rabia. "Cada acción tiene una consecuencia, y tú eres violenta y peligrosa, te di una oportunidad y la escupiste, esto es justicia".

La gente en el pasillo, otros pacientes y sus familiares, murmuraban entre ellos. "Se lo merecía", dijo un hombre. "Esa mujer es un problema". La narrativa de Marc era tan poderosa que incluso los extraños la aceptaban como la verdad. Veían a una mujer herida y humillada, pero en lugar de compasión, sentían desprecio.

Sofía giró lentamente la cabeza, la mejilla le ardía, el sabor metálico de la sangre llenaba su boca. Pero en medio de ese dolor agudo y punzante, sintió algo más, un clic, un sonido interno, como si una pieza final de un complejo mecanismo hubiera encajado en su lugar. El dolor físico, la humillación absoluta, la injusticia flagrante... era la última llave. Una ola de energía recorrió su cuerpo, no una energía física, sino algo más profundo, espiritual. La prueba estaba casi completa.

Una sonrisa lenta y genuina se extendió por sus labios ensangrentados, sus ojos brillaron con una alegría extraña, casi sobrenatural. Miró a Marc, no con odio, sino con algo que parecía gratitud.

"Gracias", susurró.

La reacción de Sofía desconcertó a todos. Marc frunció el ceño, su furia se desvaneció y fue reemplazada por una profunda confusión. ¿Por qué sonreía? ¿Se había vuelto loca? Ximena dejó de llorar y la miró con recelo.

Los espectadores en el pasillo también estaban confundidos. "Está loca", susurró una mujer. "Le gusta que la maltraten, es una masoquista". La sonrisa de Sofía fue interpretada como la prueba definitiva de su desequilibrio.

Marc, incómodo y sin saber cómo reaccionar, simplemente se dio la vuelta. Agarró a Ximena del brazo.

"Vámonos de aquí, este lugar apesta a locura", dijo, arrastrándola lejos de la escena.

Durante los días siguientes, Marc ignoró por completo a Sofía, se dedicó a consentir a Ximena, llenándola de regalos caros y viajes de lujo, publicando cada momento en sus redes sociales. Las fotos mostraban a Ximena en yates, con bolsas de diseñador, en restaurantes exclusivos, siempre sonriendo, la viva imagen del triunfo. Era un mensaje claro para el mundo: él había elegido a su reina, y la otra había sido descartada.

Mientras tanto, Sofía fue dada de alta del hospital y regresó a su pequeño departamento, sola y olvidada por el hombre que la había atormentado. Sus amigos intentaron ayudarla, pero ella los rechazaba con amabilidad, asegurándoles que estaba bien, que necesitaba estar sola. Pasaba los días en silencio, meditando, sintiendo el cambio que se estaba produciendo en su interior. La conexión con su propósito era más fuerte que nunca.

Una noche, Marc apareció en su puerta, su rostro era una mezcla de arrogancia y algo que parecía desesperación. Ximena había sido diagnosticada con una enfermedad renal, algo crónico que requería un tratamiento constante y, eventualmente, un trasplante. La noticia había sacudido el mundo perfecto de Marc.

Entró en el departamento de Sofía sin ser invitado.

"Ximena está enferma", dijo sin rodeos. "Necesita un riñón".

Sofía lo miró, esperando.

"Los médicos dicen que encontrar un donante compatible es casi imposible, podría tardar años, años en los que ella sufrirá", continuó Marc, caminando de un lado a otro. "Pero tú y ella, curiosamente, tienen un tipo de sangre raro, compatible".

El aire en la habitación se volvió pesado.

"Quiero que le des tu riñón", dijo Marc, su voz era un mandato.

Era la petición más extrema, la más monstruosa. Era un sacrificio que cambiaría su vida para siempre.

"¿Por qué haría yo eso?", preguntó Sofía, su voz tranquila.

Marc se detuvo y la miró fijamente. "Porque si lo haces, te lo daré todo, te casarás conmigo, serás la señora Solís, tendrás mi nombre, mi dinero, mi estatus, Ximena estará sana, pero tú serás mi esposa, la única, para siempre". Era una promesa vacía, una mentira envuelta en la desesperación y el control. Sabía que Sofía, en su supuesta obsesión por él, no podría rechazar una oferta así.

"Quiero que estés atada a mí, que dependas de mí, te haré tan débil que nunca podrás dejarme", pensó para sí mismo, su verdadera y oscura intención saliendo a la luz en su mente. "Serás mía, de una forma u otra". La propuesta no era un acto de amor, sino el plan definitivo para poseerla y controlarla por completo.

                         

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