Bajo La Protección Del Ceo
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Capítulo 4 Cap.4

Capítulo 4:

Noemí se vistió con la ropa nueva que Theo le había dejado: un sencillo vestido de algodón beige y un suéter suave que le quedaba perfecto. La tela era sencilla pero de una calidad que no había tocado en semanas. Se miró un momento en el espejo del baño del hospital, tratando de reconocerse en esa mujer que ahora parecía una versión desvanecida de quien alguna vez fue.

Al salir de la habitación, sintió el peso de las miradas curiosas del personal médico. ¿Qué estarán pensando?, ¿Que era otra más de las amantes ricas de Theo Estrada? ¿O que era la desgraciada que había caído en desgracia con los Reynoso?

El auto negro con vidrios polarizados ya la esperaba en la entrada del hospital. Un chofer de traje impecable abrió la puerta trasera para ella, y al entrar, el aroma a cuero nuevo y madera pulida la envolvió. Pero lo que más la impactó fue ver a Theo sentado allí, con su postura impecable y esa mirada que parecía perforarla. El auto arrancó en silencio, alejándose del hospital.

-Gracias por la ropa, -murmuró Noemí, rompiendo el hielo, aunque sabía que él no estaba allí por cortesía. Theo no respondió de inmediato. En cambio, la estudió con esa calma calculadora que la ponía nerviosa.

-Noemí Reynoso, -dijo Theo finalmente, como si probara su nombre en los labios-. La heredera designada por el pacto de nuestros abuelos. La prometida fallida. Y ahora, madre soltera. -Ella apretó los puños sobre su regazo, sintiendo cómo las palabras la golpeaban una a una.

-Si solo querías humillarme, podrías haberme dejado en la calle, -respondió Noemí, con más firmeza de la que sentía. Theo esbozó una sonrisa fría.

-Humillarte no me interesa. Pero las respuestas, sí. -dijo Theo y ella lo miró, esperando la pregunta que ya sabía que vendría.

-¿Quién es el padre? -preguntó Theo

Noemí tragó saliva. Sabía que, tarde o temprano, tendría que decirlo. Pero admitirlo en voz alta era como abrir una herida que apenas comenzaba a cicatrizar.

-Aarón Vargas, -confesó Noemí, casi en un susurro. Theo arqueó una ceja, como si el nombre le resultara vagamente familiar.

-¿Tu novio? -preguntó Theo

-Ex novio, -corrigió ella, con amargura-. Cuando le dije que estaba embarazada, no solo me dejó... también me acusó de haber estado con otros. Todo porque Samara le mintió. -Theo no pareció sorprendido.

-Y tus padres... ¿no sabían que salías con él? -preguntó él y Noemí negó con la cabeza.

-Para ellos, Aarón era sólo un don nadie. Nunca lo aprobaron como algo más. Ellos estaban empeñados en nuestro compromiso, en el pacto de los abuelos. Cuando se enteraron del embarazo, asumieron que era de alguien... inaceptable, que había mancillado el acuerdo -contó Noemí y Theo observó el dolor en sus ojos, la manera en que sus dedos se aferraban al suéter como si fuera un salvavidas.

-Así que te echaron por el escándalo, por romper el pacto, no por el hombre en sí.

-Sí, -admitió ella-. Para ellos, lo imperdonable fue que quedara embarazada de alguien que no eras... tú. Que había roto la promesa que hicieron nuestros abuelos. -El silencio que siguió fue denso. Theo miró por la ventana, procesando cada palabra.

-Y Samara, -preguntó Theo finalmente, con voz peligrosamente baja-. ¿Qué papel juega en todo esto? -Noemí sintió un escalofrío.

-Ella siempre quiso lo que era mío, -susurró Noemí-. Incluso a ti. Incluso el lugar que, por derecho, me correspondía a tu lado por la voluntad de los abuelos.

Theo no respondió de inmediato. Pero en sus ojos, Noemí vio algo que la asustó aún más que su ira: determinación.

-Bueno, -dijo Theo al fin, ajustándose el puño de su camisa con un gesto preciso-. Parece que tu hermana subestimó una cosa.

-¿Qué? -preguntó Noemí, sin aliento. Theo la miró directamente a los ojos.

-Que yo no juego con piezas que otros manipulan. Y menos cuando se trata de traicionar la última voluntad de mi abuelo. -dijo Theo

Y en ese momento, Noemí entendió: ya no era solo sobre su bebé, o su familia, o incluso sobre ella. Esto era personal para Theo. Y eso la aterrorizaba más que cualquier callejón oscuro.

El resto del trayecto hasta la mansión transcurrió en un silencio tenso. Noemí miraba por la ventana mientras los lujosos barrios de la ciudad desfilaban ante sus ojos, cada kilómetro acercándola a un destino que no terminaba de entender. Theo, por su parte, no hizo ningún intento por romper el hielo. Su perfil permanecía impasible, como tallado en mármol, mientras revisaba mensajes en su teléfono.

Cuando el auto se detuvo frente a la imponente residencia de Theo, Noemí contuvo el aire. La mansión era una obra maestra de arquitectura moderna: líneas limpias, ventanales gigantes y jardines impecables. Todo gritaba poder y control. La puerta principal se abrió antes de que tocaran, revelando a una mujer de mediana edad con un severo pero amable rostro y un delantal impecable.

-Yajaira -dijo Theo con un gesto hacia Noemí- Encárgate de que se instale en la habitación este. Reposo absoluto y atención médica si la necesita.

