Al llegar al piso ejecutivo, se dirigió directamente a la oficina de Skay Meléndez, su vicepresidente y único hombre en quien confiaba plenamente. La puerta estaba entreabierta, y al entrar, encontró a Skay reclinado en su silla, hablando por teléfono con un cliente asiático en un fluido mandarín. Al ver a Theo, terminó la llamada de inmediato.
-Por fin, -dijo Skay, ajustándose las gafas de marco negro-. Llevo tres horas tapando agujeros. ¿Dónde demonios estabas? La junta con los inversores de Singapur casi se cancela. -Theo se dejó caer en el sillón frente a él, desabotonando su saco con un gesto cansado.
-En el hospital. Rescatando a una Reynoso de las garras de su propia familia. -dijo Theo y Skay arqueó una ceja.
-No me digas que fue Noemí. -agregó Skay
-La misma. -confirmó Theo
-¿Y qué hacía la ex heredera de los Reynoso tirada en un hospital público? -preguntó Skay, aunque por el brillo en sus ojos, ya lo sospechaba. Theo no le quitó la mirada.
-Embarazada. Desheredada. Y con moretones que no se los hizo tropezando en la alfombra de su mansión. -comentó Theo
Skay silbó bajito. Estrada Capital manejaba inversiones de alto riesgo, pero incluso para ellos, meterse en los asuntos de los Reynoso era territorio peligroso.
-Así que los rumores eran ciertos. Guillermo la echó por el escándalo del embarazo. -Skay se inclinó hacia adelante-. Pero eso no explica por qué te involucraste. A menos que...
Un flashback repentino golpeó a Theo: la opulenta sala de juntas de los Reynoso, apenas dos semanas atrás. Guillermo, con una sonrisa tensa, servía un coñac caro. Lina permanecía rígida a su lado.
-Theo, todos sabemos del pacto entre nuestros patriarcas -decía Guillermo-. La unión de nuestras casas es sagrada. Pero las circunstancias cambian. Noemí... está pasando por una fase de rebelión, inmadurez. No es la mujer estable que mereces. Samara, en cambio, comprende la responsabilidad, el honor de cumplir la promesa de los abuelos. -Theo, frío, giraba el cristal en su mano.
-Mi abuelo no pactó con Samara. Pactó con la heredera de los Reynoso. Pactó con Noemí. Ella es el legado de ese acuerdo, no un nombre intercambiable. Sólo me interesa ella. -Su tono era una hoja afilada, cortando cualquier argumento. La sonrisa de Guillermo se congeló. Ahora, Theo entendía el porqué de tanta insistencia. Ya sabían. Ya sabían que Noemí estaba embarazada y buscaban engañarlo, suplantando a la elegida para salvar su preciado acuerdo.
-A menos que quiera saber por qué, de repente, Samara es la nueva joya de la corona -interrumpió Theo en el presente, con voz fría como el acero, emergiendo del recuerdo-. Hace un mes, Noemí era la elegida para cumplir el pacto de los abuelos. Ahora la descartan como basura y me ofrecen a la hermana menor como si nada hubiera pasado, como si el honor de sus palabras no significara nada. -Skay conocía bien el juego. Los Reynoso no movían un dedo sin calcular ganancias.
-¿Crees que ocultan algo más? -cuestionó Skay y Theo se levantó, acercándose a la ventana. Desde allí, se veía la torre Reynoso al otro lado de la ciudad.
-Lo sé. Intentaron engañarme, Skay. Y Noemí tiene las respuestas -dijo Theo pensativo y Skay no preguntó más. Sabía que, cuando Theo usaba ese tono, ya había tomado una decisión.
-Entonces, ¿qué sigue? -dijo Skay y Theo giró lentamente, y en sus ojos oscuros brilló una determinación que hizo que hasta Skay se estremeciera.
