Capítulo 5 Tú no eres Jocelyn

-Mejor métete a bañar primero, yo te espero -dijo Janet, dando un paso atrás de forma instintiva, como si tuviera al enemigo frente a ella. Su postura era completamente defensiva, como si estuviera acorralada. Luchaba por ocultar el pánico que sentía, aunque su mirada delataba lo que sus palabras no decían.

No tenía ni idea de cómo tratar al que ahora era su esposo.

Ethan se quedó de pie, junto a la mesa, observándola en silencio.

Janet se quedó inmóvil, con los ojos abiertos como platos. No lograba relajarse.

Él soltó una risa suave. -Tranquila, no te voy a comer. Solo quiero hablar contigo.

La chica cruzó los brazos, desconfiada, y caminó hacia él con cautela. Todo estaba pasando demasiado rápido. Aún no podía creer que se hubiera casado con un hombre al que apenas conocía.

-¿De qué se trata? -preguntó con el ceño fruncido.

Ethan tomó una silla de madera con una sola mano y la colocó frente a ella. -Siéntate, por favor.

Luego arrastró otra silla para sentarse más cerca de ella. -No me gusta andarme con rodeos, sé que no querías casarte conmigo.

-¿Tan evidente fui? -pensó Janet.

-Una relación no se construye de la noche a la mañana -intentó justificarse-. Necesitamos tiempo... para conocernos, entendernos -explicó ella, intentando disimular su vergüenza.

Pero en cuanto lo dijo, se arrepintió. Sabía que Ethan entendía perfectamente su lugar en todo esto. Para la familia Lind, él era poco más que una herramienta de emergencia y Jocelyn jamás lo habría aceptado como esposo.

Ethan la escaneó de arriba abajo, con el ceño ligeramente fruncido. La mujer frente a él no paraba de mirar hacia todos lados y se mordía el labio con nerviosismo.

-No te preocupes, yo tampoco tengo interés en este matrimonio -declaró sin más-. Para el resto del mundo seremos marido y mujer, pero en privado, cada quien por su lado. ¿Te parece? Así nos evitamos problemas. Yo casi nunca estoy en casa, me la paso fuera. Quiero tener la libertad de hacer lo que quiera... y lo mismo para ti. No voy a meterte en tus asuntos, ni a controlar tu vida.

Dicho esto, se puso de pie y tomó su saco de la silla, como si la conversación hubiera terminado. Pero justo cuando parecía dispuesto a irse, se detuvo, como si acabara de recordar algo.

Se inclinó sobre la chica, apoyando las manos en los reposabrazos de su silla, acorralándola con el cuerpo.

-No es muy apropiado que una mujer se quede mirando mientras un hombre se cambia... a menos que, claro, quiera que él cumpla con sus deberes de esposo. -Sus labios se curvaron con malicia-. Si ese es el caso, estaré encantado de complacerte.

El calor de su cuerpo y la mezcla de perfume con ropa limpia hicieron que a Janet se le erizara la piel.

-No hace falta -respondió en voz baja, entre dientes, tratando de no parecer débil.

La expresión de Ethan cambió. Su mirada se volvió fría. Bajó la vista hacia el vientre de Janet, como si intentara ver algo invisible, y dijo en voz baja pero firme: -Aunque esto sea solo un matrimonio de papel, hay algo que quiero que te quede muy claro.

Hizo una pausa breve y luego añadió con dureza: -No quiero enterarme un día de que mi esposa está esperando un hijo que no es mío.

Para Ethan, la lealtad lo era todo. Y los rumores sobre Jocelyn eran conocidos: cambiaba de pareja como de ropa.

Janet levantó la cabeza, sin amedrentarse. -Cumpliré con mi papel de esposa mientras estemos casados -dijo con seriedad-. Y espero que tú cumplas el tuyo: no meterte en mi vida.

La sonrisa burlona de Ethan desapareció un poco. Se enderezó con lentitud y se alejó unos pasos, aunque no le quitó los ojos de encima.

-Tú no eres Jocelyn Lind, ¿verdad? -preguntó, arqueando una ceja.