Yajaira asintió con profesionalismo, pero Noemí no pasó por alto el destello de curiosidad en sus ojos al mirarla de pies a cabeza.

-Sígueme, señorita -le indicó Yajaira con una voz más cálida de lo esperado.

Noemí lanzó una última mirada a Theo, pero él ya se dirigía hacia otro pasillo sin volver la vista atrás. Mientras Yajaira la guiaba por los pasillos amplios y decorados con arte moderno, Noemí intentó no sentirse abrumada. La habitación que le asignaron era más grande que cualquier departamento en el que hubiera vivido: cama king size, baño de mármol y una vista panorámica a los jardines.

-El señor Estrada dijo que cenarás aquí esta noche -comentó Yajaira mientras abría el armario para mostrarle un surtido de ropa nueva- Mañana vendrá el médico a revisarte.

Noemí asintió, demasiado exhausta para preguntar cómo habían conseguido ropa de su talla en tan poco tiempo.

-Gracias -murmuró Noemí, hundiéndose en el sillón junto a la ventana.

Yajaira pareció querer decir algo más, pero finalmente solo cerró la puerta con suavidad al salir.

Mientras tanto, Theo entraba en su despacho, donde Skay lo esperaba con una laptop abierta y un whisky en la mano.

-¿Y? ¿Sacaste algo útil de ella? -preguntó Skay sin preámbulos. Theo se dejó caer en su sillón de cuero, sirviéndose un trago antes de responder.

-El padre es Aarón Vargas. Un novio secreto que la familia no aprobaba. Samara lo manipuló para que la abandonara cuando supo del embarazo. -contó Theo y Skay silbó bajito.

-Suena a que tu casi-prometida fue víctima de una jugada maestra. -dijo Skay y Theo esbozó una sonrisa fría.

-Pero el juego no ha terminado. -dijo Theo y Skay inclinó la cabeza, intrigado.

-¿Qué tienes en mente? -preguntó Skay y Theo tomó un sorbo lento de su bebida antes de soltar la bomba.

-Voy a casarme con ella. -dijo Theo y Skay tosió violentamente, casi escupiendo su whisky.

-¡¿Qué?! ¿Con Noemí? ¡Pero si está embarazada de otro! -dijo Skay y Theo no se inmutó.

-Es la jugada perfecta. Necesito una esposa para honrar el pacto de los abuelos y cerrar el acuerdo con los inversores asiáticos, y ella necesita protección y un apellido para su hijo. -agregó Theo y Skay lo miró como si hubiera perdido la cabeza.

-¿Y qué ganas tú con esto? ¿Aparte de convertirte en el hazmerreír de la alta sociedad? -preguntó Skay y Theo apoyó los codos sobre el escritorio, la mirada ardiendo con peligrosa determinación.

-Imagínate la cara de Guillermo Reynoso cuando vea que me casé con la hija que desechó por romper el pacto. La misma que nuestro abuelos eligieron y que ahora llevará mi apellido y heredará mi fortuna. -dijo Theo y Skay se quedó en silencio, empezando a entender.

-Un golpe maestro a su orgullo..., -musitó Skay. Theo asintió, satisfecho.

-Y un mensaje claro: los Estrada no somos títeres que se manipulan a conveniencia. Respetamos la palabra dada, incluso cuando otros la pisotean. -dijo Theo y Skay dejó escapar una risa seca.

-Noemí no va a aceptar así como así. -comentó Skay y Theo se reclinó en su sillón, la sonrisa creciendo.

-No tendrá opción -dijo Theo con firmeza

En ese momento, la línea interna de su despacho sonó. La voz de su secretaria, tensa, anunció: "Señor Estrada, la señorita Samara Reynoso está aquí. Insiste en que es urgente". Theo intercambió una mirada con Skay. "Que pase", ordenó, colgando. Minutos después, Samara entraba como una tormenta de seda y perfume caro, con una sonrisa dulce y falsa.

-Theo, querido, no te molestes en levantarte -dijo Samara, deslizándose en la silla frente a él como si fuera suya-. Vine a disculparme por el... inconveniente de mi hermana. Mi familia está destrozada, pero estamos listos para honrar el pacto de los abuelos. Como te dije, yo estoy aquí. Dispuesta a casarme contigo. -Theo la observó, frío, sin pestañear.

-El pacto fue con Noemí, Samara. No con un nombre intercambiable. -dijo Theo con voz cortante.

-¡Pero ella te traicionó! -insistió Samara, su máscara de dulzura agrietándose-. ¡Se embarazó de otro! Yo te ofrezco lealtad. Pureza. Todo lo que un hombre como tú merece. -Theo se levantó, apoyando las manos en el escritorio, inclinándose hacia ella con una mirada que heló la sangre en sus venas.

-Escúchame bien. No me interesa un sustituto. El acuerdo era con Noemí, y solo con Noemí. Ahora, si no tienes nada más que agregar, la reunión ha terminado. -Samara palideció, la rabia brillando en sus ojos antes de levantarse con furia contenida.

-Te arrepentirás de esto, Theo -escupió Samara, antes de darse media vuelta y salir dando un portazo. Skay silbó bajito desde su rincón.

-Eso sí que fue directo. -comentó Skay.

-No tengo tiempo para juegos -murmuró Theo, volviendo a su sillón-. Ahora más que nunca, el plan sigue en pie. -Porque en este juego de poder, él ya había decidido las reglas. Y nadie, ni siquiera una Reynoso, lo detendría.

Continuará...

            
            

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