-Que Noemí se recupere. Después... la visitaré. Y esta vez, no aceptaré evasivas. -dijo Theo con firmeza
Porque detrás de ese embarazo, de esa caída, había un secreto. Y Theo Estrada nunca dejaba cabos sueltos. Menos cuando involucraban a la mujer que su abuelo había elegido para él y que, contra toda lógica, ya no podía sacar de su mente.
Tres Días Después...
Tres días habían pasado desde que Theo la rescató en el hospital, y en todo ese tiempo, Noemí no había vuelto a verlo.
Se había convencido a sí misma de que su intervención había sido solo un acto momentáneo de compasión, algo que él, como hombre poderoso, hacía por apariencias. Nadie ayuda sin querer algo a cambio, pensó amargamente mientras se abrochaba los mismos jeans gastados y la blusa arrugada con la que había llegado.
El espejo del baño le devolvió una imagen que apenas reconocía: el rostro demacrado, el cabello opaco, los ojos todavía marcados por el miedo y la incertidumbre. Pero al menos el bebé estaba bien. Eso era lo único que importaba.
-Señorita Reynoso, tiene que firmar su alta médica, -anunció una enfermera desde la puerta, sosteniendo una carpeta.
Noemí asintió y tomó el bolígrafo que le ofrecían, sintiendo cómo su pulgar rozaba el papel. Firmar significaba volver a la calle, al hambre, al peligro. Pero no tenía opción. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de estampar su nombre, la puerta de la habitación se abrió con un suave crujido. Y allí estaba él.
Theo Estrada.
Vestido con un traje negro que acentuaba su figura imponente, avanzó hacia ella con esa seguridad de quien nunca dudaba de su lugar en el mundo. En sus manos llevaba una bolsa de lujo de una boutique exclusiva.
-No creo que eso sea necesario, -dijo Theo, mirando el documento que la enfermera sostenía. Su voz era calmada, pero dejaba claro que no se discutía. Noemí contuvo el aire, sin saber qué esperar. Theo dejó la bolsa sobre la cama- Ropa nueva. No es apropiado que salgas con lo que traías puesto. -Ella miró la bolsa, luego a él, desconcertada.
-Yo... no puedo aceptar esto -murmuró Noemí.
Theo no respondió de inmediato. En cambio, hizo un gesto a la enfermera, quien, entendiendo la indirecta, le entregó el alta médica a él en lugar de a Noemí. Con un movimiento rápido, firmó en el espacio destinado al responsable del paciente y devolvió los papeles.
-Gracias. Puede retirarse, -dijo Theo, sin levantar la voz. La enfermera asintió y salió, cerrando la puerta tras de sí.
Un silencio pesado llenó la habitación. Noemí seguía parada junto a la cama, los dedos aferrados al borde de la bolsa como si temiera que todo fuera un espejismo.
-Theo, ¿por qué...? -preguntó Noemí
-No volverás a la calle, -interrumpió él, cruzando los brazos-. Vivirás en mi mansión. Tendrás comida, atención médica y seguridad. Todo lo que necesites. -Ella abrió la boca para protestar, pero él alzó una mano, deteniéndola-No es una oferta.
Noemí sintió un escalofrío. No había mención de su familia, de Samara, del bebé... ni de lo que él realmente quería. Pero en sus ojos, esa mirada calculadora que la recorría de arriba abajo, había algo más. Algo que ella no podía descifrar.
-¿Y cuál es el precio? -preguntó Noemí finalmente, desafiante. Theo esbozó una sonrisa casi imperceptible.
-Por ahora, ninguno. Solo obedecer. -dijo Theo y con eso, dio media vuelta hacia la puerta.
-Cámbiate. El auto te espera abajo.-dijo Theo para salir de la habitación
Noemí lo vio salir, sintiendo que, de alguna manera, acababa de caer en una jaula mucho más grande que las calles. Una jaula dorada, construida por el hombre más peligroso que conocía. Y lo peor era que, por primera vez en semanas, se sentía a salvo.
Continuará...